Si hay algo que a un miembro de la generación Z le fastidie más que dejarle sin internet es leer sus mensajes de WhatsApp y no reponderle. Lo que se conoce como dejar en visto. A una generación que navega como pez en el agua en las prisas, que alguien posponga su respuesta y no cumpla con la inmediatez del ahora les parece algo inaudito. En el fondo, y bajo su mirada, se trata de una falta de educación notoria, una afrenta, un ninguneo insoportable. O sea, ¿que yo me tomo la molestia de escribirte y tú pasas de mí? Intolerable.
Pero si ya lo que pretendemos es hacer pupa, joderle de verdad (y perdón por el exabrupto, pero qué bien me viene por aquello de la rotundidad), es dejarle en chat. No es que no leas sus mensajes, es que ni siquiera los abres. Como si no existieran, como si no hubieran llegado a tu bandeja de entrada. El colmo de la falta de respeto.
Esta locución adverbial, a juzgar por las fuentes consultadas, tiene un uso desigual entre los jóvenes. Hay quienes afirman no haberla oído ni utilizado jamás y, por otro lado, puede encontrársela en ciertos diccionarios para boomers, como el del profesor Cristian Olivé.
Similar a dejar en chat es dejar en acumulados, esta quizá mucho más visual que sus compañeras y que, como ellas, unos te dirán que conocen y utilizan la expresión y otros te mirarán raro y con cierta lástima («¿Estás segura de que lo estás diciendo bien? ¿No será que te empieza a fallar también el oído?»). Por acumulados ellos entienden los mensajes no abiertos de la bandeja de entrada, esos que acaban perdiéndose como si nunca hubieran llegado. Un desprecio, una vez más, por no entender sus urgencias.
Así pues, la próxima vez que necesites vengarte de la última vacilada de tus churumbeles, hazte el sordo, el ciego y el mudo cuando recibas en tu móvil una notificación: «Tienes un mensaje de Hijo/a». Eso sí, atente después a las consecuencias.