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¿Está desapareciendo el color de nuestras vidas?

La serie Stranger Things fue un éxito brutal desde que se estrenó en 2016. Millones de espectadores se vieron atrapados en esa apasionante historia de terror, que contaba además con una banda sonora maravillosa. Pero además de por todo eso, la serie destacaba por algo más: la ambientación, el vestuario y el diseño de todo lo que rodeaba a los personajes. Inmediatamente nos remitía a otras películas de los años 70 y los 80: nos recordaba a E.T. el extraterrestre, a El resplandor o a Regreso al futuro

Lo que veíamos en pantalla nos parecía atractivo y, por decirlo de una forma muy sencilla, nos resultaba bonito. ¿Pero por qué? ¿Se trataba solo de un ramalazo de nostalgia de los que vimos aquellas películas en el cine o era algo más? Considerándolo por un momento, y comparando Stranger Things con otras series que retratan el mundo actual, había algo muy diferente en ella y que la relacionaba directamente con todas las películas de aquella época: sus maravillosos colores.

En el mundo actual parece que el color ya no está de moda. Es algo que podemos comprobar fácilmente mirando una revista o paseando por la calle, donde la mayoría de coches, por ejemplo, son blancos, negros o grises. Es como si el minimalismo nos hubiera poseído, haciendo que el mundo se esté volviendo poco a poco grisáceo y beige.

En general, nuestra vestimenta es cada vez más básica y menos colorida, usamos colores planos y sin estampados. Los objetos que compramos, nuestros vehículos, el color del que pintamos nuestras paredes… Cada vez estamos rodeados de más blanco, de más negro, gris o beige.

¿REALMENTE ESTÁ DESAPARECIENDO EL COLOR?

Sí, así es, y existen evidencias científicas de este proceso. En un estudio realizado por el Science Museum Group del Reino Unido en 2020, se analizó el color de 7.000 objetos de la vida cotidiana pertenecientes a 21 categorías diferentes utilizados entre 1800 y 2020.

El resultado fue incontestable; a pesar de que la reducción de colores se lleva produciendo casi desde finales del siglo XIX, a partir de 1980 el negro, el blanco y el gris comenzaron a ser los colores dominantes, llegando a ocupar casi el 40% de la superficie de todos los objetos estudiados en 2020. Este proceso, que resulta mucho más acusado en los países occidentales, podría dar como resultado, si la tendencia continúa, un mundo mucho más aburrido.

¿Por qué está ocurriendo esto? Según el experto Riccardo Falcinelli, autor del libro Cromorama, editado en España por Taurus, uno de los estudios más importantes sobre el color en nuestra sociedad, esta preferencia actual por los tonos más grisáceos está relacionada con el uso excesivo que la publicidad ha hecho del color durante décadas. Los publicitarios recurrían a los colores llamativos para captar nuestra atención y esa técnica les ha funcionado durante mucho tiempo.

Pero muchas personas han llegado a saturarse. Es por eso que la preferencia en el uso, por ejemplo para decorar nuestros hogares, de tonos como el gris o el blanco, está relacionada con cierta búsqueda de una paz interior que el mundo exterior no nos permite. Lo mismo pasa con nuestra ropa o con los objetos que nos rodean. Tendemos a pensar que los objetos llenos de colorines son cutres, subproductos de la publicidad.

EL COLOR A LO LARGO DE LA HISTORIA

Aunque no suele protagonizar muchas páginas en los libros de historia, el color siempre ha sido muy importante en todas las civilizaciones y ha tenido asociados un significado y un simbolismo únicos.

A mediados del siglo XIX, por ejemplo, el púrpura se extraía de la glándula mucosa de un caracol marino, por lo tanto era muy difícil de conseguir. Por eso, llevar una prenda púrpura (como, por ejemplo, los cardenales de la iglesia católica) era un signo de extrema riqueza debido a su rareza y coste.

Algo parecido pasó con el azul, que se importaba de la India y, antes de eso, se extraía del lapislázuli, una piedra semipreciosa que abunda en Afganistán. Los occidentales ricos lo utilizaron para indicar su capacidad económica y lo poderosos que eran durante la época de las grandes colonizaciones.

En la década de los 60, los colores chillones estaban relacionados con el hippismo y la ola de nuevo pensamiento que invadió al mundo. Eran utilizados para identificarse como parte de la contracultura. Sin embargo, en los 70 y los 80, muchas nuevas tribus urbanas como los punks o los heavies se vistieron de negro riguroso para mostrar su disconformidad con el mundo que les rodeaba, que estaba lleno de color.

El uso tan extendido actualmente de colores suaves como el gris, el beige o el blanco, está relacionado, según David Batchelor, autor del libro Cromofobia, con una búsqueda de la racionalidad en un mundo cada vez menos racional. Es así como nos hacen sentir estos colores y por eso tanta gente los utiliza tan a menudo.

EL COLOR COMO EXPRESIÓN DE UNA CRISIS

Hoy en día, el mundo parece acosado por la incertidumbre. La emergencia climática, la inflación, la guerra en Europa, el resurgimiento de la extrema derecha… no estamos viviendo una época precisamente en technicolor, marcada por el optimismo. Es todo esto lo que nos lleva a refugiarnos en colores que nos calman, entre los que nos sentimos más protegidos. 

Pero entonces, ¿el futuro que nos espera será gris, blanco o negro? No tiene por qué, claro, pero seguramente dependerá bastante de cómo evolucione nuestra sociedad.

Por Juanjo Villalba

Juanjo Villalba es escritor y traductor. Puedes seguirle en @juanjovillalba

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