Sobre su pedestal, la estatua de Carlos III de la Plaza Mayor de Burgos ve cómo, ante sus ojos, pasan cada día personas de toda clase y condición. Nes el único testigo de la diversidad social que camina por la céntrica plaza de la ciudad castellana. Por allí también pululan, ataviados con chaleco y carpeta en mano, un grupo de jóvenes que trabajan en busca de socios para una ONG.
Beatriz Sánchez es una de ellas. Tras estudiar Periodismo y Filosofía en Pamplona y Oxford, esta joven de 22 años buscó un trabajo que le permitiese estar en contacto con la gente y terminó encontrándolo: a pie de calle, como captadora de socios.
Ahora, Sánchez ha decidido dar rienda suelta a su pasión por la escritura a través de un blog llamado Conchalecoenlacalle, en el que cuenta su experiencia en uno de los oficios que suele resultar más molestos a los viandantes. «Enseguida, en cuanto la gente te ve con el chalequito y la carpeta ya es como si fueses el incordio de la calle», explica la joven a Yorokobu.
Que nadie espere ver en el blog el nombre de la ONG para la que esta filósofa busca financiación durante cuatro horas al día desde hace un mes. De hecho, no trabaja para una en concreto, sino que lo hace para una empresa que ha sabido ver el negocio de la captación de socios y gestiona los chalecos de distintas organizaciones. «Cada dos semanas, cambiamos de asociación», explica Sánchez.
El trabajo parece poco agradecido. No solo hay que desempeñarlo para diferentes ONG haga frío o calor, sino que, además, el sueldo (en vista de que lo muestran plataformas como InfoJobs) no es precisamente alto y hay que luchar a cada instante contra la indiferencia de los demás. «De unas 100 personas que paro, me miran a la cara y se paran a escucharme 15, 20 a veces. De esas 15 quizás se hace socia, con suerte, una persona».
Aunque no naciera con esa intención, Conchalecoenlacalle sirve para ponerse en la piel de esos que, en numerosas ciudades, son esquivados decenas de veces cada día. «Muchos pasan corriendo como diciendo “no me molestes ahora mismo, que estoy trabajando”, como si dijeran “estoy haciendo algo importante y tú no”», se lamenta Sánchez.
En realidad, el objetivo original del blog dista mucho de ser el de dar visibilidad a una profesión maltratada por las inclemencias meteorológicas y la falta de modales de los transeúntes. Sánchez lo creó, simplemente, para compartir las anécdotas de su nuevo día a día. En cualquier caso, en el blog deja claro que su intención no va más allá: «No voy a impartir moralinas ni a sacar conclusiones precipitadas».
A través de sus relatos ha dibujado el retrato de un banquero interesado en ayudar (y a la vez sin mostrar interés alguno) que le dijo: «No hace falta que me vendas el producto. Solo dime cuánto hay que pagar». También a una monja incapaz de ayudar más que rezando o a un fotógrafo optimista. En definitiva, a algunas de las muchas personas que pasan ante sus ojos cada mañana. «Ves todo el abanico de personas que hay y, a veces, suceden cosas muy curiosas», explica Sánchez.
Sánchez cuenta cómo se atrevió a estudiar Filosofía y de qué manera terminó poniéndose el chaleco de captadora hace ahora un mes: le interesaba entender a las personas y su comportamiento. Sin embargo, el tiempo le hizo comprender que entre sus libros y lo que sucedía realmente en la calle había una distancia prácticamente insalvable.
«Cuando me gradué tenía la sensación de conocer conceptos absolutos acerca de la Humanidad como el amor o la libertad, pero me faltaba ponerles carne, me sentía desconectada de la realidad», explica.
Fue así como terminó cruzando la línea. De formar parte de lo que ella llama el «colectivo gris», que ni se comporta de forma maleducada con los captadores ni pertenece a ninguna ONG, Sánchez está ahora tratando de convencer a alguien para que se pare, simplemente, a escuchar.
Sin embargo, lo más probable es que no lo logre. Una mala contestación o una buena ración de indiferencia serán la única respuesta que reciba en la mayoría de ocasiones, como les sucederá a cientos de captadores ataviados con un chaleco en el resto del país. «Lo que peor llevamos es el continuo rechazo de mala manera», concluye. Al fin y al cabo, solo se trata de un trabajo más.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Consolidar y Beatriz Sánchez
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