Desde el inicio de los tiempos, los humanos han usado el lenguaje como una barrera de entrada, una forma de impedir que foráneos entren en un círculo interno y mantener un misterio que los aparte de la verdad. Lo hicieron las castas sacerdotales, que protegían así los secretos que les convertían en intérpretes de la divinidad. También los gremios, que con su sistema de señas y contraseñas identificaban a quien pertenecía a su oficio. Las profesiones del último siglo, ya sean médicos, profesores, fontaneros o periodistas, tienen unos usos del lenguaje propio que los separan del resto de la población.
Pero pocos colectivos son más hieráticos que los economistas y la gente que habla del dinero. Incluso con la crisis, que ha atraído a más personas al mundo de los métodos más eficaces para satisfacer las necesidades humanas materiales mediante el empleo de bienes escasos, su lenguaje sigue siendo opaco, además de muchas veces agresivo, cargado de connotaciones macabras y extrañas. Esta semana empezamos en Yorokobu un pequeño diccionario de los términos más raros, curiosos y truculentos que hemos podido encontrar.
La cuádruple hora de las brujas
No es un cuento de terror protagonizado por Paul Krugman ni una historia de miedo que se cuentan los brokers las noches de Halloween para no dormir. Tampoco es un acontecimiento terriblemente extraordinario; sucede el tercer viernes del tercer mes de cada trimestre. 3-3-3 es el número de la cuádruple hora de las brujas, 60 minutos en los que coinciden en las Bolsas los vencimientos de futuros y opciones sobre los índices y acciones, creando unas jornadas de gran volatilidad, en las que se puede aprovechar para marcar posiciones trimestrales. Todo muy sencillo y poco opaco. Pero para explicarlo mejor vayamos por partes, como decía el Destripador.
[pullquote]3-3-3 es el número de la cuádruple hora de las brujas, 60 minutos en los que coinciden en las Bolsas los vencimientos de futuros y opciones sobre los índices y acciones, creando unas jornadas de gran volatilidad, en las que se puede aprovechar para marcar posiciones trimestrales[/pullquote]
Lo primero sería entender qué son las opciones y los futuros. Ambos son dos tipos de derivados y piezas clave de los mercados financieros. En su forma más sencilla, los derivados no eran más que adelantos por un producto futuro. Por ejemplo, un agricultor ponía un precio para su siguiente cosecha y se vendía el derecho a adquirirla. Con esto, este podía adquirir nueva maquinaria y hacer inversiones para mejorar sus futuros cultivos. Una opción otorga a quien la posee la posibilidad de adquirir un producto. Por ejemplo, hay un cuadro de un artista emergente que vale 10.000 euros. Se compra una opción por 100 para adquirirlo dentro de un año por ese precio. Si el cuadro sube hasta 12.000, esa opción se puede vender por 2.000, ya que es lo que se sacaría de comprarlo al precio anterior y venderlo al actual.
Los futuros se basan en el mismo concepto pero conllevan la obligación de adquirir el producto en sí. Es decir, el poseedor de un futuro se compromete a, cuando venza ese derivado, comprar ese producto. Da igual si resulta conveniente o no: debe ejecutar la acción y comprar el cuadro por 10.000 euros, aunque el valor del cuadro haya bajado a 8.000, por lo que los futuros son mucho más arriesgados que las opciones. Existe la leyenda, dicen que apócrifa, de que el mítico Keynes, como tesorero del King’s College, se olvidó de que había comprado unos futuros de trigo y le entregaron varias toneladas de cereal en la institución, donde los tuvo almacenados durante meses.
[pullquote]Lo que coincide en la hora de las brujas es el momento en el que estos contratos tienen que realizarse, los vencimientos, durante la última hora de negociación en el parqué[/pullquote]
Lo que coincide en la hora de las brujas es el momento en el que estos contratos tienen que realizarse, los vencimientos, durante la última hora de negociación en el parqué. Es cuando hay que decidir si se ejerce el derecho a compra o venta que ofrecen las opciones y ejecutar lo que digan los futuros. Según cuenta la web del canal económico CNBC, «los días de la cuádruple hora bruja vienen acompañados de una gran volatilidad en los índices de acciones y derivados, además de un incremento en el volumen de negociación». Por ejemplo, a lo largo de 2014, en los cuatro días de cuádruple hora bruja se movieron 5.200 millones de dólares en el índice S&P 500, mientras que la media de un día normal solía estar en 3.370. Volatilidad no es más que la fluctuación o la amplitud de los movimientos respecto a la media de un activo en un período de tiempo.
Este nombre viene de Macbeth. Hasta 2002, era Triple Hora, haciendo referencia a las tres moiras que Shakespeare creó inspirado por este mito de representación antropomórfica del destino, común tanto a Grecia y Roma como al norte de Europa. Representadas normalmente como tres viejas hilanderas, cada una de las tres podía ver un aspecto del destino. Cloto hilaba la vida, Láquesis medía su longitud y Átropos lo cortaba. Muy adecuado para un momento en el que el destino de los derivados puede llevarte al Olimpo o directo al Hades.