Si hay algo que hemos hecho durante estos años de confinamientos, cuarentenas y recomendaciones para pasar más tiempo en casa ha sido llenar nuestros hogares de plantas y flores. Quizás sea porque verlas nos alegraba, quizás porque las plantas nos ayudan a relajarnos o quizás porque fue un parche cuando pasábamos menos tiempo fuera de nuestras casas. Sea como sea, estos años las plantas se han ido convirtiendo en algo cada vez más importante en nuestro día a día, por lo que no sorprende que el diseño biofílico se haya convertido en paralelo en una de las grandes tendencias del momento.
El diseño biofílico no es, en absoluto, algo nuevo. Sus orígenes se remontan ya a los años 80 y al trabajo del biólogo Edward O. Wilson. Como explica María Inés Pernas Alonso, arquitecta y profesora de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad de A Coruña, en esa época se empieza a visualizar que las oficinas como cubículos sin luz natural se habían convertido en entornos deprimentes para sus trabajadores.
En la última década, como explicaba hace unos años un artículo de FastCompany, la idea de incorporar la naturaleza a los espacios de trabajo se convirtió en algo recurrente en las oficinas de las startups y de las compañías de tecnología. Si eras una empresa cool –o aspirabas a ello– tu sede iba a estar llena de plantas y de reclamos naturales.
Una investigación noruega concluyó que la presencia de plantas aumenta la productividad y reduce la fatiga mental, porque ayuda a centrarnos. De hecho, se asocia la presencia de plantas a una mayor capacidad de concentración, pero también a una reducción del estrés. Por impactar, hasta podrían impactar en nuestra salud mental presente y futura. Un estudio danés de 2019 asegura que la salud mental de aquellos niños que han estado expuestos a elementos verdes es mejor con el paso de los años que la de aquellos que no.
Sin embargo, el diseño biofílico vive ahora un momento de bum. Por así decirlo, se ha hecho mainstream. En su análisis de las grandes tendencias que estarán por todas partes este año, Pinterest incluye al diseño biofílico. «De la mano de los millennials, llegan soluciones de diseño que giran alrededor de la naturaleza para estrechar lazos con ella y mejorar el bienestar propio», resumen.
Las búsquedas de términos como arquitectura biofílica, diseño biofílico de oficina o de habitación o techo floral se han disparado en la red social, ese escaparate de cosas cuquis y de diseños creativos a desear. Todo el mundo quiere poner plantas –o más plantas– en su casa.
Así, los jardines verticales o las plantas colgantes han ido ganando peso en las listas de recomendaciones de decoración, mientras se busca cómo conectar más con la naturaleza. Y, al fin y al cabo, las paredes y los techos florales son cada vez más habituales. Si en tu barrio ha abierto algún que otro bar o restaurante con pretensiones modernas, lo más probable es que lo hayan decorado echando mano de alguno de esos elementos.
EL DISEÑO BIOFÍLICO NO ES SOLO PONER PLANTAS
Pero ¿es el diseño biofílico simplemente poner un par de plantas o crear un jardín vertical en alguna pared para crear una ilusión verde? En realidad, no. El diseño biofílico es mucho más complejo y debe entenderse no como un parche que incluye elementos verdes en un par de rincones de los espacios sino más bien como una filosofía. Lo que busca el diseño biofílico es acercar la naturaleza a las personas, no simplemente llenar de plantas los espacios.
Como explica María Inés Pernas, la filosofía detrás del diseño es «una vuelta a reconectarnos con lo natural», pero el planteamiento de lo que se debe hacer para lograr esa reconexión depende del espacio. Si vives al lado del mar, explica la profesora, «ya estás conectada con la naturaleza»: si levantas la vista, verás el océano. No tendría sentido llenar todo con plantas y cerrar el contacto con el mar.
El diseño biofílico implica, por tanto, abrir los espacios a la luz natural, visibilizar el exterior o hacer, por supuesto, que se establezca una relación más profunda con la naturaleza. Al final, todo lo que debe buscar este diseño es ser «algo que genera estímulos sensoriales». Los espacios deben permitirnos vivir experiencias, creando respuestas y conectando con nuestro biorritmo.
Por eso, explica María Inés Pernas, el diseño biofílico es tan importante en espacios como los hospitales, donde ayuda a que el lugar no resulte «agresivo» para sus pacientes. Quien haya pasado mucho tiempo en un hospital sabe que tienden a convertirse en casi no-lugares, en los que es difícil seguir el paso del tiempo y que acaban agotando a quienes están obligados a quedarse allí durante semanas.
IR UN PASO MÁS ALLÁ
Poner muchos árboles y llenar todos los espacios posibles con plantas y flores es, por tanto, solo una parte de lo que puede ser un diseño biofílico. Pernas es la autora de una guía, Lugares públicos de estancia con carácter biofílico, en la que aborda cómo podrían ser los parques de juegos infantiles desde una perspectiva biofílica.
Las áreas de juego deberían tener en cuenta a toda la población que pasa por allí (la población infantil, sí, pero también sus abuelos), los cambios de necesidades según el tiempo (tener espacios para resguardarse de la lluvia o del sol, por ejemplo) o la accesibilidad (porque no todo el mundo puede moverse del mismo modo) para crear un espacio que sea seguro y accesible, que funcione para todos sus usuarios. Todo eso es también diseño biofílico, más allá de sumar plantas y árboles.
«Es una ciencia muy interdisciplinar», insiste María Inés Pernas, señalando la importancia de trabajar en parrilla desde varios enfoques, desde la arquitectura a la decoración pasando por todas aquellas áreas necesarias para desarrollar cómo deben ser los espacios. Y, sobre todo, no se debe usar una suerte de plantilla de diseño biofílico que valga para todo: cada lugar y cada caso necesitan un diseño a medida.
Lo que está claro es que el diseño biofílico podría hacer las ciudades mucho más vivibles y mucho menos, por así decirlo, sufribles.