«Oye, el niño está raro, ¿no?», preguntó la madre en voz alta a su marido desde la cocina. Desde hacía tiempo venía observando el comportamiento del chiquillo, cada vez más extravagante, más llamativo. No parecía el mismo niño. Se movía de forma diferente, hablaba con otro tono de voz y sus gestos ya no eran los mismos.
El marido, sentado en el salón en el sillón de orejas que heredó de su madre, miraba su tablet sin levantar la vista de la pantalla. «¿Raro?», dio por toda respuesta, más interesado en lo que leía que en la conversación con su esposa. «Sí, raro. No sé, está como distinto…», insistió ella desde la cocina, de donde llegaban al comedor los ruidos que producían los cacharros con los que trajinaba la mujer. «Deberías hablar con él. Una de esas charlas de padre a hijo, ya sabes. A ver si a ti te cuenta qué le pasa». «Bueno, después de cenar, ¿vale?», respondió el marido tratando de escabullirse de la conversación.
Cuando la mujer terminó de preparar la cena, gritó nuevamente desde la cocina, esta vez para avisar a su hijo, que se había encerrado en la habitación nada más volver del colegio.
—Iváááán, ven a poner la mesa, que ya está la cena.
—¡Señora, ya le he dicho mil veces que me llamo Marina, y que quiero volver a mi casa de una vez! —respondió una voz de niña desde la habitación del chiquillo.
—¿Ves, Julio, como el niño no está bien? —dio la mujer por toda respuesta.
El amor de una madre es incondicional: no varía. Podría parecerse, salvando las distancias, a lo que ocurre con algunas palabras, que pueden escribirse en masculino o en femenino sin que pierdan su significado. Son los nombres ambiguos (el/la atleta). En el lado contrario, existen otras que, aun escribiéndose de la misma manera, no significan lo mismo cuando funcionan en uno u otro género.
Ejemplos hay muchos: no es igual un cometa que una cometa. Como tampoco lo es un editorial y una editorial; o un cura y una cura; o un coma y una coma. Tampoco son lo mismo un papa y una papa, un capital y una capital, el mañana que la mañana, el frente y la frente, el parte y la parte, y un largo etcétera.
Y ya está. Esto es lo que os quería contar.