Categorías
Ideas YSchool

Relatos ortográficos: Cambiar de género y de significado a la vez

«Oye, el niño está raro, ¿no?», preguntó la madre en voz alta a su marido desde la cocina. Desde hacía tiempo venía observando el comportamiento del chiquillo, cada vez más extravagante, más llamativo. No parecía el mismo niño. Se movía de forma diferente, hablaba con otro tono de voz y sus gestos ya no eran los mismos.

El marido, sentado en el salón en el sillón de orejas que heredó de su madre, miraba su tablet sin levantar la vista de la pantalla. «¿Raro?», dio por toda respuesta, más interesado en lo que leía que en la conversación con su esposa. «Sí, raro. No sé, está como distinto…», insistió ella desde la cocina, de donde llegaban al comedor los ruidos que producían los cacharros con los que trajinaba la mujer. «Deberías hablar con él. Una de esas charlas de padre a hijo, ya sabes. A ver si a ti te cuenta qué le pasa». «Bueno, después de cenar, ¿vale?», respondió el marido tratando de escabullirse de la conversación.

Cuando la mujer terminó de preparar la cena, gritó nuevamente desde la cocina, esta vez para avisar a su hijo, que se había encerrado en la habitación nada más volver del colegio.

—Iváááán, ven a poner la mesa, que ya está la cena.

—¡Señora, ya le he dicho mil veces que me llamo Marina, y que quiero volver a mi casa de una vez! —respondió una voz de niña desde la habitación del chiquillo.

—¿Ves, Julio, como el niño no está bien? —dio la mujer por toda respuesta.

El amor de una madre es incondicional: no varía. Podría parecerse, salvando las distancias, a lo que ocurre con algunas palabras, que pueden escribirse en masculino o en femenino sin que pierdan su significado. Son los nombres ambiguos (el/la atleta). En el lado contrario, existen otras que, aun escribiéndose de la misma manera, no significan lo mismo cuando funcionan en uno u otro género.

Ejemplos hay muchos: no es igual un cometa que una cometa. Como tampoco lo es un editorial y una editorial; o un cura y una cura; o un coma y una coma. Tampoco son lo mismo un papa y una papa, un capital y una capital, el mañana que la mañana, el frente y la frente, el parte y la parte, y un largo etcétera.

Y ya está. Esto es lo que os quería contar.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Salir de la versión móvil