Hace casi 50 años, un joven Nelson Mandela, entonces opositor al régimen racista del apartheid en Sudáfrica, salió de su escondite en una granja del norte de Johannesburgo, contó 20 pasos desde la cocina y cavó un hoyo en la tierra. Entonces se inclinó, puso en el agujero una pistola semiautomática con 200 balas envuelta en papel de aluminio y, con mucho cuidado, tendió un uniforme de color caqui sobre ella.
Después de cubrir el hoyo con montones de tierra, volvió de nuevo a su escondite con la esperanza de recuperarla pronto. Sin embargo, nunca tuvo la oportunidad de disparar ni un solo tiro con esta pistola Makarov, considerada la primera arma de la resistencia del Congreso Nacional Africano contra el apartheid. Unas pocas semanas después de que la enterrara en la finca, fue encarcelado durante los siguientes 27 años.
Eso fue en 1962. Casi medio siglo después, el paradero de la pistola, cuyo valor actualmente se estima en 22 millones de rands (2,3 millones de €), sigue siendo un misterio incluso para el propio Nelson Mandela. Tras olvidar su existencia durante décadas, el líder negro volvió a visitar en 2003 el lugar en donde se encontraba la vieja granja de Lilieslief donde escondió el arma, que se había convertido en museo dentro de una zona urbanizada en el ahora suburbio de Rivonia, en Johannesburgo.
Durante esa visita, recordó que había enterrado la pistola. Pero no recordó dónde, lo que desde entonces ha desatado una insólita lucha para encontrar el arma entre coleccionistas, buscadores de tesoros, historiadores y los fans del propio Mandela, que consideran el arma una especie de Santo Grial de la historia africana.
Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica, fue quien planteó la conveniencia de pasar a la lucha armada tras la masacre de manifestantes de Sharpeville, en 1960, donde muriendo 69 personas negras y otras 180 fueron heridas por las balas de la policía. El 30 de marzo de 1960 el gobierno declaró el estado de emergencia y fueron detenidas 11.727 personas. El Congreso Nacional Africano fue prohibido y sus miembros obligados a pasar a la clandestinidad o a exiliarse.
Como comandante de la recién formada Wesiz we Umkhonto («la lanza de la nación»), el ala armada del Congreso Nacional Africano (ANC), Mandela viajó entonces a varios países africanos para conseguir fondos para su causa. Durante esta gira, un alto oficial del ejército del emperador etíope Haile Selassie (Biru Tadesse, del Batallón de antidisturbios de Etiopía en Addis Abeba) le regaló una pistola búlgara Makarov, considerada como la primera arma con la que contó el ala armada del ANC.
Cuando Mandela volvió a la granja Liliesleaf en 2003, ya convertida en museo, fue cuando mencionó la pistola. «Estábamos saliendo del edificio principal cuando Mandela se detuvo de golpe y me dijo: ‘¿Encontraron mi pistola?'», cuenta Nicholas Wolpe, director de la Fundación Lilieslief, en una entrevista para la agencia AFP. «Quedé pasmado porque nunca había oído hablar de esa pistola».
Mandela le pidió a Wolpe que le señalara la cocina. Una vez allí hizo un ángulo de 45 grados. Los dos trataron de volver sobre los 20 pasos que recordaba Mandela, pero la granja había sufrido algunos cambios en medio siglo, por lo que fue complicado determinar la ubicación original de la cocina con certeza. Sobre todo cuando a los 10 pasos ya se habían dado con el muro del vecino.
Wolpe más tarde se dio cuenta de que el ex presidente sudafricano había hablado de la pistola durante una entrevista con el periodista Allister Sparks en la década de 1990, después de ser liberado de la prisión. Durante la entrevista, Mandela indicó que enterró la pistola, municiones y uniformes en un hoyo en caso de que hubiera una redada en la granja.
A pesar de su elevado precio, el museo rápidamente ha dejado claro que no buscan el arma por el dinero. Se trata de la importancia histórica de la pistola y de su dueño. 1960 fue un momento decisivo en la lucha de Sudáfrica y este arma tiene un vínculo especial con esa época.
Esta lucha para encontrar el arma ha llevado a los gestores del museo a tomar medidas. Contrataron una cuadrilla de obreros para demoler una de las vivienda de Liliesleaf, que se creía que había sido posteriormente erigida a 20 metros de la cocina original, para luego cuidadosamente excavar en sus cimientos.
También enviaron a expertos militares con equipos de detección para tratar de localizar el lugar exacto, basándose en la información de Mandela. Rastrearon 2 hectáreas de las 8 hectáreas de la granja original y los expertos identificaron tres posibles ubicaciones, de las cuales dos se encontraban dentro de los límites de la Fundación.
Nicholas Wolpe
La tercera ubicación cae en una propiedad vecina. El propietario de la casa, al parecer bajo la presión de los compradores potenciales, la puso a la venta mediante subasta a finales del mes pasado, acrecentando el interés de los ofertantes locales e internacionales que querían saber lo que podría hallarse enterrado en la propiedad.
Entre las 400 personas que se presentaron a pujar se encontraban historiadores, coleccionistas y potenciales postores internacionales que quería hacerse con el “tesoro”. Según la Fundación Liliesleaf, el vecino siempre les ha cerrado el acceso a su propiedad para buscar la pistola, a menos que compraran la casa. «Nosotros no pudimos participar en la subasta al no disponer de esos fondos», aseguran al Mail&Guardian on-line.
Pero dado el frenesí que ha rodeado al que puede ser el sitio potencial del arma, la propiedad, que salía por un valor de unos 250.000 €, no se vendió. A diferencia de la Fundación, el vecino no quiere hacer por ahora ningún esfuerzo para encontrar el arma, esperando que vuelvan los compradores asustados por la dimensión del asunto e hinche más su precio.
Esta propiedad incluye una moderna casa de estilo español, justo encima donde los expertos militares creen que se encuentra la ubicación más probable de la pistola.
Por tanto, es posible que el misterio continúe durante unos cuantos años, hasta que el vecino se decida a vender o que suene la flauta dentro de los límites legales de la granja.
Y hay poco más que hacer: todos los allegados a Mandela en aquella época murieron y el ex líder de la lucha contra el apartheid, de 92 años de edad, ya no puede ser interrogado con precisión sobre el tema, pues bastante hizo memoria en su día.
”La pistola tiene ahora un inmenso valor histórico», afirma triste el director de la Fundación. «Me gustaría encontrarla antes de que Mandela muera. Lo me temo es que entonces se desate una nueva contienda para saber a quién pertenece».
La parcela de la discordia.
Fuente AFP y Mail&Guardian
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