La secularización de la sociedad moderna está produciendo una revolución silenciosa en los ritos mortuorios. La sensación de consuelo que proporcionaba la religión, con promesas de una vida después de la muerte y los ritos que acompañan a esta idea, se desvanecen en determinados segmentos sociales y en determinadas áreas geográficas. Este tema fue el que escogió la diseñadora polaca Dagny Rewera para su tesis final antes de graduarse en la prestigiosa Royal College of Art de Londres.
“La gente intenta afianzar nuevas formas trascendentales para representar el fin de la vida y necesita objetos de recuerdo más personalizados”, asegura la artista convencida. “Desde el punto de vista del diseño, este área estaba abierta a la exploración”, reflexiona. Así que Rewera se lanzó a diseñar su último trabajo: urnas mortuorias sonoras.
Las Echoic Vessels son modernas, son bonitas y no parecen urnas crematorias. Son casi como esos ambientadores que se jactan de tener funciones decorativas, pero con unas connotaciones más siniestras. Su elemento más característico no se aprecia a primera vista. La superficie de estas vasijas está veteada con franjas negras compuestas de pigmentos magnéticos sobre los que se registran pistas de audio, presumiblemente, pertenecientes al fallecido cuyas cenizas reposan en el interior.
“Las memorias acústicas se mantienen en nuestro cerebro mucho más tiempo que las visuales y necesitan solo cuatro segundos para ser almacenadas”, asegura esta joven diseñadora. Con esta premisa, huelga preguntar por qué decidió dar sonido a un objeto que desde el antiguo Imperio Romano ha sido más visual que sonoro.
Lo que no se entiende en un principio es por qué Rewera ha apostado porque estos objetos sean fungibles, pues el audio de las Echoic Vessels va desapareciendo (muy lentamente) con cada reproducción. “Quería que fuera así”, asegura. “Los recuerdos tienden a desvanecerse, al igual que los objetos que se erosionan o manchan con el tiempo por el uso”.
Con sus urnas ha querido hacer lo mismo, que el sonido vaya desapareciendo, convirtiéndose en un eco cada vez más lejano. “Las partículas de óxido de hierro se desintegran lentamente, se convierten en polvo, lo que distorsiona el sonido grabado. Al limitar el número de veces que los datos pueden recuperarse, se garantiza que el objeto se utilizará solo en los momentos más necesarios. Esto refleja el proceso de curación después de la pérdida de un ser querido. Cuando la grabación comienza a distorsionarse, funciona como un indicador de que el proceso de duelo está llegando poco a poco a su fin”.
De momento las Echoic Vessels son solo un prototipo pero Rewera quiere comercializarlas. “Ese es el siguiente paso lógico en mi proyecto”, reconoce. Como el lector electromagnético puede grabar y reproducir el sonido, las vasijas se pueden vender como un lienzo en blanco, listo para grabar los sonidos adecuados. Esta ha sido la propuesta más exitosa de la diseñadora polaca y aunque obviamente le tenga cariño, no cree que sea para ella.
A pesar de su juventud, Rewera ya tiene pensado qué hacer con sus restos cuando legue el momento. Ella no apuesta por descansar eternamente en un espacio cerrado, quiere explorar nuevos ambientes que le son inaccesibles mientras está con vida. “Me gusta la idea de un entierro espacial”, confiesa.
“Similar a lo que hizo Timothy Leary. Una parte de sus cenizas fue lanzada hacia la órbita terrestre. Sus cenizas circularon alrededor del planeta cada 90 minutos durante seis años. Después de un tiempo se quemaron en la atmósfera. La última forma material observada desde la tierra de la existencia de Leary fue una estrella fugaz anónima. Una estrella fugaz que cada uno de nosotros podría haber observado sin saber lo que representaba”.
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