En 1921, cuando murió Emilia Pardo Bazán, el Ateneo de Madrid le dedicó uno de los retratos de su galería de personas ilustres. Pardo Bazán fue la primera mujer en lograr colarse entre todas esas imágenes. También fue la última. Hasta que en noviembre de 2021 el Ateneo colgó un retrato de Carmen Laforet en esa misma galería, ninguna otra mujer había conseguido igualar a Emilia Pardo Bazán. 150 años de historia, 188 retratos de personajes ilustres y solo uno de ellos había sido una mujer.
Tras 150 años de silencio ilustrado, el Ateneo de Madrid —una de esas instituciones clave en la historia cultural española de los últimos siglos— ha decidido corregir las cosas. Al retrato de Laforet en el pasado invierno se acaba de sumar uno de Clara Campoamor, la política que fue clave para la aprobación de la ley sobre el sufragio femenino durante la II República, y esperan añadir en el futuro inmediato unas cuantas imágenes más de mujeres ilustres.
«Es incomprensible que una institución vanguardista en derechos como el Ateneo ignorara durante cien años a las ilustres mujeres para llevarlas a la Galería», asegura Luis Arroyo, el presidente del Ateneo de Madrid. «No es solo un símbolo. Es un acto de justicia», afirma, señalando que «llega tarde, pero llega».
El Ateneo acaba de poner en marcha la iniciativa Las mujeres en su sitio, una campaña de crowdfunding con el objetivo de captar los fondos suficientes para crear 14 nuevos retratos. La campaña, que pide tanto donaciones económicas como movilización en redes sociales, tiene ya perfilada una lista de mujeres que sumar a su galería de socios ilustres, nombres que a los responsables del Ateneo les parecen «indiscutibles».
Serán Rosa Chacel, Carmen de Burgos, Blanca de los Ríos, Elena Fortún, Almudena Grandes, Victoria Kent, María Lejárraga, Carmen Llorca, Madame Anselma, Ana Mariscal, Carmen Martín Gaite, Margarita Nelken, Hildegart Rodríguez y María Zambrano. Todas ellas —provenientes de diferentes épocas de la historia reciente— son personas relevantes en el panorama cultural. La mayoría ni siquiera son nombres desconocidos para el gran público.
La inclusión de otras, ahora menos populares en general, ayuda a recuperar sus trayectorias haciéndolas más visibles. Así, por ejemplo, Blanca de los Ríos fue escritora y llegó a ser candidata al Nobel de Literatura, y Madame Anselma fue pintora y la primera socia honoraria del Ateneo. En los techos de una de sus salas se puede ver, de hecho, su obra.
POR QUÉ LAS MUJERES SE HABÍAN QUEDADO FUERA
¿Pero por qué todas estas mujeres, con sus importantes trayectorias en la vida cultural y política de España, no habían logrado colarse hasta ahora en la Galería de Retratos del Ateneo?
Luis Arroyo, el presidente de esa institución, apunta que hay tres razones clave que ayudan a entender por qué las mujeres se han quedado al margen de la galería en su siglo y medio de historia. La primera, explica, es que esta es «una galería histórica y podía haber cierta reticencia a tocarla», por esa cierta sensación de «altar» que se le da a este tipo de espacios; aunque reconoce que, en realidad, ha sido tocada «muchas veces».
La segunda, añade, es que el contexto —y sus sensibilidades— no era el mismo, «ni siquiera en el año 2000», en el pasado que ahora y, por tanto, no había un ejercicio tan claro de visibilización del papel de las mujeres en la historia. Y, el tercero, y bastante importante, ha sido la crisis económica, que también ha afectado al Ateneo en la pasada década y a sus cuentas.
Para entrar en la Galería de Retratos había que cumplir con dos requisitos, además de tener relevancia en el mundo cultural. La primera era la de haber muerto. La segunda, la de haber sido una persona asociada al propio Ateneo. Sin embargo, el proceso para la elección no ha seguido normas claras durante su larga historia.
«La verdad es que ha ido cambiando mucho», explica Luis Arroyo, recordando que «el Ateneo ha sido cambiante». Por ejemplo, recuerda, durante la dictadura franquista, la Galería de Retratos no escapó a las circunstancias políticas. Ahora mismo, es la junta de gobierno del Ateneo la que elige quién entra y quién no en ese espacio. «Y es muy difícil discutir que María Zambrano no lo merezca», apunta Arroyo.
Por eso, también, Las mujeres en su sitio no quiere ser solo una acción para ampliar la lista de retratos que cuelgan en las paredes de una institución histórica, sino que busca igualmente que hablemos de ello y, sobre todo, de las mujeres retratadas. «El objetivo del crowfunding no es meramente económico, es visibilizar la historia de la mujer en la historia intelectual de España», indica Arroyo. Porque los intelectuales eran ellos, pero también ellas, y el Ateneo no permanecía ajeno a esa realidad.
Los grandes debates de la España de hace 100 años estaban ya marcados por una agenda feminista, como los que enfrentaban a partidarios y detractores del divorcio o del voto de las mujeres. Y todas esas cosas, insiste Arroyo, se hablaron antes en los salones del Ateneo de Madrid.
«El Ateneo estuvo siempre por delante del debate», explica y, antes que en el Congreso de los Diputados, Victoria Kent y Clara Campoamor debatieron allí sobre el derecho de las mujeres al sufragio. Incluso, las mujeres pudieron votar en el Ateneo antes que en las elecciones. «Se anticipó lo que luego pasaría en el Congreso y en el resto del país», reflexiona su actual director.
Ese papel de las mujeres es parte de la historia social y cultural de España. Por eso, no puede quedarse invisible en una galería de personajes célebres en la que solo estén ellos presentes.