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El brasileño que creó la luz NO eléctrica

Las fábricas de la pequeña ciudad de Uberaba (Brasil) eran muchas y consumían demasiado. Al final el perjuicio era para Alfredo Moser y sus vecinos, los habitantes del municipio, que a cada rato sufrían apagones eléctricos por falta de suministro. No en todos los lugares del mundo es fácil disponer de unos amperios cuando uno quiera.
A Moser, en específico, una de las cosas que más le inquietaban era cómo procederían si un día tuviesen que dar señales luminosas para pedir auxilio, si no podían acceder a la corriente. Entonces le vino una idea: bombillas que no necesitaran energía eléctrica.
Después de darle vueltas y más vueltas, este mecánico recordó aquel consejo de un jefe suyo que un día le enseñó a utilizar una botella llena de agua como lupa para poder encender hierba seca. Estaba convencido de que esa herramienta tenía más posibilidades. La botella de plástico, el agua, la luz solar, el efecto de refracción… ¿Y si incrustase esas botellas en los techos de uralita de las casas y añadiese un poco de cloro para evitar que el líquido se ensuciara? Voilá. Y la luz se hizo.
Ahora miles de personas en zonas de precarios recursos como Filipinas tienen sus casas iluminadas aunque no haya un solo cable en sus ciudades a la vista. Moser había descubierto que este sistema lograba proporcionar una luz comparable a la que da un foco de entre 40 y 60 vatios a un coste energético cero, y esa proeza le pareció una fuente inagotable de solidaridad a fundaciones como MyShelter (Filipinas), que con el invento del brasileño inició en 2011 su proyecto Liter of light (Litro de luz).

«En Filipinas 16.000 personas viven sin electricidad», pone los datos sobre la mesa Illac Angelo Diaz, director de la organización. «Esa cifra es de cien millones de personas en el mundo. Nosotros creemos que la tecnología verde es para todos, pero por desgracia, es solo accesible para aquellos que pueden permitírselo y por eso nuestra fundación trabaja para llevar soluciones sostenibles y de bajo coste a las personas necesitadas».
Gracias a Moser, que apenas ha sacado beneficio de su invento, pero sí «un gran orgullo», y un grupo de estudiantes del MIT, esta organización ha mejorado el artilugio para que pueda ser utilizado día y noche en las regiones del mundo donde la electricidad escasea o es inexistente. Además de los 28.000 hogares de Manila que ahora tienen luz en casa, han hecho llegar la bombilla de agua a lugares como India, Indonesia, Tanzania, Bangladesh, Camboya, Argentina, Fiji e incluso Suiza. En total son 140.000 viviendas de 15 países las que se benefician actualmente y esperan alcanzar el millón de hogares a finales del próximo año.

Al invento ellos le han añadido un pequeño generador solar de muy bajo costo que almacena la luz que la botella suministra a la casa por el día para encenderse automáticamente en la noche, cuando la botella de Moser no es efectiva por sí sola. Con ese detalle y los talleres que imparten a las sociedades donde llevan el invento para que sepan construirlo por sí mismos, por fin han conseguido un producto 100% efectivo que deja fuera de juego a compañías suministradoras y gobiernos poco constructivos.
«No es necesario depender de la electricidad comercial, no es necesario esperar a que la corriente llegue a tu hogar, no es necesario ser un ingeniero eléctrico para hacer esto», dice el responsable de este proyecto de código abierto, «lo necesario es tener buenas ideas para aquellos que no tienen buenos recursos. Nosotros ponemos el foco en eso».






 
 

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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