Es un honor trabajar como enviado especial de Yorokobu en la capital de Escocia, donde se celebra estos días el EIFF (Festival Internacional de Cine de Edimburgo). Además, después de recomendarles en mis últimos artículos actividades como el canibalismo, el tráfico de drogas, el incesto o el abuso de las agencias de contactos, me merezco un respiro. Y ustedes también.
El cine es un reflejo de la vida, y una mirada desde fuera de nuestro país hacia nosotros, con un par de miles de kilómetros por medio, puede arrojar luz sobre algunas cuestiones geopolíticas interesantes.
El EIFF no es un fesival tan famoso como el de Cannes (ninguno lo es), ni tiene una proyección internacional como el de San Sebastián; ni disfruta del prestigio indie de Sundance, ni es temático como el de Sitges… pero reúne las suficientes peculiaridades para que le dediquemos este post. Por ejemplo, es el más longevo del mundo (sin paréntesis ni interrupciones), y celebra este año su edición número 67. No les voy a marear con títulos y directores, la programación está disponible en la red, pero déjenme contarles algunas impresiones.
Por estas latitudes, España no existe para casi nada, y menos para la gran pantalla. En los supermercados británicos el aceite de oliva es griego, el vino chileno, y el jamón es prosciutto italiano. Así que no se crean todo lo que oyen acerca del ímpetu exportador de nuestro país. He buceado en el catálogo y en la programación del EIFF, y no hay una sola película española (ni siquiera en régimen de coproducción) en toda la parrilla, en ninguna de las secciones.
Esta 67 edición del festival se abrió con Felicity Jones en la alfombra roja y la noticia del fallecimiento de James Gandolfini en un hotel, pero no acompañado por prostitutas o encerrado en un armario desnudo, como David Carradine, sino arropado por su familia. El infarto es la muerte más frecuente en esta profesión. Por ejemplo, George Lucas decidió no dirigir más películas tras un susto cardiaco durante el rodaje de Star Wars. Y no le ha ido mal.
Su socio y amigo Steven Spielberg, en cambio,nunca tuvo problemas con el corazón (me refiero a la víscera, no a su conciencia), y precisamente cuando ustedes lean estas líneas estaré disfrutando del pase en 3D IMAX de su clásico Jurassic Park (1993) remasterizado en tres dimensiones para celebrar los 20 años de su estreno.
En la parte pecuniaria podemos recordar que el principal patrocinador del festival es el BFI (British Film Institute) que otorga los premios BAFTA, y podría equivaler al ICAA español (Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales) si no fuera porque se financia gracias a… ¡la lotería!. El BFI ayuda a producir hasta 100 películas cada año, con un presupuesto en 2012 de 34 millones de euros.
En nuestro país gran parte de la población regala gustosamente a Hacienda ingentes cantidades de dinero a cambio de nada (traducción: juegan a la Lotería) mientras se quejan precisamente de lo que tienen que pagar a Hacienda, y de las subvenciones que recibe el cine. Les recuerdo que los insondables beneficios de la Lotería Nacional solo van a parar a las arcas del Estado… ¿Se imaginan al ministro Montoro destinando parte de ese dinero a apoyar nuestras películas?
Por otra parte, en Edimburgo, una entrada premium cuesta unos 12 euros (entre 9 y 10 libras), pero hay infinidad de programas de fidelización, descuentos, etc para que el precio se reduzca considerablemente. Claro, que el salario mínimo ronda los 1.300 euros… O lo que es lo mismo, ¿cuántos minutos tiene que trabajar alguien en Escocia para poder ir al cine? ¿Y en Cataluña (por poner un ejemplo, no sean malpensados)? Más del doble.
Para terminar, les confesaré que he saludado a Felicity Jones en la alfombra roja, pero no me ha reconocido. ¡Ingrata… ! ¡Con todo lo que hemos vivido juntos!
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