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El diccionario que te ayudará a entender de una vez por todas qué demonios te cuenta (o no) el BOE

Seguro que entre tus lecturas para este verano no se encuentra el BOE. No es de extrañar, quizá sea el texto menos apetecible que te lleves a los ojos. Y, sin embargo, todos los ciudadanos deberíamos plantearnos leer su contenido con más frecuencia de la que lo hacemos.

También es verdad que su manera de comunicar las decisiones del Gobierno y otros anuncios que hace la Administración no es fácil de entender. Por no hablar del lenguaje que se utiliza ahí dentro.

Consciente de la dificultad de algunas expresiones y términos que aparecen en las páginas del Boletín Oficial del Estado, la periodista Eva Belmonte, directora de la Fundación Civio y creadora de la web El BOE nuestro de cada día, decidió que era el momento de crear un glosario para los ciudadanos de a pie que nos ayudara a entender qué puñetas se nos cuenta ahí dentro. O qué no se nos cuenta, que es peor. Y para facilitar aún más la comprensión de esos términos y expresiones, recurrió al humor y a las ilustraciones de Mauro Entrialgo. El resultado ha sido este Diccionario ilustrado BOE-Español, publicado por Ariel.

«Llevaba años hablando del BOE de manera muy aséptica y tenía ganas de explicar ciertos conceptos básicos porque tenía la sensación de que se contaban mal», explica Belmonte, «pero quería hacerlo menos encosertada que cuando escribía un artículo o un libro. Quería hacer algo más relajado». Lo primero que tuvo claro, desde el principio, fue el título y el concepto. Y también la persona que se encargaría de llevar a cabo la parte de «ilustrado». Pero faltaba concretar cómo lo llevarían a cabo y cuál iba a ser la colaboración de Entrialgo en aquel proyecto.

Tras muchas conversaciones y puestas en común, ambos se pusieron manos a la obra. «Estuvimos una temporada hablando y se concretó en hacer humor gráfico», aclara el ilustrador. Eva iba escribiendo los textos y a medida que los terminaba, se los pasaba a Mauro. «Y eso ha hecho que cojamos los tonos de ambos, y que ella escribiera más humorísticamente y que yo, en mis historietas, sea más riguroso con la norma, porque si pongo un término que no es apto, ella me puede corregir».

En cierto modo, podría decirse que Entrialgo es el traductor de la traductora. Aunque Belmonte ha puesto empeño en explicar de forma sencilla, con humor y cierta ironía aquellos conceptos que no son muy claros en el lenguaje del BOE, Entrialgo añadía con sus viñetas, muchas de ellas reflejando situaciones cotidianas para acercarse más aún al lector, un nivel extra de sencillez.

Porque la periodista no se limita a recoger determinados vocablos y expresiones y hacerlos comprensibles. También da ejemplos de uso y de los abusos perpetrados por quienes sí entienden el lenguaje burocrático. Y cuando el lector es consciente de eso, que en el fondo podría llamarse tomadura de pelo, necesita una vía escapatoria: o la risa o la mala leche. A veces, las dos.

Entrialgo, dependiendo del término, dibujaba un juego de palabras o se centraba, en otros casos, en los ejemplos que Belmonte exponía en el texto para aclarar los conceptos para hacer el chiste. Aunque también recurría a un tono más explicativo en sus viñetas para clarificar aún más lo que su compañera había escrito. «Un poco como estos libros que había cuando éramos pequeños de Bruguera, que eran novelas, pero que cada 10 páginas te venían cuatro viñetas que contaban todo lo que había pasado», pone como ejemplo el ilustrador.

En este Diccionario ilustrado BOE-Español, encontramos términos como decreto ley, convenio colectivo, disposición adicional, jefatura del Estado, libre designación…

Unos están ahí porque no se han explicado bien cuando aparecen en medios de comunicación y ella sentía la necesidad de aclararlos, de explicarlos mejor. Otros, porque aparecen en el BOE de forma muy habitual. Si el texto le ocupaba una página, Entrialgo dedicaba también ese mismo espacio a su viñeta. Si el comentario iba a doble página, la historieta de Mauro también. Era una manera, comentan los dos autores, de mantener un equilibrio.

«Y algunas un poco porque te hacían gracia», añade entre risas Mauro Entrialgo, interrupiendo la explicación de su compañera. Y hay que reconocer que tienen su punto.

Palabras como abandono, para referirse a bienes que, si nadie los reclama, acaban yendo a parar a las arcas públicas y que deben ser anunciados en el BOE por si aparece su propietario. «Puedes perder un documento o extraviar algún objeto, pero un boing, ¿quién puede olvidarse de un boing en un aeropuerto?», comenta entre risas Entrialgo.

«O las de las medallas, que hay algunas muy graciosas», suma con ironía Eva Belmonte. Medallas como la que recibió la patronal, que agrupa a marcas como Osborne, Codorniu o Bacardí, «por sus esfuerzos para evitar el consumo abusivo de bebidas alcohólicas promoviendo el consumo responsable y luchando contra la permisividad hacia el consumo en menores y otros colectivos de riesgo».

Su puntito tiene también el concepto de bien de interés cultural, donde cabe de todo, desde fiestas, bailes e incluso cabalgatas de Reyes, hasta otras cosas más controvertidas como la tauromaquia, oficios antiguos como la cetrería o la cultura de la sidra asturiana, para cuya inclusión en esta categoría se alegó que su consumo estimulaba «grados de sociabilidad superiores a los generados en torno a otras bebidas». Por no hablar de los premios nacionales que se crean pero que jamás se conceden, como el del juguete, que puso muy contento al gremio de los jugueteros.

Ilustrar todos estos conceptos no le ha resultado demasiado difícil a Mauro Entrialgo como podía parecer en un principio. «Siempre me ha gustado hacer chistes de cualquier cosa y está bien que te digan “haz un chiste de prolegómeno” o de cualquier palabra rara. Es un sudoku para mí». Además, en esta ocasión no se ha encontrado con el problema que suelen tener los humoristas gráficos, que es el de que el chiste se entienda sin necesidad de contar primero con que el lector tenga la información suficiente para hacerlo. Al ser ilustraciones que acompañan a un texto previo, esa información ya está ahí, «así que me he soltado más», afirma. Especialmente con aquellos términos que Belmonte ha explicado con más claridad previamente.

Pero tanto el texto como las viñetas buscan lograr dar coherencia a todo el conjunto. De ahí, usar un solo color para todas las viñetas, el azul (que remite al tono del BOE, aunque este es más oscuro). También han trabajado esa unidad y equilibrio en la portada. «No queríamos ni que fuera un dibujo entero que pareciera un cómic mío ni que fuera un libro entero y que no vieras que iba a tener humor», aclara Mauro Entrialgo. «Lo de darle solo un bitono lo hace más contenido que si pongo todos mis colorines».

«Estábamos todo el rato intentando cuadrar la combinación de una cosa con una función didáctica y seria con una parte más de choteo. Que no se nos fuera para ninguno de los dos lados», confirma Eva Belmonte. Y aun así, comenta el ilustrador, hubo gente de la Administración a la que le pareció un libro frívolo por el simple hecho de tener un dibujo en su portada (sin haberlo leído), y seguidores suyos a los que el tema les echaba para atrás y que le comentaron: «¿De verdad me vas a hacer leer el BOE?».

LA CUESTIÓN DEL LENGUAJE CLARO EN LA ADMINISTRACIÓN

Meterse a leer el BOE es una labor peliaguda. A la aridez de las cuestiones que se comunican en el boletín, se suma un lenguaje burocrático, legal y administrativo difícil de entender. La primera tentación para conseguir hacerlo más accesible sería recurrir al lenguaje claro. Pero la cosa no es tan sencilla.

«El BOE tiene que ser preciso — explica Belmonte— y no es lo mismo usar una palabra que usar otra porque legalmente tiene un sentido. Y no es lo mismo poner esta coma aquí o allá porque legalmente cambia el significado de la frase. Hay una parte que vamos a tener que seguir aguantándonos, porque es así, de usar determinados términos porque tienen un valor legal y te aguantas, y es un coñazo y hay que entenderlos… Necesitas una palabra con un significado único, y ese significado está regulado en otra norma que dice qué significa honorabilidad, o qué significa otra cosa… Y eso es impepinable».

Sin embargo, también entiende que la labor de que eso lo comprenda cualquier ciudadano recae en los Gobiernos «cuando explican qué norma han aprobado, y no que hagan propaganda de la parte que les interesa y lo demás como que no existe».

«Pero sí que hay una parte del lenguaje claro que sí que es importante, que es el orden de la estructura». Porque para la periodista, más que una cuestión de lenguaje, es un problema de estructuración a la hora de construir los textos. Modificaciones, rectificaciones, anexos… todo sin orden ni concierto, que dificultan y mucho la comprensión de esos escritos. A veces, comenta, se tiene la impresión de que quien redacta todo ese galimatías retuerce tanto el lenguaje para tratar de parecer más listo.

¿No sería más claro hablar de forma más directa? Ir al grano y siguiendo un orden, porque eso y no otra cosa es lo que acaba facilitando la comunicación y la comprensión. «Ese lenguaje impostado y retorcido no es necesario para que se entienda y para que un texto legal sea riguroso».

Foto: Silvia Varela

COPIA-PEGA SIN ACTUALIZACIÓN

El otro gran problema del lenguaje de la Administración pública es la costumbre del copia-pega.

«Un contrato, por ejemplo, donde las condiciones se han escrito de una manera, normalmente se copia-pega y se cambian cuatro cosas para hacer uno nuevo. Igual llevas 20 años copiando los mismos pliegos de condiciones. Y tienes ahí cosas… Por ejemplo, en normas, se lleva tanto tiempo copiando ese tipo de textos que ves que hace alusiones a organismos que hace ya mucho tiempo que no existen».

¿NOS TOMA EL PELO LA ADMINISTRACIÓN CON ESTA FORMA DE CONTAR LAS COSAS?

Si es necesario que nos expliquen tantos conceptos, términos, expresiones… como se muestran en este libro, la pregunta que surge puede ser inevitable: ¿acaso nos están tomando el pelo contando pero sin contar, no haciéndose entender?

«El problema es que lees mil noticias sobre que se van a conceder tal tipo de ayudas, por ejemplo, para el alquiler, sobre todo en pandemia, y luego, cuando se publica en el BOE, te encuentras con la letra pequeña. Y te piden tales requisitos que es imposible acceder», opina Eva Belmonte.

«También hay veces que lo compráis un poco los periodistas», piensa Mauro Entrialgo. En su opinión, determinados medios prefieren quedarse solo en un titular llamativo al hilo de lo que cuenta un determinado político con el que el medio es afín, y dejar de lado esa letra pequeña que puede dañar esa imagen. Ya se sabe: que la realidad no te estropee un buen titular.

«Sí, es verdad, puede ser —responde Belmonte—. Pero también es verdad que las condiciones, hasta que no llegan al BOE, no se conocen. Por ejemplo, con el ingreso mínimo vital ha sido una locura, la cantidad de gente que se ha quedado fuera que pensaba que entraba, y que sí tú escuchas solo las declaraciones de tal y de cual piensas que entras».

Pero lo que más le enfada a la periodista, más allá de cuándo se publican cosas en el BOE que no se hayan anunciado, como el caso de los indultos (en general, no solo los del Procés); o descubras que la multa que se iba a imponer a tal entidad acaba siendo una cantidad irrisoria o cuando descubres que han nombrado a dedo al familiar de un alto cargo, es la explicación compleja y enrevesada con el fin de que no se entienda lo que ahí se está disponiendo.

Belmonte pone el ejemplo de la norma que cambió el bono social hace unos años. «Yo no la entendía. Estuve horas para tratar de entenderla. Hicimos una aplicación con la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) para que la gente supiera si podía acceder a ese bono porque era complicadísima, y los propios técnicos de la CNMC, super pros del mercado eléctrico, estuvieron discutiendo durante días por cómo se aplicaba una cosa o la otra. Yo pensaba: si yo no lo entiendo, cómo lo van a entender todas estas personas que necesitan esa ayuda. A mí estas cosas son las que más me enfadan porque es como que parece que es suficiente con anunciar que has puesto en marcha unas ayudas y ya está, el trabajo ya está hecho».

¿Qué es lo que más le molesta a Mauro Entrialgo? Sin duda, el secretismo de determinados boletines, como el Boletín Oficial de Defensa. «La disculpa es que la protección de datos y tal, pero es que no puedes saber nada. El caso de cuando han dado medallas o sobresueldos a torturadores, solo lo puedes saber si tienes algún infiltrado dentro de Defensa que te lo cuente. Y si no puedes saber ni siquiera a quién han concedido una medalla, todo lo que pueden hacer es de locos».

CONOCER TUS DERECHOS: UN ARMA SUPERPODEROSA

Los ciudadanos leemos poco el BOE. Quizá si necesitamos consultar algo que nos atañe directamente, como las bases de una oposición o si podemos acceder a determinadas ayudas.

Hace falta más pedagogía desde las Administraciones para que entendamos la importancia de este boletín. No solo es la vía de comunicación de los Gobiernos con los ciudadanos, es también el lugar donde figuran nuestros derechos y nuestras obligaciones.

Por ejemplo, pocos saben que, en caso de extraviar su título universitario, es necesario que lo anuncien en el BOE antes de pedir un duplicado. O que la CNMC es el único organismo con capacidad para multar a las eléctricas, a las compañías telefónicas, etc. Así que, en caso de conflicto, es mejor recurrir a ella que a otras instituciones como Consumo o asociaciones de consumidores. «Saber eso te da poder», afirma con rotundidad Eva Belmonte. «En general, conocer tus derechos hace que, por un lado, no dependas de gestores: y por otro lado, te ayuda a saber qué puedes reclamar en cada momento, también a la Administración. Es un arma superpoderosa».

«También es verdad que, durante mucho tiempo, a la gente le interesaban muy poco tanto las cosas de política como de lo demás. Después de la crisis del 2018 y del 15 M ha surgido un nuevo interés por la política y por la Administración, de tal forma que yo digo que este libro, hace 15 años, habría pasado desapercibido. O habría ido a otro tipo de lectores».

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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