Al aterrizar en una ciudad un día despejado, las miradas curiosas salen a través de la ventanilla para fijarse en el paisaje urbano. Entre las estructuras de cemento y ladrillos las manchas verdes salpican la postal aérea. Un campo de fútbol aquí, un bosque allá, un parque un poco más adelante… Unas zonas que, según un artículo publicado por la Academia Mexicana de Ciencias por Arturo Curiel Ballesteros y Josué Díaz Vázquez, titulado Bosques urbanos para enfriar las ciudades, son una medida estratégica para reducir el impacto de un cambio climático que ambos profesores universitarios consideran que ha venido para quedarse. Pero estas arboledas urbanas tienen además una dimensión económica que gracias a la aplicación i-Tree ahora todo hijo de vecino puede calcular sin necesidad de complicadas operaciones matemáticas.
Desarrollada por el Servicio Forestal de EE UU y la empresa Davey Tree Expert Company, el treintañero líder del proyecto, y licenciado en Berkeley, David Novak, explica al otro lado de la línea que “para calcular el valor económico de un árbol hay básicamente tres pasos”.
El primero sería medir el bosque y los árboles. Saber su especie, edad, medidas, localización… El segundo sería coger todas esas medidas, llamadas “estructura del bosque”, e introducirlas dentro del conjunto de herramientas que i-Tree pone a disposición de los usuarios junto con información ecológica de la ciudad. “Con esto simulamos los beneficios y funciones que darían estos árboles”, enumera, “cuánta contaminación, electricidad, agua, CO2… ahorrarían”. Tras esto se asigna el valor económico que cada país otorga a estos servicios, como los dólares por tonelada de CO2, el coste energético o los ahorros en los servicios de salud.
“La parte más complicada es la segunda”, arguye Novak, “por eso construimos el modelo, que realiza los cálculos complicados atendiendo a las condiciones atmosféricas, el clima, el cómo crecen los árboles”. El principal motivo para crear esta aplicación, que desde que fue desarrollada en 2006 ha llegado a su quinta versión, fue “que la gente fuera capaz de calcular el impacto local de sus árboles para que ellos mismos pudieran tomar decisiones informadas pensando en sus recursos, el futuro y las próximas generaciones”. Para que esto sea posible, la sexta versión, que en este momento está en desarrollo, incluirá un “simulador de crecimiento de árboles”, para que los ciudadanos puedan ver cómo arrancar o plantar un árbol hoy tiene ramificaciones a 20 años vista.
Como la mayoría de las cosas al ser medidas por su valor monetario, los bosques urbanos tienen las dos caras de costes/beneficios. Entre los primeros Novak enumera los más que evidentes de plantar, arrancar y mantener los arboles; el sutil de las alergias causadas por el aumento del polen en el aire y el aumento del gasto en calefacción por el refresco que traen las zonas verdes a las ciudades. En el otro lado de la moneda, que para Novak es “donde está la cuestión”, destacan la fijación de carbono, la reducción de las temperaturas y la polución e incluso su valor estético y capacidad para bajar el estrés…
Aunque el modelo puede funcionar en cualquier ciudad, hay ciertas variables como las características de la zona o las especies específicas que deben introducirse en el modelo para que este pueda aplicarse. De momento solo las ciudades de EE UU, Canadá y Australia están completamente integradas. Novak cuenta que buscan expandirse pero que para ello necesitan “socios locales”, ya que estos “entienden e interpretan mejor su país y sus datos que nosotros”.
Actualmente están en conversaciones con Brasil, Alemania, Colombia, Nueva Zelanda y el Reino Unido. “Es muy importante encontrar un socio local no solo por eso”, reflexiona finamente Novak, “ya que también significa que hay alguien interesado en utilizarlo”.
Es decir, “en tomar decisiones informadas pensando en sus recursos, el futuro y las próximas generaciones”. Si tu eres de esos, aquí puedes contactar a Novak.
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Foto: Solkoll en dominio público