El aroma a gótico sureño impregna algunas de las más turbias series de televisión de la última década: True detective I, Bloodline, The Preacher… Entre los Faulkner, Carson McCullers, Tennessee Williams y los guionistas contemporáneos hay una brecha de más de cinco décadas, pero el sur parece resistirse al cambio.
Los hijos del sur cambiaron los sables y el telégrafo por rifles automáticos y iPhones, pero quedan lo rural, los pantanos y el orgullo. (Al menos, en las ficciones, en el estereotipo).
Tan solo cambian los nombres de los predicadores circenses, los paletos y los caciques. El ambiente familiar asfixiante y decadente de La gata sobre el tejado de zinc llega hasta Bloodline. Los paletos alcohólicos y violentos de La jauría humana son abuelos de los vecinos que el reverendo Jesse Custer quiere salvar en The Preacher.
El gótico sureño, más que un género, es una forma de ser, de sentir, de vivir del sur de los Estados Unidos que ha sido destilada por novelistas, dramaturgos y guionistas. Los elementos son reconocibles desde principios del siglo pasado hasta hoy.
La tierra
En el gótico sureño, la tierra es protagonista; la tierra y la luz que la baña: amarillo sucio, verde pantano, azul ominoso.
La tierra es tenida por sagrada. En algunas partes es cálida, agónica, adornada con maquinaria oxidada. En otras partes, los pantanos asfixian con la profusión de vegetación y aguas en las que no se vislumbra el fondo que contiene criaturas depredadoras, evidencias de crímenes y esqueletos.
En el campo, casas señoriales decrépitas. Cabañas que parecen sostenerse por voluntad propia más que por la fortaleza de la construcción. En las ciudades, casas baratas, desconchadas; las marcas de Katrina en Nueva Orleans; refugios de los desheredados a pocos metros de construcciones modernas con pórticos a imitación de las mansiones de los campos de algodón en los tiempos de la esclavitud.
Los monstruos
El gótico sureño ama a los monstruos de ficción y humanos, demasiado humanos.
Están los monstruos importados del folclore europeo: los vampiros de Louisiana de American Horror Story (Coven) o los de Nueva Orleans de True Blood. Los demonios de Outcast de Carolina del Sur. Los zombis de The Walking Dead que surgieron en Atlanta, capital de Georgia, reina de los Estados Sureños de Norteamérica, ensalzada en Lo que el viento se llevó. Zombis metafóricos: masas alienadas —hijas de la decadencia económica— sin más objetivo que permanecer en pie alteran el orden establecido.
Luego están los monstruos humanos. Unos cometen asesinatos violentos sin ningún sentido; otros matan en nombre de Dios. Coleccionan reliquias en cabañas entre plantaciones de maíz. Pueblan las historias de True Detective I o Justified.
Los personajes
En el gótico sureño hay santeros, predicadores, practicantes de vudú… supremacistas blancos; paletos; personas con deformidades físicas; policías que interpretan la ley a su antojo; familias endogámicas… Personas que actúan como si la realidad y la ficción estuvieran mezcladas. (Lo que sí sucede en las series de televisión). Músicos de jazz en Nueva Orleans. Una vieja belleza sureña con los sueños de triunfar en Hollywood rotos: la próxima protagonista del crimen que llenará las portadas de los periódicos locales.
También personajes que añoran la grandeza perdida de sus antepasados. Tienen la bandera de los Estados Confederados de América en la fachada. La bandera de los rebeldes, como se hacían llamar los dueños de esclavos. (Una prueba de que la rebeldía contra la autoridad no siempre está basada en una causa justa).
Otros personajes aborrecen el brutalismo, el estancamiento, las costumbres atávicas y buscan escapatoria. Otros, sencillamente, sucumben al vicio, a la violencia y el crimen.
Con frecuencia, el forastero es el protagonista: representa al espectador que desconoce el sur y sus gentes como en Ozark. (El nombre de la serie y la localidad de Missouri). Otras veces, el protagonista es un sureño que tras una larga ausencia vuelve a casa obligado por las circunstancias. Encuentra que las cosas están tal y como siempre. A veces, para sorpresa propia. Esto ocurre en Justified, Rectify y The Preacher. Series todas que tienen completos catálogos de paletos, ricos y decadentes bellezas sureñas.
El pasado
El pasado es importante para un pueblo estancado. En Nueva York o California la gente entra y sale persiguiendo sueños futuros. En el sur, la gente sueña con el pasado. Lo glorifica. Lo escenifica.
La aristocracia venida a menos recuerda que el abuelo del abuelo combatió junto al general Robert E. Lee en Gettysburg. Los políticos suman votos apelando al viejo esplendor. Un paleto, un voto.
De aquel esplendor nada queda excepto las tradiciones: en el sur todo es mejor o, al menos, sureño. Una novia sureña es una novia sureña. Hay una legión de paletos empeñada en mantener las tradiciones financiadas por el cacique.
La religión
La escritora Flannery O’Connor, una de las fundadoras, sin proponérselo, del gótico sureño, escribió en 1960:
«En el sur, la concepción general del hombre sigue siendo, en gran parte, teológica. (…) El sur es ciertamente Cristo-obsesivo».
Hoy, en nombre de Dios, en Missouri, una mujer que usa anticonceptivos puede ser despedida del trabajo y echada a la calle por el casero. Sin explicaciones. Missouri es uno de los estados del sur donde los políticos y los jueces hacen leyes con la mirada puesta en el Antiguo Testamento.
El detective de policía Martin Hart (Woody Harrelson) de True Detective es un claro ejemplo de sureño dispuesto a golpearte si cuestionas la religión. No repara en que poner cuernos a la esposa y santificar el matrimonio son incompatibles. Este policía de ciudad no es diferentes de los paletos que en The Preacher, que asisten a misa cada domigo mientras que incumplen de lunes a sábado cada uno de los mandamientos, excepto el primero (Amarás a Dios sobre todas las cosas), a veces.
El tono
El gótico sureño es ante todo un tono y un tempo propios. Las narraciones parecen afectadas por el ritmo que impone la tierra y el clima. Las series pueden comenzar con un crimen (True detective I) o la alusión a un acto de maldad extrema (Bloodline), pero lo que continúa es un cuadro de personajes hasta el siguiente crimen.
El gótico sureño es un subgénero que mezcla las cuestiones sociales con la violencia. La segunda es consecuencia de la primera. Generalmente, hay una mirada compasiva hacia el paleto, aunque este sea violento. El paleto no lo es por voluntad, sino que es el resultado de las políticas locales. Un paleto, un voto. Un pelele en manos del cacique local cuyo retrato nunca es favorable.
Mientras desfilan parias y desheredados que sostienen ideas de los señores, la violencia se asoma a cada plano. Está la sensación de que el mal ronda… y puede aparecer en el siguiente plano.
Hay series de televisión lentas y luego está el gótico sureño. De otra manera, no entenderíamos el por qué de la violencia.
Crédito primera imagen: Ozark (Netflix). Buitres y dinero.
2 respuestas a «El aroma del gótico sureño en la televisión»
Por favor!, corrijan esto: «El escritor Flannery O’Connor, uno de los fundadores, sin proponérselo, del gótico sureño», Flannery O´Connor fue una mujer
Es imperdonable. Lo sé. Lo he corregido. Gracias, Julia.