El entorno exterior en el que vivimos nos produce momentos de placer. Pero a una sucesión de momentos placenteros no se le puede llamar felicidad. Ésta hay que buscarla en el interior de cada uno y tiene mucho que ver con la felicidad de los que nos rodean. Lo dice Matthieu Ricard, el hombre más feliz del mundo.
Tras doctorarse en genética molecular en el Instituto Pasteur, Ricard decidió abandonar su carrera científica y entregarse por completo al budismo tibetano. Hoy vive en Nepal y es asesor personal y traductor de francés del decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso. En 2007 fue considerado el hombre más feliz del mundo, después de que el laboratorio de neurociencia de la Universidad de Winsconsin estudiara su cerebro mediante resonancias magnéticas.
Matthieu Ricard insistió, en el II Congreso Internacional de la Felicidad que organiza el Instituto Coca Cola de la Felicidad, en la necesidad de cultivar nuestro interior para poder conseguir la auténtica felicidad. “A menudo buscamos la felicidad donde no está y eso produce frustración, desaliento y desilusión”, dice Ricard, “y a veces la confundimos con el placer sin darnos cuenta que el placer es cambiante”. Para este monje budista, el placer cambia con el tiempo y puede llegar a transformarse en lo opuesto. “La música más deliciosa produce mucho placer, pero deja de producirlo cuando la escuchas 24 horas seguidas”.
La auténtica felicidad no está en el mundo exterior. De lo contrario no se entendería que gente que tiene todo lo necesario (material) para ser feliz sufra depresión. “Podemos ser desgraciados en un paraíso y estar llenos de fuerza en las condiciones más adversas”. Ricard insiste en que controlar las condiciones externas no está en nuestras manos. “Un maravilloso puesto de trabajo hoy puede ser mañana un número más en el paro”.
¿Y cuál es su receta para ser feliz? Se llama amor altruista y consiste en ayudar al mundo. “No podemos vivir siempre en la burbuja del yo, yo y yo, y preocupándonos únicamente en nuestra propia felicidad porque los seres humanos no somos entidades separadas y la búsqueda de la felicidad de uno mismo está vinculada a la felicidad de los demás”, explica Matthieu Ricard.
Querer que los demás sean felices es amor altruista. Y según Ricard, no es una utopía. “El potencial lo tenemos todos pero, como cualquier cualidad humana, hay que cultivarla y requiere práctica y esfuerzo”. Dice este monje que no podemos sentir odio y amor por algo o alguien al mismo tiempo. “Por eso, si llenas tu mente con amor altruista menos espacio quedará para el odio”.
Además, decir “yo soy así” ya no vale como excusa para no cambiar. Según Ricard, todos somos flexibles y lo importante es tener paciencia. De hecho, algunos contemplativos se pasan años buscando ese amor. “Nos fiamos de la ciencia y dignificamos a algunos científicos. Cuando un médico nos dice que caminemos más, nos lo creemos. Ahora lo que necesitamos es hacer gimnasia de amor altruista y la meditación es un buen ejercicio”.
El hombre más feliz del mundo hizo una aclaración antes de terminar: Hay que ser altruista no solo con los seres humanos, también con el medio ambiente y el entorno en que vivimos. “Los animales son nuestros amigos y yo no me como a mis amigos”, concluyó Matthieu Ricard.