El paso del tiempo acaba con muchas letras. As, erres o jotas que durante mucho tiempo anunciaron una sala, una marca o una estación yacen hoy en cualquier estercolero. Otras tuvieron más suerte y fueron rescatadas por dos alemanes amantes de las tipografías. Barbara Dechant y Anja Schulze comenzaron a recoger caracteres y letreros que ya nadie quería y que encontraban en almacenes o basuras camino de la muerte.
La recolección empezó hace seis años en Berlín. Le dieron forma de organización sin ánimo de lucro y lo constituyeron como un museo. El Buchstabenmuseum nacía, según sus principios, “inspirado en un entusiasmo por la tipografía y una pasión por preservar los caracteres y los signos tipográficos”.
La intención era (y sigue siendo) recoger, restaurar y mostrar letras y caracteres de la ciudad de Berlín y de cualquier otra parte del mundo.
En estos seis años se han rescatado más de cien letras que iban camino de la destrucción. La E de un letrero de la película de Quentin Tarantino Malditos bastardos o la E de Albert Einstein que decoró Berlín durante el 50 aniversario de su muerte, por ejemplo. O los luminosos de AEG, la cadena de hoteles Holiday Inn y la compañía automovilística Daimler Crysler.
Los impulsores de Buchstabenmuseum se dedican a preservar y documentar estas letras, que, para ellos, son también “objetos históricos”. Esto los convierte, según dicen, en un espacio para el recuerdo del pasado y, a la vez, un laboratorio de reflexión actual sobre la tipografía.
La organización sin ánimo de lucro asegura que es el único museo en el mundo que se centra en las letras, de forma individual, como símbolos. La sala de exposición, ubicada en el centro de Berlín, tiene desde mayo pasado un nuevo aspecto.
Dos estudiantes, Marcus Hahn y Wolfram Schmeisser, han diseñado el nuevo espacio de exhibición para que las letras puedan recobrar algo del esplendor de antaño. Puede que así, aunque dentro de un escenario ficticio, vuelvan a sentir la función que tuvieron en otra época.