Un hombre con un ojo gigante a modo de cabeza. Porta un mensaje escueto, contundente, mordaz y sutilmente ofensivo. La gente le fotografía, se ríe, se indigna. Los más osados hablan con él, le discuten, le insultan… ¿De qué va esto?, ¿se trata de algún tipo de promoción?
El ‘Ojo que todo lo ve’ responde al nombre de Greg Grisham, norteamericano de cincuenta y tantos, enjuto, afable y tenaz. Bajo el ojo gigante se esconden unos ojos pequeños, de mirada penetrante, con los que escruta el alma de su interlocutor: “El ojo es el símbolo del nuevo orden mundial. También la representación de Dios y del dólar (¿acaso no es lo mismo?). La gente me dice: “Greg, con ese ojo gigante pierdes credibilidad” y yo contesto: si no fuera por él nadie haría ni puto caso al mensaje escrito en la pancarta”.
¿Y qué dice la pancarta? En un elevado número de las ocasiones, alguna alegoría a los atentados del 11-S, un “trabajo interno” del Gobierno de EE UU para instaurar el “Nuevo Orden Mundial”, justificar guerras e invasiones y recortar las mermadas libertades de sus ciudadanos. “Leyes como la Patriot Act son el equivalente a un golpe de estado”, explica este oriundo de Filadelfia que abandonó su país en 1984 y solo ha vuelto en una ocasión, en 2000, un año antes de los terribles ataques del 11 de septiembre.
Que el lector juzgue si fueron “auto” o, como sostiene la versión oficial, varios comandos de terroristas de Al Qaeda armados con cutters. Argumentos a favor de la opción A, denostada con la etiqueta de ‘conspiranoica’, los hay a raudales en los folletos que Greg Grisham reparte en Madrid o en su blog.
Pero el 11-S no es el único frente en el que se enzarza este luchador cuasi solitario (un pequeño grupo de convencidos acompaña al Ojo que todo lo ve en sus demostraciones, siempre sin permiso de la autoridad (in)competente). La lucha de sexos, la publicidad o la sociedad de consumo son también diana de sus afilados eslóganes.
“La única vez que han conseguido que me vaya fue hace poco, que salí por Gregorio Marañón (cruce de gran trasiego de coches en el Paseo de la Castellana) con una pancarta que decía “La mujer, electrodoméstico deportivo”, una mensaje contra la sexopublicidad. Una patrulla de la Municipal se acercó para decirme que retirara la pancarta. Al parecer, me dijeron, tenían la centralita bloqueada por la cantidad de llamadas de protesta que estaban recibiendo”.
Ofender. Escandalizar. Dar que pensar. Despertar. Son las patas de la estrategia –voluntariosa, quijotesca- de Grisham. “No vamos a ganar la guerra pero merece la pena luchar cada batalla”, me cuenta. Su lucha particular es en las distancias cortas y siempre a la contra de la opinión dominante. Si los funcionarios o los indignados salen a protestar por los recortes, él se burla de sus mezquinas demandas: “No me importan las guerras, quiero mi paga extra”. Por eso, Greg y los suyos nunca estarán con la mayoría: su lugar está en el disenso. ¿Qué pasaría –le pregunto- si un día una manifestación multitudinaria recorriera Madrid exigiendo “la verdad sobre el 11-S”? “No iría. Pensaría que mi trabajo ya estaba hecho. Y me iría a surfear”.
Más información sobre Greg Grisham en Investigar 11-S. Foto: Tirofotos y Rafapal.
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