Hace un par de semanas The Learning Channel emitió un programa llamado “Sister Wives” (Esposas Hermanas) que narraba la vida cotidiana de una familia de Utah: los Brown. No son una familia cualquiera, pues la componen un marido y sus tres esposas.
Lejos de allí, en California, se encuentra la mansión más lúbrica de la reciente historia pop. Un abuelo octogenario se pasea en pijama por sus amplias estancias, repartiendo favores y caricias a las rubias que comparten techo con él. Su última novia afirmaba recientemente que nunca había visto desnudo al fundador del imperio Playboy, y que rara vez le duraba más de dos segundos, razón que esgrimió para cancelar su inminente compromiso matrimonial. En España tenemos un caso parecido, la Duquesa de Alba, cuya decrepitud y abultado patrimonio no le impiden acaparar las portadas de las revistas en las peluquerías y salas de espera. No sabemos si pasea en pijama por el Palacio de Liria, pero ahora que ha muerto Lucien Freud… ¿quién inmortalizará a Cayetana y a Hugh compartiendo desnudos un sofá de terciopelo?
Las enseñanzas de J. Smith (no confundir con la marca de zapatillas deportivas) son claras, pues tomó a más de treinta esposas, según parece aconsejado directamente por Dios, como dejó escrito en su impagable best seller “El Libro del Mormón”.
Y hablando de libros, la actual ministra de cultura de Guinea Ecuatorial, Guillermina Mekuy acaba de publicar su tercera novela, “Tres almas para un corazón” (Ed. MR Narrativa), en la que defiende abiertamente la poligamia. Escritora muy prometedora que ya exploró conflictos entre sexo y religión en sus dos anteriores títulos, admite sin tapujos las ventajas de este tipo de asociaciones entre un hombre y varias mujeres. Y que nadie se equivoque, no hablamos de la poligamia encubierta que propugna el Islam, Guinea Ecuatorial es un país de profundas raíces católicas, eso sí, tamizadas por el animismo y las creencias locales. Da la casualidad de que la Guinea de al lado, Guinea Conakry, es el país de procedencia de Nafissatou Diallo, inmersa en un embrollo de proporciones cósmicas a propósito del apetito mujeriego del otrora todopoderoso Dominique Strauss-Kahn. DSK es un macho alfa con un harén considerable, cuya favorita es la también millonaria Anne Sinclair, pero que cuenta entre sus huríes con periodistas ultrajadas y sus propias madres, capaces de confesar entre lágrimas en cualquier late show americano que ellas también gozaron del priápico exdirector del FMI.
Pero volvamos a Utah. Kody Brown y sus tres esposas están huidos de la justicia desde que tuvieron la osadía de defender en televisión su peculiar estilo de vida. La ley es muy clara, y considera la poligamia un delito penado con cárcel. Y sin embargo, Hugh Hefner siempre se ha jactado de vivir con siete conejitas rubias, dormir (o lo que quiera que haga) con cada una de ellas un día distinto de la semana, mantenerlas y, en general, hacer todo lo que se supone que hace un polígamo en pijama. Y esa proeza la comparte mediáticamente con todo el mundo sin que un agente llame a su puerta para tomarle declaración. ¿Acaso California permite la poligamia y Utah no lo hace? Ningún estado la permite.
Curiosamente, la poligamia carnal y efímera es lo que cultiva el subgénero porno del gang-bang, pero en sentido inverso, ya que es una mujer la que goza de un grupo de esforzados machos beta (en este caso, el macho alfa suele ser el productor de la película).
La clave está en ese pijama a medio camino entre el esmoquin y la capa de drácula, que combina colores de vino tinto y fastuoso negro satinado. Ese que nunca se quita para copular con sus conejitas… durante dos segundos.
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