¿Qué tienen los chismes, los cotilleos, que nos gustan tanto? Para el ser humano, son como la luz para las polillas. Nos atraen y nos atrapan, cegándonos. Porque ¿a quién no le gusta un buen cotilleo o chisme?
Lo cierto es que los chismes, definidos por la RAE como noticia verdadera o falsa o comentario con que generalmente se pretende indisponer a unas personas con otras, ejercen un gran poder sobre nosotros. De hecho, que el cotilleo, sea verdad o no, es lo de menos, lo importante es que sea jugoso. Y es interesante que los definamos con este adjetivo jugoso, porque implica que los cotilleos se degustan y paladean. Un buen chisme se saborea lentamente, se le da vueltas, se come a poquitos, no se traga sin más. A los chismes les damos coba, como si fuera un gran pastel, que hay que alargar al máximo en nuestra boca.
Y es curioso que, aunque su consumo sea pausado y tranquilo, los cotilleos, cuando viajan, viajan rápido, mutando constantemente. Hace años en el trabajo decidimos poner en marcha un pequeño experimento para medir la velocidad a la que viajan los chismes y su capacidad de transformación por minuto. Soltamos un cotilleo en la oficina y monitorizamos el tiempo que tardaba en llegarnos de vuelta.
El resultado fue el esperado. En menos de un día, el cotilleo nos había sido devuelto. Porque los chismes viajan a una gran velocidad, sobre todo, si implican a gente conocida y tratan sobre temas que nos afectan directamente. Y, junto a su velocidad, descubrimos que, al igual que la energía, los chismes no se destruyen sino que se transforman. Cada persona por la que pasa tiende a introducir modificaciones que lo enriquecen y lo hacen aún más jugoso si cabe.
Según el libro del doctor Miguel Ruiz+ Los cuatro acuerdos, los chismes son magia negra de la peor clase. El autor los define como puro veneno. Por eso nos gustan tanto, porque somos una sociedad que tiende a lo negativo, nos llama la atención y nos cautiva sin remedio. Y esto ocurre en parte porque los chismes, cuyo fin normalmente es hacer daño a otra persona, permiten subir nuestra autoestima, poniendo de manifiesto que siempre hay alguien que está peor que tú o que ha dicho o hecho algo que no debía. El ser humano es así. Ver que alguien se siente peor nos hace sentir mejor. Un sinsentido del que todos formamos parte.
Lo que me pregunto es cuántas veces hemos sido el origen de un rumor o de un chisme. Porque crear un rumor te hace sentir importante, te convierte en el foco de todas las miradas. Eres el que sabe, el que primero se entera de algo que los demás desconocen. El que tiene la información jugosa. Y eso, en una sociedad que vive de la exposición y del show off, tiene un gran valor.
El rumor es fácil de crear. Solo hay que tener algo de imaginación, mucha malicia y estar aburrido, tener sed de venganza o afán de protagonismo. Porque el generador de cotilleos asciende en la escala social. De repente, se convierte en alguien, en un referente al que acude a la gente para nutrirse de temáticas que poder compartir en sociedad. Un título no honroso, pero deseable por algunos.
Pero no solo el que crea el rumor es un creador de veneno social. Tan culpable es el que crea como el que lo difunde. ¿Cuántas veces hemos hecho caso y contribuido a trasmitir un cotilleo sobre otra persona sin haberlo contrastado antes? Me atrevo a decir que muchas veces, porque lamentablemente es más fácil creer en un rumor que en la verdad. Creer de primeras requiere menos esfuerzo que cuestionarse las cosas.
Cuestionarse un tema implica investigar, preguntar, pensar y forjarse una opinión propia, algo que requiere un cierto esfuerzo y, como ya sabemos, los seres humanos somos vagos por naturaleza y el esfuerzo es algo que no suele ir con nosotros. Por eso, la próxima vez que te llegue un rumor, un cotilleo, un chisme párate para descubrir la verdad que hay detrás. Dedica un tiempo a investigar. No seas el primero en darle crédito, no seas cómplice. Porque creer que una cosa es verdad no la hace serlo, aunque a veces lo olvidemos en favor del cotilleo.
Raquel Espantaleón es directora de estrategia en Sra. Rushmore.
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