A Carlos Gershenson García, un académico miembro del Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS), le llevó diez años dar con el sistema más útil y perfeccionado para solventar el grave problema que supone la densidad del tráfico en ciudades como México DF. Ahora cree que lo tiene. Ni policías ni señales petrificadas. Él ha inventado los semáforos inteligentes.
Su sistema, desarrollado en la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), permite a las señales luminosas decidir por sí solas si es conveniente usar la luz verde o la roja en un cruce en función a cómo sea la situación del tráfico en la zona donde están plantadas. Ellas lo analizan solitas y por su cuenta.
La idea del investigador fue inventar una forma de organizar estas señales de acuerdo a los elementos inmediatos que tenían alrededor. No le convencían para nada las centrales de control vehicular que tratan de resolver sin éxito los problemas de tránsito, “porque no toman en cuenta las condiciones reales de las zonas pequeñas”, resuelve la falla.
El sistema de Gershenson García, que a lo largo de este año se pondrá a prueba en las calles de Ciudad Universitaria (Ciudad de México), consta de un algoritmo de seis reglas y simulaciones por computadora. Con esos elementos, unas cámaras-sensores y un dispositivo de procesamiento de video, asegura que los semáforos serán capaces de tomar decisiones puntuales sin la supervisión de la central vehicular. Es decir, decidir en cada momento a quién darle paso habiendo observado desde su puesto cómo se está desarrollando el asunto por el asfalto.
Según el creador, que ya tiene listos los prototipos para el proyecto piloto -para el que asegura que tendrá en cuenta el «transporte público y privado, el flujo peatonal y el de ciclistas»- los beneficios de sus semáforos pasan también por el ahorro de «un millón de toneladas de dióxido de carbono al año, que equivale al ahorro de más de 10 líneas del Metrobús de la ciudad, y el costo para implementarlo es mucho menor que una sola línea».
La nueva aspiración del docente es que el Gobierno de la ciudad considere lo que él trata de dejarle claro a todas luces. Literalmente. Que su sistema, que bien le ha costado pulirlo, es mejor que lo que hay hasta ahora. A su juicio deberían empezar a probarlo si quieren olvidarse de la grave mala relación de esta urbe con su sociedad rodante.
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