El sombrero de Heisenberg (Breaking Bad) es propio de un villano-cliché de bajos fondos muy anterior a las andanzas de Walter White. Vince Gilligan, creador de la serie, deconstruye el cliché y crea un icono popular. Esto es una proeza.
Por lo general, una historia es un viaje a través de las emociones que comienza en territorios conocidos (el hogar, la familia, un trabajo común) y continúa en territorios desconocidos (un romance a contracorriente, un artefacto nazi o una invasión alienígena).
Por supuesto que hay excepciones. Un ejemplo: todo Bond comienza con una espectacular escena de acción, pero ojo, con frecuencia ocurren en paisajes urbanos que reconocemos. Más tarde, el agente 007 se moverá entre localizaciones para turistas multimillonarios, entrará en la guarida del villano propia de la ciencia ficción y conocerá un ejército de secuaces tan letales como paródicos.
La ciencia ficción en el espacio también recurre a comienzos mundanos. Por ejemplo:
Hay un porqué en los comienzos con personajes y entornos populares, aunque estén situados en un mundo fantástico: guionistas y cineastas buscan que el público se identifique pronto con los protagonistas. Está claro que el camino sencillo es partir de un personaje cliché para vestirlo con matices.
«No me importa partir de un cliché sino llegar a él», dijo Hitchcock, pero cualquiera de sus colegas de profesión podría haberlas pronunciado. Por esto, no cuesta en los primeros minutos reconocer como protagonistas figuras como estas:
Vince Gilligan —creador de Breaking Bad— consigue una proeza con el cocinero de meta: partiendo del cliché del profesor tímido llega a otro: el villano maquiavélico con disfraz. Un disfraz limitado a la cabeza:
El sombrero pork pie está asociado a la cultura rude boy que surgió en Jamaica en los 50 entre los músicos de jazz y ska. Esta cultura se popularizó en el mundo y llega a nuestros días.
Rude boy se podría traducir como chico maleducado o grosero, aunque quizá, lo justo sería decir chico malote.
El público del cine asocia el sombrero pork pie con gente de la calle: el músico callejero, el adolescente vintage que aparenta ser guay, el buscavidas, el camello enrollado.
Walter White elige el sombrero pork pie y las gafas de sol buscando pasar desapercibido, pero no ignora que le otorgan cierto aire malote, de hombre que aprendió en la escuela de la calle. En fin, Walter White se disfraza como muchos de nosotros haríamos influenciados por las películas de mafiosos de poca monta.
La influencia del cine en Walter White es evidente en el capítulo 1×07 de Breaking Bad (A No-Rough-Stuff-Type Deal) en el que Walter White y Jesse Pinkman se reúnen con Tuco para renegociar las cantidades de meta.
El encuentro tiene lugar en un desguace de coches. La escena comienza con Walter White jugueteando con el sombrero pork pie, que aparece por primera vez.
Jesse Pinkman se burla de él:
JESSE: ¿Un desguace? ¿Escogiste este lugar?
WALTER: ¿Qué tiene de malo? Es privado.
JESSE: Es el sitio donde los que no son criminales piensan que se venden drogas. (Teatral). «Lo vi en una película. Mírame».
WALTER: Dime dónde haces tus negocios.
JESSE: ¿Qué te parece Taco Cabeza? Hago muchos negocios en Taco Cabeza. Es agradable, abre 24 horas… Y no han matado a nadie en Taco Cabeza.
En la escena de arriba, el sombrero es un atrezo cómico. Así, de tapadillo, Vince Gillian introduce un objeto que acabará siendo tan poderoso para Walter White como la armadura para Tony Stark. De paso, otro cliché se cuela: los lugares apartados donde los criminales hacen sus negocios. Esto será otra seña de identidad de Heisenberg.
[pullquote] «Dale una máscara y os dirá la verdad». Oscar Wilde. [/pullquote]
El sombrero de Heisenberg funciona para Walter White como las máscaras para los actores del teatro clásico griego. Aquellas máscaras tenían dos funciones:
Un ejemplo de la función de máscara:
Walter teme que Gus se deshaga de él y compra un revolver a un traficante de armas. Aquí, Walter actúa como un ciudadano corriente que quiere un arma para defensa personal.
Cuando Walter está en su coche frente a la casa de Gus, está nervioso y asustado, pero se coloca el sombrero y cambia la expresión: ahora es Heisenberg: el tipo que consigue lo que quiere. Sale del coche decidido al objetivo, pero una llamada de Mike desmonta a Heisenberg: «Vete a casa, Walter».
Walter es la palabra antimágica: la que rompe la burbuja de irrealidad de Heisenberg.
Nosotros como público, compartimos la inquietud de Walter y nos excitamos cuando se coloca el sombrero pork pie y se encamina a la casa de Gus. Este sombrero, este cliché ha dejado de ser un cliché.
Lo interesante es que el público de Breaking Bad sigue la evolución de la carrera criminal de Walter White como Heisenberg y acaba otorgando al disfraz un poderoso significado, tanto como para el protagonista.
Si la historia de Walter White hubiera comenzado con Heisenberg en el apogeo del poder y la fortuna, la máscara no tendría la misma fuerza simbólica. Quizá el público hubiera considerado que Heisenberg no era distintos a otros mafiosillos del cine y la televisión.
Como diría el zorro de El principito: se ha creado un lazo entre el público y Walter White. De manera que cuando se convierte en Heisenberg, este ya no es un villano semejante a cien mil villanos con sombrero, gafas y barba. Por esto nos duele cómo Mr. Hyde destruye la familia de Walter White. Pero es inevitable: Breaking Bad sigue la ruta de una tragedia griega.
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