Kenton Lee es un estadounidense que en 2007 estaba trabajando en Nairobi (Kenia). Viviendo en aquel país africano, se dio cuenta de un grave problema de fácil solución que sin embargo nadie había resuelto. Una niña de un orfanato que se cruzó en su camino llevaba puestos unos zapatos que le quedaban ridículamente pequeños. «¿No sería genial si hubiera un zapato que pudiera ajustarse y ampliarse para que los niños siempre tengan un par de zapatos que les valgan?», cuenta que se preguntó en ese preciso instante.
La preocupación la convirtió en proyecto. Because International, la plataforma que fundó en 2009, es una organización sin ánimo de lucro enfocada en buscar «soluciones caritativas prácticas» para poblaciones que viven en pobreza extrema. Su primer proyecto sería The Shoe That Grows (el zapato que crece), «un calzado ajustable que puede crecer a la vez que el niño y protegerlo de las enfermedades transmitidas por el suelo». Una solución a este sencillo pero atroz problema que encontramos en Big Think.
El zapato está fabricado con cuero, caucho comprimido y broches. «Materiales simples y sin partes mecánicas de engranajes que se rompan. Fácil de limpiar y fácil de usar», explica el fundador. «Con la ayuda de broches y correas ajustables, puede crecer hacia el frente, hacia atrás y hacia los lados para adaptarse a cinco tallas diferentes. Y gracias a los materiales de calidad tienen una duración de cinco años, a pesar del uso intensivo».
Lee había ido a hablar con el director del orfanato donde vivía aquella niña. El responsable del centro le había informado que recibían donaciones de Estados Unidos de vez en cuando, pero que los niños crecían rápido y cada seis meses les quedaba el calzado pequeño. «Solo les quedaba esperar a la próxima donación o cortar los zapatos por delante para poder seguir utilizándolos», cuenta el germen que le llevó hasta su idea.
Lo que pretendía Because International con la fundación se su proyecto es que empresas, ONG y particulares pagasen por estas zapatillas crecientes para poder ser repartidas entre la población infantil de diferentes países a través de organizaciones solidarias que trabajen en esas regiones. En enero de 2014 la organización logró fondos suficientes para producir y distribuir 1.000 pares de zapatos a niños en Kenia. Un logro al que continuó un pronto envío de otros 5.000 pares.
Lee recuerda que tres mil millones de personas en todo el mundo viven con menos de 2 dólares al día. Y que «más de dos mil millones, entre los que se encuentran 300 millones de niños, sufren enfermedades transmitidas por parásitos que se encuentran en el suelo debido a la falta de ropa o calzado».
Para poder colaborar con The Shoe That Grows la plataforma facilita la compra (en forma de donación) de zapatos que pueden adquirirse por pares o por lotes. Incluso han creado una bolsa en la que caben 50 pares para que la mercancía pueda ser transportada en avión por cualquier viajero.
«Esta organización lo que busca es escuchar a los que viven en la pobreza extrema para atender sus pensamientos, sus ideas y sus sueños de una vida mejor. Y luego trabajar juntos para ayudar a que esas ideas se hagan realidad. Unos simples zapatos que le queden bien a un niño pueden mantenerle saludable y feliz. Listo para dar el siguiente paso para su futuro».
Categorías