Es posible que nuestro querido lector se haya levantado esta mañana y le haya dado por programar una tarea que tenía pendiente para algún momento del futuro. Es posible, incluso, que haya dado un paso más allá y haya dejado constancia de su compromiso en un calendario o en la lista de To Do’s de su smartphone. Hasta podría haber implicado a otras personas con la total convicción de que el hecho futuro tendrá lugar. Desde aquí lamentamos tener que decirle que es posible que haya hecho el primo.
Todo lo que vaya a ocurrir es una entelequia. Al menos, de momento. Independientemente de las buenísimas intenciones que le ponga el lector o de los compromisos que adquiera con su Google Calendar. El futuro no existe. Es decir. Sí, el tiempo seguirá pasando y en algún momento nos encontraremos en un punto del tiempo distinto al que nos encontramos y diferente del que acaba de escaparse hace unos segundos. Pero desde aquí, o mejor dicho, desde ahora, el futuro es esa gran incógnita que nunca termina de resolverse.
Y no es porque no lo hayamos intentado. Durante prácticamente toda nuestra historia, hemos tratado de predecir lo que vendría. Hemos llegado, incluso, a desarrollar una disciplina científico-social, la futurología, dedicada a explorar, de la misma forma que la historia echa la vista hacia atrás para estudiar lo que hubo, lo que habrá.
LOS ARQUETIPOS DE FUTURO DE JIM DATOR
La futurología, en su afán por discernir acerca del caos que vendrá, ha dedicado parte de su literatura a estudiar las manifestaciones culturales del futuro. Y en ese campo Jim Dator es el capo di capi.
Dator es profesor emérito y exdirector del centro hawaiano de investigación para estudios del futuro (Hawai Futures), que bien podría ser un organismo sacado directamente de la serie Westworld de J.J. Abrams. Dator es, además, el padre de la tipología de futuros. O mejor dicho, de la tipología de aproximaciones al futuro. Porque si clasificar el futuro es una imposibilidad inherente a su condición de ídem, lo cierto es que nada impide que categoricemos los relatos que nos contamos sobre él.
Ese es el punto de partida de la exposición La gran imaginación. Historias del futuro que ocupa la última planta del Espacio Fundación Telefónica hasta el próximo 22 de abril. La exposición, comisionada por Jorge Camacho, experto en futuros, ofrece un recorrido por diversas evocaciones de tiempos venideros que han sido elaboradas a lo largo de la historia. Y empieza, cómo no, con los arquetipos de Jim Dator.
De acuerdo con el trabajo de Dator, siempre que el ser humano ha tratado de hacer una predicción o una descripción de lo que se avecinaba, ha terminado por hacerlo de una forma que encajaba en uno de cuatro arquetipos: continuación, límites y disciplina, colapso y declive y transformación.
BUSINESS AS USUAL
El de continuación es aquel futuro en el que no hay ruptura con el presente. El mundo continúa con el business as usual, las economías siguen creciendo, la tecnología avanza y la calidad de vida de los humanos avanza (o no) con ella. En cierto sentido continúa con la expansión del modo de vida americano (el modelo de Dator nace en una universidad americana en los 70) y con el hipercrecimiento del modelo capitalista.
En el modelo de continuación, las empresas que capitalizan ese crecimiento llegan a tener un poder considerable. Si el espacio terminase por conquistarse, el universo acabaría organizado en una suerte de consorcio interplanetario, en cierta medida apalancado sobre esas empresas omnipotentes.
Un buen ejemplo de este arquetipo podría ser la película Blade Runner, de Ridley Scott (1982), en la que la policía se dedica a retirar modelos obsoletos de seres sintientes, pero también la sitcom animada Futurama (1999). Incluso Avatar (2009), de James Cameron, en la que un progreso humano, imparable, termina por obligar a colonizar otros planetas en busca de recursos alternativos a los de la Tierra.
AMAR AL GRAN HERMANO
En el arquetipo de límites y disciplina se produce una transición hacia un gobierno de corte autoritario. Este se justifica en la necesidad de preservar el crecimiento económico, el avance de las sociedades o determinados valores morales. Con estos fines, se establece un control férreo sobre la población. Un control extremo que requiere de la eliminación de derechos civiles como la privacidad o, en casos extremos, incluso de la libertad de pensamiento.
El ejemplo más claro es el de 1984, de Orwell, pero lo cierto es que, ya sea por la tendencia al pesimismo o por la voluntad de crear historias que actúen como advertencia, es un arquetipo de futuro que ha inspirado muchas obras diferentes.
Otros ejemplos son las novelas de El cuento de la criada (Margaret Atwood, 1985) o Farenheit 451 (Ray Bradbury, 1953) o Los juegos del hambre (2008), incluso la descacharrante Brazil (1985), de Terry Gilliam, en la que el protagonista se ve inmerso en una desesperada epopeya provocada por un error burocrático.
EL FIN DE LA CIVILIZACIÓN
En el arquetipo de colapso y declive, algún incidente catastrófico (invierno nuclear, cambio climático, crisis económica, agotamiento de los recursos naturales) impide el crecimiento y la expansión de la humanidad más allá de donde estamos. Desde ese momento, todo va a peor.
El declive de la sociedad nos lleva a vivir como en la baja Edad Media, pero rodeados de los remanentes de la vida tal y como la conocemos. Las infraestructuras comienzan a deteriorarse y los seres humanos vuelven a las condiciones de naturaleza, impera la ley del más fuerte.
La novela tremendísima de Cormac McCarthy, La carretera (2006) y la saga de Mad Max (1979), nos ofrecen buenos ejemplos de la pinta que podría tener el futuro en caso de que llegase el colapso. Por supuesto, la deliciosa Wall-E (2008) de Pixar es también un ejemplo perfecto de cómo podría ser el futuro en caso de un eventual apocalipsis.
No sabemos si es una posibilidad que descartar o tener muy en cuenta, pero lo cierto es que en Estados Unidos ya hay toda una sarta de pirados (los preppers) que se dedican a acumular latas y pilas, convencidos de que el colapso no es más que cuestión de tiempo. Claro que qué no hay en Estados Unidos.
LA NUEVA NUEVA NORMALIDAD
Los arquetipos de transformación serían aquellos que superan la realidad del presente. Previsiblemente por el advenimiento de una tecnología disruptiva que provocará un cambio absoluto de paradigma (¿alguien ha dicho metaverso?). Pero también podría ser por otras circunstancias, como la aparición de una nueva especie que termine por dominar a los seres humanos. La transformación de la vida es tan profunda que no tiene nada que ver con lo que ha existido hasta el momento.
Por ejemplo, sería el caso de El planeta de los simios (Franklin J. Schaffner, 1968), pero también de La máquina del tiempo (H.G. Wells, 1985), en los que otras especies acaban por hacerse con el control del planeta Tierra. Aunque también sería un buen ejemplo Matrix (1999), en el que son las máquinas las que acaban esclavizando a los humanos.
Por supuesto, en realidad, todas las representaciones que podamos hacer del futuro desde nuestro apriorismo se construyen sobre lo que somos capaces de imaginar. Y el problema es que no sabemos hasta qué punto lo que venga podría responder a una posibilidad que alguien haya imaginado o ser algo completamente distinto. Habrá que ver qué pasa. Para eso no hay spoilers que valgan.