“ ‘No tienes nada de suerte.’ No me hacía falta ninguna cookie para saberlo”. – Sara Jessica Parker
Las cookies son pequeños fragmentos de código que hacen que nuestra experiencia online sea exactamente como es hoy en día. Son capaces de recordar nuestras contraseñas, sugerirnos interesantes vídeos basados en anteriores navegaciones e incluso recomendarnos artículos de nuestro portal de noticias preferido.
Y lo que es todavía más importante, recuerdan qué falta en el carrito de la compra si se nos olvida comprobarlo. Los anunciantes también utilizan las cookies en las herramientas más básicas de la web , y es en este punto en el que las cosas se ponen interesantes.
Nuestro interés es proteger la privacidad online, y ya han surgido voces desde ambos lados del Atlántico que reclaman la desaparición de las cookies (algunos lo llaman ‘opt-in explícito’). Irónicamente, los artículos en los que se pone de manifiesto este punto de vista aparecen publicados a menudo en la web en anuncios en los que se han insertado cookies. La lección es clara: necesitamos un ecosistema fuerte en el mundo de los anuncios para seguir alimentando la revolución de Internet.
El caso es que no todas las cookies de los anuncios se crean de la misma manera. Dejan su huella en todos y cada uno de los sitios que visitamos como individuos identificables. Como usuario, eso me supone un gran problema. Las cookies sirven en las campañas publicitarias para calcular el total de los usuarios expuestos a ellas. ¿Y eso realmente nos importa?
De ahí el enfoque en la publicidad basada en el comportamiento online (OBA – Online Behavioral Advertising). Los anunciantes han notado que si prestan la debida importancia a los patrones de navegación online de los consumidores aumentan sus respuestas. ¿Cómo deberían valorar esto los consumidores?
En el anterior ejemplo, contemplo la posibilidad de comprarme un Outback. Subaru inserta anuncios importantes con diferentes opciones del propio producto y de su financiación. ¿Nos molesta o se trata de un valor añadido? En otro ejemplo, ¿prefiero ver ofertas de ropa del sexo opuesto o únicamente para el mío?
Este tipo de optimización seguramente es buena para mí como consumidor, pero por otra parte quiero saber quién dispone de esta información, e incluso si puedo borrarla. La industria de la publicidad online cree que, si se consiguen respuestas acertadas para los consumidores en estos temas, se puede lograr un buen equilibrio.
Que no haya ningún malentendido: la privacidad de las personas debe ser una gran preocupación para todos los participantes online. No se debería poner en peligro la privacidad de las personas en ningún caso.
Los consumidores deberían saber que el anuncio que están viendo es un anuncio OBA y, dentro de este, poder optar por borrar las cookies de OBA. Los medios de comunicación tiene la responsabilidad de explicar las ventajas que OBA ofrece a los consumidores, pero al final es el usuario quien elige. Se debería advertir al usuario al respecto en los anuncios OBA y el ‘opt-out’ debería respetarse estrictamente igual que la información OBA. Habría que distinguir claramente entre las cookies de los anuncios OBA y los que no se basan en OBA.
Convertir las cookies en un monstruo que perjudica nuestra privacidad no hace ningún bien al consumidor. Las cookies en sí no son ni buenas ni malas, y la tecnología y los medios de comunicación evolucionan rápidamente para poder resolver los problemas más importantes.
Pedro Travesedo es Country Manager de Media Mind España
Imagen: justanormalgirl
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