Era evidente que unas uñas arañaban el cristal. Lo que no sabíamos era si lo hacía una rata que se había escapado del laboratorio o era una criatura indescifrable como estas que pinta Óscar Llorens.
El ilustrador empezó a dibujarlas bajo el recuerdo de un viaje a Japón. En ese país había visto que muchas cosas están compuestas por miles de pequeñas piezas perfectamente ordenadas. Es una composición del mundo que le fascina y que convertida en dibujo supone un «estilo abigarrado» donde aparecen «máquinas barrocas, llenas de elementos, pero que mantienen unas proporciones perfectas que hacen que todo funcione perfectamente».
El ilustrador empezó a dibujar retomando esos recuerdos y dejó que surgiera lo que surgiera sin buscar ningún significado concreto. Así fueron apareciendo los tótems espaciales. Estas criaturas en las que Llorens mezcla «el trabajo vectorial con las texturas y el volumen con la iluminación de Photoshop».
El cristal, al fondo, no deja de sonar. Alguien debería mirar si se escapó la rata.
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