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En el ojo ajeno: El verano es una mierda, aunque no lo reconocerás jamás

el verano es una mierda

España en verano es costumbrismo, postal y tópicos. Y el levante es nuestra bandera. Antes muertos que admitir que, en realidad, es un calvario.

El Mediterráneo es una enorme sopa de miso. Huele a algas muertas y coco de bronceador caliente. La radiación lo quema todo, las fachadas, los toldos, la ropa tendida y la retina. Quema el suelo, la arena, el asiento del coche y la silla de hojalata del restaurante, la lata vacía de cerveza y la piel…

Abrazas las vacaciones como un permiso penitenciario. Pero, en realidad, solo cambias una condena por otra. Apartamentos con la altura de miras de los arquitectos de los años 70. Aluminio dorado y celosías de hormigón. Terrazas al fuego, toallas tendidas y acartonadas y motores de aire acondicionado amarillentos o rotos. La misma foto de Tarragona a Cádiz.

Los parkings están llenos. Haces la compra seis veces al día. El apartamento apesta y parecía mejor en las fotos. La conciliación es una bomba de relojería. Hacen falta más matamoscas. Mejor comemos fuera. Los ingleses brillan como panteras rosas en terrazas abrasadoras. Tú eliges sombra y moscas. Menú de chiringuito, paella pasada, plato de cuchara en julio. Espeto y humo denso. Calamares congelados, tinto de verano en lata. Radiolé de fondo.

Acércate y tráeme una revista ¡porfi! Las tiendas se asoman con flotadores, cubos y palas en rejilla, revistas y carruseles de postales descoloridas. El lazo de las chanclas que venían con el TELVA se despega y andas como una foca. Ves familias discutiendo por la sombrilla. El helado se te muere entre los dedos. No quiere vivir. Se entrega. Sangre de fresa en las manos. La revista a perder.

Café con hielo en el chiringuito. El mismo telediario soso, el tour, las playas, los atascos de los que vuelven y los que van. España de vacaciones. Santiago Apostol. Puente y verbena. Aún podemos meter a más gente aquí. Apretémonos, juntemos sudores, donde caben cuatro cabe una provincia.

Llega la noche, por fin apagan el gratinador. El termómetro de la habitación no baja, no va a dar tiempo, vamos un poco más… Le va a caer otra torrada encima sin resetear y a ti también. 3 de la mañana. Barullo ahí fuera. La policía ya ni viene. La maldita primera línea. Tienes el cuello húmedo de sudor desde hace siete días y sigue sin correr el aire.

Con el Aftersun las sábanas se te pegan. La arena del suelo de azulejos acaba en la cama y es como una lija sobre la quemazón de la piel. Quema más pensar que no eres feliz, y que tu verano es invivible. No querías venir, pero no venir era peor. No sabes si contar los días que llevas o los que te quedan. Te repetirás mecánicamente que el veranito es la mejor época del año y que se te ha hecho corto.

Acabará agosto y volverás a esa vida sin vida. Hablarás de las noches fresquitas que nunca existieron, la cervecita fría, la paella auténtica y los momentos con amigos que nunca fueron. Antes muerto que reconocerlo.

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