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En el ojo ajeno: Una historia de intriga empresarial no resuelta

intriga empresarial

Al sentarme en mi asiento, miro a mi alrededor. El vagón va bastante lleno. La gente aún está colocando maletas y hay cierto barullo. Yo voy pensando en mis cosas y de reojo me he fijado que justo delante de mí hay un chico joven con traje y el pelo engominado, porque su teléfono suena y suena mientras se coloca en su asiento.

Su conversación es profesional. El primer dato importante es que son las 7:16 de la mañana. Es de noche aún y en el reflejo del cristal puedo verle lateralmente. Solo oigo su parte de la conversación, pero me imagino a Alan al otro lado, a quien llama por su nombre todo el rato. Es su jefe, con toda seguridad, uno no llama por su nombre y con tanto respeto a un subordinado.

—Alan, sí, sí, sí… Debería estar subido a la web ya. Yo envié la ficha. Sí, sí, sí —dicho muy rápido y con tono sumiso—. Yo le dejé a Laura encargada de eso… No, no, no, he hecho seguimiento… Con Laura no es fácil hablar…. Eso fue en enero, el día 10, el lunes después de Navidad, creo. La ficha la revisé mano a mano con Manuel. Estaba aprobada. Le dije a Carlos que lo dejara en cola con la gente de Tecnología. Y que Laura hiciera seguimiento, como hace siempre… En el estatus ya no lo tenemos.

… Sí, sí, sí, tengo el mail, déjame que lo busque y te lo reenvío. Espera que lo busco… —hay un silencio; en el reflejo veo cómo rebusca en su móvil. Oigo el ruido de captura de pantalla— Te paso pantallazo…. ¡Ah, vale!, espera que lo repito con la fecha… Ahí va.

… Ya, Alan, pero yo no puedo hacer nada más. No puedo hablar con Tecnología directamente. ¿Jurídico? No lo sé, yo no llevo eso. El visto bueno lo dan ellos. Igual lo han parado… Pero nosotros no tenemos visibilidad… Sí, sí, sí… Se lo he dicho a Luisa, de Procesos… Pues hace como un mes, pero aún no lo han solucionado… No puedo hacer más.

… Yo tampoco soy de buscar culpables, pero es que siempre pasa igual… Claro, sí, sí, sí… No, no, no… Sí, sí, sí…. No, no, no… Yo no me encargo de eso… Sí, ahora llamo. Si quieres, puedo mandar un mail a Contenidos, a ver si ellos lo tienen en cola…

Tenemos a Alan, Carlos, Laura, Manuel, Luisa (de Procesos), a la gente de Tecnología, a Contenidos y al susodicho. Y la casa sin barrer. Y  pienso en por qué dejaría yo la gran empresa, ese entramado de gente parásita que tanto me gusta, esa forma de pensar defensiva. Ese mirar hacia dentro de la empresa, no hacia fuera. Esa maravillosa coraza personal que es la jerarquía. Todos esos pasillos grises que solo te llevan a más pasillos… ¡Cuánto lo echo de menos!

El caso es que necesitamos… ¡yo necesito un culpable! Necesitamos saber si es cosa de Tecnología o si lo ha parado Jurídico. Si Laura no es tan infalible como pensábamos, siempre tan diligente y tan borde. Si Manuel se la ha jugado al susodicho por detrás, como hizo el año pasado con los presupuestos. Solo se hablaba de eso en el comedor de empleados. O si Contenidos simplemente se ha olvidado, porque últimamente han incorporado a esos dos content managers modernos que se pasan el día con los auriculares puestos.

Pero, sobre todo, necesito saber cómo deja todo esto al susodicho engominado. Ya ha colgado, pero sigue rebuscando cosas en el móvil y se ha levantado a hablar. Está claramente inquieto. Y yo más. Son ya las 8:07 de la mañana y está amaneciendo. Ya no podré pensar en nada más el resto del trayecto. ¿Estará mal si le pregunto si hay ya un culpable? ¿O pareceré un cotilla oficinista?

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