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En el Ojo Ajeno: Los Pérez y el realismo mágico

Cada mañana, sin excepción, oigo una cuña de Boston Medical Group que es maravillosa. Y que me ha hecho pensar en cómo sería el mundo si de verdad habláramos y actuáramos en la vida real como actúan las personas en la publicidad.

De fondo suena un ñiki ñiki ñiki… Él pregunta: “¿Y ese ruido?”. Ella contesta: “ Son los Pérez…”. El insiste extrañado: “ ¿Pero él no tenía eyaculación precoz y disfunción eréctil? “No, ya no, – termina ella- ha ido a Boston Medical Group y ella está encantada”… muy natural todo, una conversación de lo más cotidiana. Tenemos el oído acostumbrado a la estética publicitaria, pero si uno lo piensa sería cómico si en realidad habláramos así.

Como nosotros vivimos en un mundo publicitario, en mi familia sí hablamos y actuamos siempre así. Ayer mismo estábamos de compras en el súper, y mientras yo elegía entre dos tipos de pan integral, rascándome la cabeza le dije a mi mujer: “no sé, cariño, puede que cueste un poco más pero la calidad es fundamental” y mi mujer me constestó: “así es, Enrique, (me llama por mi nombre de pila sin estar enfadada ni nada) hemos de velar por nuestra salud, si no lo hacemos nosotros quien lo hará” y nos sonreímos… y de pronto nuestra hija adorable apareció de puntillas y metió una caja de galletas en el carrito, lo cual produjo una entrañable carcajada familiar que se contagió a la cajera; bueno ella no vive en nuestro mundo así que estaba limándose la uñas en realidad.

En casa, cada vez que tenemos nata montada a mano (3 o 4 veces al día) siempre ponemos graciosamente una pizca en la nariz de quien tenemos cerca y nos morimos de risa…pero como el repartidor de Telepizza no es de nuestro mundo, el otro día hizo un gesto brusco para esquivar la gracieta y se le cayó la 4 estaciones bocabajo.

Esas situaciones naïf y artificiales de la publicidad, esa forma de hablar de plástico, esas sonrisas imposibles de los folletos de las clínicas dentales, son en realidad parte de nuestra cultura publicitaria, que siguen y seguirán ahí como la versión del realismo mágico de García Márquez llevado al publirreportaje. Así aprendió a hablar la publicidad, en un plano distinto al real, pero conviven de tal manera que ya damos por buenas unas situaciones que son en realidad absurdas.

A mí me encanta que la publicidad ocurra en un plano irreal y mágico porque permite infinitas licencias creativas y narrativas. Casas de diseño, familias rubias en España, grupos de jóvenes que cocinan ensaladas juntos, vidas con música de fondo, efectos especiales y todo ello sin que nadie se lleve a engaño o tenga la tentación de creer que su vida real debería ser así.

Aunque alguno habrá que, como nosotros, viva dentro de un mundo publicitario y confunda realidad y publicidad. Existe un método sencillo para comprobar si es así, basta con acercarse a una playa y comprobar si uno necesita imperiosamente descalzarse y abrir los brazos al cielo como abrazando el mar. O más fácil aún, basta con encontrarse con un amigo por la calle y hablar de cualquier cosa durante 20 segundos y ver si el amigo en cuestión nos suelta una parrafada infumable sobre un producto con número de teléfono y todo incluido. Entretanto, yo, mañana mismo volveré a visualizar a los Pérez dale que te pego y a los vecinos con el diagnóstico clínico sin saber si es cierto o no.

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