De los creadores del post de la semana pasada ‘la comunicación entre sujetos’ llega un nuevo examen antropológico, de andar por casa y sin fundamento, que avanza hacia rutas más complejas de las relaciones interpersonales y grupales: Las reuniones de trabajo, o de NO trabajo, mejor.
Esos encuentros en los que uno se juega cosas importantes: su prestigio, una venta, la opinión de quien tiene enfrente… Parece inevitable pues que uno deje de ser uno mismo.
Reunión con el Jefe o el Presidente. Es imprescindible fijar la idea de que cualquier dato es positivo y constructivo. Sencillamente, al presidente no se le dan malas noticias, solo eufemismos. Bastará hablar de aprendizajes (gran palabra), de vencer las dificultades, de modelos basados en lecturas apriorísticas… y cosas así. El susodicho ya sabrá leer entre líneas. Además, tampoco es recomendable intentar convencer a nadie. En España existe una regla de oro: a mayor rango, uno siempre tiene más razón (que no responsabilidad).
La reunión en la que uno es el jefe. La gestión de la propia vanidad no es asunto baladí. Tiene mucho que ver con la personalidad básica del sujeto. Un jefe reciente será, por lo general, inseguro y dedicará gran parte de su materia gris no a entender, sino a buscar una falla en la argumentación de sus subordinados para afirmar su posición. Sólo con algunos años de experiencia, el jefe será capaz de hacer lecturas transversales de las reuniones a la vez que defiende una posición. Ya sea manejar valores personales, habilidades directivas, gestión del tono y la comunicación, y sobre todo no perderá el objetivo de la reunión… Hay sujetos que jamás llegan a ese estadio ni tras muchos años al frente, o quizás por eso.
Reunión en la que uno compra y otro vende: la dictatorial relación cliente/proveedor. Consistirá en dejar bien claro quien tiene cogido a quién por el mango de su sartén. Es por eso que suelen ser reuniones fluidas y complacientes.
Suele ser habitual en sujetos compradores que asuman su rol fuera del ámbito profesional; y confundan su capacidad de decisión en la empresa con su nula estatura personal, lo que ocasionalmente degenera en personajes que nunca han tenido amigos de verdad, sino cohorte.
Reunión por compromiso. Necesariamente se ha de hablar de entrada de quien ha servido de enlace y concretó la reunión. “Conozco a Miguel desde hace tanto…” pero hay que hacerlo de forma que la reunión pueda derivar en criticar al tal Miguel, especialmente si uno es proveedor. Jamás saldrá algo en claro de estas reuniones, solo un intercambio de tarjetas.
Reuniones sin objetivo claro o para ganar tiempo. Abundan en entornos corporativos complejos. En cada una de ellas resulta imprescindible encontrar una razón técnica para dilatar plazos o convocar ulteriores reuniones; y provocar así un bucle indefinido.
La reunión de brainstorming. Es cuando unos cuantos sujetos deciden ponerse estupendos y creativos. Suelen responder a la llamada de un Gerente vocacional recién instruido por algún libro de Management. Se llama Brainstorming para parecer seria. Pero como vale todo, luego nada vale. Seguir algún tipo de metodología constructiva y de moderación suele ser la parte olvidadiza de la canción.
El Team Building. Desata todas las filias y fobias en un ambiente pueril. El gordo de contabilidad enfundado en un mono de piloto, el presidente vestido de colores, la secretaria prieta como longaniza del país, los informáticos en modo persona. Y en general la puesta en evidencia de las grandes diferencias a nivel personal en la gente que de repente no sabe de qué hablar ni cómo actuar porque está perdida y sin rol. A pesar de que todo transcurra en un entorno rural y democrático, siempre hay bailes de más o abrazos falsos por parte de los sujetos más medradores.
Y por último la reunión en una agencia de publicidad… Pero eso será en otra ocasión. No dejen de seguir estas líneas…