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En el ojo ajeno: Soy un tonto impresionable

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Si hace poco hablaba del turismo a lo Paco Martínez Soria, esta vez me he sentido un poco como él. Después de una semana de trabajo en Los Ángeles, para un tonto impresionable como yo, sólo se puede explicar diciendo que “ha sido toda una jodida experiencia”. (sorry).

Estuve hace un par de años, pero me limite a buscar las diferencias, a ser yo mismo, pero allí. Esta vez, a modo de experimento, he querido ser uno de ellos al 100%. He chillado UHUHUH!! cada vez que algo me impresionaba, he comido hamburguesas como un cetáceo, he apabullado a los bolos a quien se me ha puesto por delante, he chocado palmas con mis amigos a cada broma, he corrido al atardecer por las playas de Santa Mónica, he tenido la sensación de que todo era un jodido escenario.

Me he vestido de Nike y de Abercrombie & Fitch de arriba abajo. He estado en la zona de los Simpsons en los ESTUDIOS UNIVERSAL, he comido las palomitas más grasientas del planeta, he aplaudido un discurso de Obama en la tele, y he jugado a llamarme Henry… Pelín de vergüenza ajena al principio, pero al poco ya era casi irreconocible…

Siendo un poquito más reflexivo, llego a una conclusión son jodidamente buenos en la puesta en escena. En todo lo que hacen. Desde la teatralidad de la policía de aduanas al saludo obligatorio cuando entras en una tienda o el atraco de las propinas. Todo tiene un poso de forzado pero a la vez creíble. Hablan con entusiasmo de cualquier cosa, son inmunes al ridículo y llevan como grabados a fuego un montón de principios éticos que vete tu a saber si cumplen o no.

Y todo eso trasladado al mundo del marketing les convierte en el país de los rótulos, de la publicidad, del exceso de color, de los gestos y la sobreactuación, de la sobrecarga comercial…y aun así son referencia en tantas cosas.

Pero tanta efervescencia al final se acaba, y aunque soy un tonto impresionable, hoy tengo un poco de resaca de consumismo, de la devoción por las marcas y del exceso de oferta. Es un mercado que venera por igual una bebida, como unos estudios de cine o a su bandera nacional. Tanto entusiasmo, tanto ruido. Quizás hayan llegado al punto de saturación, ¿Es posible el agotamiento general del mercado?

Todo esto porque me quedo con la sensación de que están en la fase siguiente, la fase USA 2.0, son un montón de americanos imitando a los americanos. Son los personajes de sí mismos y cada vez más convencidos de su modelo; y la cosa sigue y sigue evolucionando. Hay publicidad y fogosidad hasta en la sopa.

Así que después de experimento me reafirmo en algo que suelo decir últimamente muy a menudo: el mejor destino para un buen viaje siempre es el punto de partida, volver a casa.

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