“…total, que al llegar a la tienda de menaje había un cartelito que ponía: Thermomix, demostraciones y venta el sábado”, dijo Gabriela con una voz temerosa, “y me ha extrañado tanto que te he llamado… ¡¿A quién se le ha ocurrido hacer eso?!”.
Al otro lado del teléfono, su amiga María, quien de alguna manera era también su jefa como Team Leader de la zona, le tranquilizó: “Debe tratarse de un error. Lleva casi 30 años vendiéndose sólo al por hogar, así que no creo que vayan a cambiar al por menor. Te llamo y te cuento mañana, que voy a hablar con la hermana de Carmen, que le corresponde esa zona, pero tranquila, que esto lo soluciono yo”.
La noticia contaminó rápidamente a amigas, presentadoras y Team Leaders. ¡Inaudito! ¡Vender en una tienda!
Al colgar el teléfono, María en realidad ni siquiera llamó a la Team Leader regional, sabía que el modelo de negocio no peligraba. 30 años de actividad, mejora constante del producto, venta exclusiva por demostración y prescripción, equipos de ventas (se autodenominan presentadoras) femeninos e hipermotivados, venta por amistad, garantías de precio fijado, clientes felices que acaban siendo vendedores, militantes, una marca curtida y dura… Y un halo de exclusividad, misterio y calidad desconocidos en el sector de los electrodomésticos… tanto que hasta parece irrespetuoso meterlo en ese saco.
En definitiva, que ya van por 990.000 Thermomixes sólo en España. Y dicen que quieren que 1 de cada 4 hogares la tenga. Del precio no se habla ni en la web y el producto debe ser la pera. Sin faltar a nadie, pero somos pocos lo hombres que conocemos sus auténticas virtudes, pero mantenemos una distancia respetuosa con la máquina, porque es un como un Fórmula 1 que cocina hasta un pollo si se nos antoja.
Yo como mero observador de la marca e inminente propietario, degusto y aplaudo el trabajo comercial minucioso y aplastante de Thermomix por hacer de la distribución al por hogar una referencia mundial.
Por cierto, no fue a mayores: fuera el cartelito y fin de la historia.