Y donde las camas, mesas o armarios eran a la vez elementos funcionales (para dormir, comer o almacenar ropa) y estructurales que se ensamblaban como piezas de Lego pero a escala humana, no para clics de Playmobil. La vivienda podía crecer y adaptarse a las necesidades de sus habitantes y era energéticamente autosuficiente.
Por el uso exclusivo de renovables (y por lo de desmontable) se llamó Solar Kit. La habían diseñado, codo con codo, ingenieros y arquitectos de la Universidad de Sevilla, que también tiene su mérito, y se montó en 2010 junto con otras 16 casas solares facturadas por distintas universidades de todo el mundo, junto al río Manzanares, en Madrid.
Eran los proyectos participantes en el primer Europe Solar Decathlon, un concurso que llegaba a Europa tras cuatro ediciones celebrándose en Estados Unidos. Ha pasado un año. Ya se está moviendo la maquinaria del segundo Europe Solar Decathlon, que tendrá lugar en 2012, de nuevo en Madrid. Y habrá lectores agoreros, quizás influidos por el uso del pasado en el primer párrafo, que piensen que nuestro prototipo hoy estará criando polvo en algún trastero del campus hispalense. Pues parece que no.
“Estamos desarrollando la fase comercial en un escenario de venta real”, explica Eugenio Domínguez, gerente de Wind Inertia, joven spin off de la Universidad de Sevilla, en su sede en un polígono industrial de Mairena del Aljarafe, cerca de la ciudad.
Su empresa, cuyos trabajadores tienen una media de edad de entre 30 y 35 años, se incorporó al proyecto Solar Kit por el flanco ingenieril para diseñar, desarrollar e integrar equipos electrónicos “para la mejora de la eficiencia energética del prototipo”.
Ahora que la I+D está superada van a por la innovación, la adaptación al mercado de lo investigado, esa i minúscula tan pequeñita ella, y tan puñetera. En Wind Inertia no está la estructura de la casa pero sí sus tripas electrónicas, los paneles fotovoltaicos, los dispositivos de monitorización y almacenamiento.
Si yo mañana decidiera tirar abajo los tabiques de mi piso de 60 o 70 metros cuadrados e incorporarle este invento modular, me costaría a partir de 50.000 euros, y en esos muebles-pieza vendría integrado, de fábrica, “el comportamiento técnico y energético” que quisiera (o pudiera pagarme), según tercia Antonio Guillén, project manager de Solar Kit.
Solo con sistemas pasivos (aislamientos térmicos o acústicos), el ahorro energético rondaría el 10%, según prosigue en sus cálculos, y mi hogar pasaría de calificación energética C, la estándar en edificación, a la A. Con sistemas activos (¡la tecnología al poder!) la factura energética se reduciría un 30% y mi casa sería una A++, como un electrodoméstico de los buenos.
También es verdad que la obra subiría de precio, pero tampoco sería un escándalo.“Esta es una construcción de bajo coste. Cuando hablamos de sostenibilidad también tenemos en cuenta la económica. Una solución técnica un 30% más eficiente pero muy cara no es tan sostenible como otra que reduce un 5%, no obstante, llega a mucha más gente”, propugnan sus impulsores.
Fotos: Fernando Alda
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