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¿Estás seguro de que no eres (un poco) facha?

El fascismo es una ideología política. Una ideología que, cuando se estructura en partido, tiene consecuencias letales, tal como se vio en la Segunda Guerra Mundial. Pero antes de eso, el fascismo es un estado de opinión desestructurado. Una forma de ver el mundo que suele darse ante las frustraciones producidas por una crisis económica y sus devastadoras consecuencias en las expectativas de cada uno.

Lo que sucede es que esta forma incipiente de protofascismo resulta difícil de identificar porque su visión totalitaria se camufla en todas las demás ideologías, permaneciendo en el interior de las mismas a modo de tumor maligno presto a la metástasis cuando se den las condiciones necesarias. Por ejemplo, ante un miedo desaforado al futuro mezclado con una sublimación del pasado.

Si a ello le añadimos la aparición de un líder carismático capaz de convencernos de que el origen de todos nuestros males proviene del exterior (otro país, otra raza, otra clase social, otro sexo…), el odio está servido.

El problema es grave, porque al fascismo no se le ve venir. Y eso sucede porque fascistas puros hay muy pocos. El peligro, el verdadero peligro, está en ese fascista que, en mayor o menor porcentaje, todos llevamos dentro. Ese es contra el que hay que luchar. Y no tanto señalando al de los demás como identificando y corrigiendo el nuestro.

Por muy demócratas que seamos, por mucho que aborrezcamos las actitudes totalitarias, siempre hay un tema en el que perdemos ese nivel de objetividad del que tanto nos jactamos, ante los demás y ante nosotros mismos.

O tal vez no. Tal vez en tu caso no se dé esta situación en absoluto y estemos ante el perfecto demócrata que muchos queremos llegar a ser. Para comprobarlo, basta con que leas las siguientes 20 aseveraciones y descubras que jamás te has identificado con ninguna de ellas. Si es así, chapeau. Ojalá hubiera mucha más gente como tú.

Puede que te moleste que alguna de estas frases esté en el listado. Porque eso no es ser fascista. Una cosa no tiene que ver con la otra, concluirás molesto.

Tiene que ver. La tolerancia, el respeto a la ley, la presunción de inocencia, la defensa de las instituciones democráticas, la ausencia de prejuicios, la compasión y la empatía nos vacunan contra un fascismo que permanece, disfrazado pero latente, esperando su oportunidad para regresar de nuevo.

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