¿Observas en ti mismo o en las personas que te rodean comportamientos ‘salvajes’? ¿Ciertos comportamientos durante la reciente Eurocopa te llenaron de dudas? Quizá este artículo te ayude.
Hay casos, como el que nos ocupa, en los que la ciencia solo tiene que dedicar sus esfuerzos a demostrar algo; no es necesario descubrirlo porque es evidente. Simplemente es necesario que se publique un artículo en una revista científica con algunos datos incontestables para que cualquier mindundi pueda hacerse el listillo, levantar una ceja y decir: “Pues claro”.
Cuando la mayoría de las personas piensa en un neandertal se imagina a un ser más parecido a un mono que a un hombre. Un gorila de los hielos raro cazando mamuts y comiéndoselos ahí, directamente, a bocados. Esas imágenes quizá se deban a las representaciones que de los hombres prehistóricos se hicieron en algunas películas de los años 60 y 70, cuyos asesores históricos parecían expertos, más que en antropología, en Los Picapiedra.
La realidad tiene poco que ver con ese estereotipo. De hecho, es posible que los ojos con los que lees esto sean ojos de neandertal, al menos un poco.
“En el tema de los neandertales hay, hoy en día, dos tendencias. Una es la que podríamos llamar ‘conservadora’, que admite la aparición de ciertas capacidades simbólicas y comunicativas de los neandertales en el período de su expansión europea, a partir de hace unos 100.000 años.
La otra está más de moda, y es la que aboga por un simbolismo ya muy desarrollado (arte, pinturas corporales…), una capacidad comunicativa grande y una aparición muy temprana, que los estudiosos del equipo de Atapuerca llevan hasta los 300.000 o 400.000 años, cuando entonces lo que realmente empieza es lo que puede conocerse como un proceso de ‘neandertalización’”.
Quien habla es Josep María Fullola, Catedrático de Prehistoria y director del SERP (Seminario de Estudios e Investigaciones Prehistóricas) de la Universidad de Barcelona, que habló, no solo de una coexistencia física y un nivel cultural similar, sino de algo más. “Recientemente (durante este pasado invierno) se ha publicado que un 4% de nuestro genoma tiene genes neandertales. Es una cuestión largamente debatida, intuida durante mucho tiempo y que, sorprendentemente para nosotros los expertos en estos temas, encendía a la opinión pública y permitía la polémica y el éxito de obras en las que siempre aparecía la historia del cruce genético entre una Neandertal y un Cro-Magnon, o viceversa.
No es de extrañar que en los 10.000 años en que, en Europa, coexistieron los dos grupos, hubiera cruces genéticos y que los genes neandertales perduraran en nosotros”.
Eso no quiere decir que seamos descendientes de los neandertales, “nosotros, los sapiens sapiens, derivamos de una mutación aparecida en el África oriental hace 150.000/180.000 años, y llegamos a conquistar Europa hace unos 40.000 años. Simplemente nos cruzamos genéticamente con ellos hace aproximadamente 40.000 ó 30.000 años, los diez milenios en los que coexistimos. Y nosotros nos impusimos por superioridad tecnológica (instrumentos más funcionales y especializados) y por cohesión grupal (más conciencia de grupo, más elementos simbólicos que unían al grupo, más historias de un origen común, etc.)”.
Siempre me he preguntado qué pasaría si hoy apareciera un neandertal; ¿lo reconoceríamos, o sería simplemente un tío muy feo? “Si apareciera un neandertal entre nosotros sería un ser feo para nuestros cánones, pero bien afeitado y trajeado convenientemente, podría coger el metro a las ocho de la mañana sin problemas. Físicamente sería más bajo, más fuerte, con la nariz achatada como la de un boxeador, pero nada más. Te diré aún más, uno de los tres actores que en la película En busca del fuego hace de Neandertal, Ron Perlman, no va maquillado”.
Otra cosa sería, como ya se preguntaron en el libro Hervir un oso Miguel Noguera y Jonathan Millán, ¿había neandertales guapos? “Depende del canon de belleza; habrá mujeres a las que les gusten los tipos con cara de duros, fortachones y varoniles, y algunos neandertales, bien peinados y arreglados, podían dar perfectamente el pego; en cuanto a las ’neandertalas‘, quizás sería más difícil, ya que los cánones de belleza femenina son mucho más exigentes… Sin querer pecar de machismo, ya me entiendes”.
«Pero está claro que hablaban y que vivían de forma muy similar a nuestros ancestros de la época. “Tenía la capacidad física y mental de comunicarse, seguramente con conceptos físicos y concretos (árbol, piedra, hueso) y no simbólicos y/o abstractos (paz, amor, éxito)».
«Vivían en cuevas y poblados de cabañas, eran cazadores-recolectores-pescadores que explotaban racionalmente el medio en el que vivían, en equilibrio con él. Lo que es seguro es que ese equilibrio se producía por imposibilidad tecnológica de explotación del medio, no tenían el desarrollo tecnológico suficiente para alterar ese medio natural. Eso no se produce hasta el Neolítico, cuando empezamos a deforestar los bosques para poder tener campos para plantar cereales, cosa visible en los análisis palinológicos».
«No hay indicios de jerarquías internas, de elementos de prestigio que estuviesen en poder de algún personaje ’singular‘ del grupo (chamán, sacerdote, brujo…). Se pintaban el cuerpo, enterraban a sus muertos (tenemos unos cuantos enterramientos, pocos, realmente, con ofrendas). Vivían en grupos de 30 o 40 individuos, lo que podemos deducir a partir del tamaño de los asentamientos que excavamos».
«Comían lo que cazaban, carne, pescado y vegetales. Hay que descartar la idea de que cada día comían solomillo de mamut, es decir, que no cazaban grandes animales más que ocasionalmente; la proteína diaria la debía proporcionar una variedad de pequeños animales: lagartijas, sapos, serpientes, ratones, todo lo que se moviera y fuese de fácil captura, y también mucho de procedencia vegetal, frutas, tubérculos, bayas…”.
Para finalizar, respondamos a la pregunta con la que comienza este artículo, ¿podría un neandertal adaptarse a la vida actual hasta el punto de hacer una vida normal? “Su adaptación física no sería excesivamente problemática. Los modales se pueden enseñar, el habla no sé si serían capaces de poder adaptarla a su cognición; su capacidad craneal es la misma que la nuestra, pero sus conexiones neuronales parecen menos desarrolladas que las de nosotros, los Homo Sapiens Sapiens. Lo que, con seguridad hay que descartar, es la imagen del neandertal bruto y salvaje, armado de una porra y arrastrando a una mujer por el pelo”.
Foto: Neanderthal Museum, Foto 2: Andrew Feinberg bajo licencia CC.