La lavandería de barrio suele seguir unos elementos predeterminados elementales. Aversión por cualquier tipo de riesgo, diseño y florituras decorativas que puedan hacerlas destacar. En su ausencia de requerimientos estéticos radica la razón por las que muchos deciden montar un negocio de este tipo: se compra un par de máquinas, se envuelve la sala con un poco de pladur, recursos gráficos facilones y listo. Splash es una nueva línea de lavanderías que busca dotar esta experiencia de algo más. En la entrada encuentras un cartel de neón, la iluminación es tenue, hay wifi y un hilo músical potente. Un lugar perfectamente apto para tomarse una copa si no fuera por que su cometido es otro.
«El cliente es una persona con más de 15 años en el sector que quería apostar por algo distinto. En EE UU y Reino Unido las lavanderías de autoservicio están hiperconsolidadas pero aquí siguen siendo algo no tan común», explica Frederic Perers, el interiorista que ha desarrollado el proyecto.
Este primer local de la compañía tiene 80 metros cuadrados en la calle Diputació, 199 (Barcelona) y es el primero de una línea que los dueños esperan extender e incluso franquiciar. «Es un tamaño más grande de lo habitual pero es en cierto modo su buque insignia», añade el diseñador catalán. El siguiente esblecimiento se abrirá proximamente en la calle Sicila, 344.
Sobre el aspecto de club nocturno, Perers matiza: «Es verdad que muchos han comentado esto pero lo concebí más como contemplar una puesta de sol. Utilicé la luz anaranjada para ablandar la frialdad del acero inoxidable. He querido buscar la simplicidad y la efectividad».
Desde el principio los responsables de Splash tenían muy claro que querían apostar por el mínimo consumo de agua posible, pero dejaron a Perers trabajar con mucha libertad para desarrollar el aspecto e imagen interior. «Realmente nos dejaron hacer. Confiaron en nosotros para desarrollar esa pata».
El espacio está diseñado para ser completamente autosuficiente. Hay una persona que visita para hacer mantenimiento pero todo lo demás se realiza de forma automatizada. «Una hora antes de cerrar se desactiva la puerta corredera del lado exterior. A la hora de cierre la puerta enrollable se cierra sola».
Aunque la naturaleza del local da pie a poder meter otros servicios como un bar, el dueño prefirió apostar por la sencillez. «Tenía claro que no quería generar suciedad. Pensaba que era contradictorio cuando lo que vende es limpieza. Lo que sí hemos hecho es poner una estantería en la que posiblemente se podrían poner libros de segunda mano y algunos juegos de sobremesa para pasar el rato mientras esperas».
(Proyecto encontrado en Springwise).
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