«Tenemos hambre», grita el pueblo de Desembarco del Rey al paso de Joffrey Baratheon. Escrache en tiempos de Juego de Tronos.
—¿Lord Varys?
—¿Sí? —su voz aguda retumba en las catacumbas del palacio real en Desembarco del Rey. Su figura, al fondo, recortada por la llamas de las antorchas.
—Gracias por recibirme.
—Es un placer tener a visitantes del extranjero.
—En el extranjero estamos interesados en lo que sucede en Los Siete Reinos.
—¿Y qué se dice de nosotros?
—Que hay disturbios en Desembarco del Rey.
—Lamentablemente es así.
—¿Puede hablarme de ello?
—Cuando Eddard Stark, señor de Invernalia fue llamado para ocupar el puesto de Mano del Rey Robert Baratheon, encontró que el reino tenía una deuda de seis millones de dragones.
—¿Es una suma elevada?
—Bastante.
—¿Qué hace un reino con tanto dinero?
EL REY CUENTA PENIQUES, EL PUEBLO PASA HAMBRE
—Construcciones a la gloria del reino, torneos, cacerías, regalos, comprar favores y lealtades… Mientras que el pueblo pasa hambre, el rey cuenta peniques. Los acreedores son los Lannister, Lord Tyrell, el Banco de Hierro de Braavos y las compañías financieras de Tyrosh. La Mano quiso reducir los gatos del Estado, pero como sabrá, perdió la cabeza poco después de muriera el rey Robert…
—¿Entonces?
—Joffrey subió al poder y comenzó la guerra por el trono de hierro. Una guerra que se financia con el esfuerzo del pueblo. Y los acreedores no están dispuestos a perdonar ni a demorar lo que se les debe.
—¿Y la clase noble qué aporta?
—Cuando los señores se dedican al juego de tronos, los inocentes lloran, pasan hambre. Los señores tienen que pagar a sus soldados, los banquetes y las putas.
—¿Y el pueblo no responde?
EL PODER RESIDE DONDE LOS HOMBRES CREEN QUE RESIDE
—Quiero contarle una historia… En una habitación hay tres hombres de gran importancia: un rey, un sacerdote y un rico. Frente a ellos se encuentra de pie un mercenario, un hombre sin importancia de baja cuna y mente poco aguda. Cada uno de los grandes quiere que mate a los demás. Decidme… ¿Quién vive y quién muere?
Pienso un minuto:
—Lo siento, Lord Varys, no tengo tiempo para acertijos.
A Lord Varys no le gusta mi respuesta. Quería intrigarme.
—El hombre de la espada no es nadie -señaló Varys-. No tiene corona, ni oro, ni el favor de los dioses, solo un trozo de acero afilado. Pero es el hombre que decide…
—¿Por qué no lo hace?
—Es cuestión de tiempo que los hombres corrientes se den cuenta de que ellos deciden quién o quiénes tienen el poder.
—¿Cuánto tiempo?
ESCRACHE DE TRONOS
—El hambre, amigo mío. El hambre es el principio de toda rebelión. “Tenemos hambre”, gritaba la multitud, pero el joven rey se paseaba con sus mejores galas, como si escuchara el canto de los pájaros. Es el hambre lo que hizo que rey Joffrey Baratheon recibiera una plasta de vaca en la cara. El pueblo no tiene más armas. Lamentablemente la petición de comida acabó con la sangre del pueblo derramada en la calle. Pero es cuestión de tiempo que vuelvan las revueltas.
—Lamento decir que debo marcharme, Lord Varys.
—Espero que volvamos a vernos en mejores circunstancias.
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