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Aprender a escribir como Roald Dahl es cosa de niños

ROALD DAHL

ROALD DAHL

Aprender a escribir como Roald Dahl está hoy a la alcance de cualquiera. Steve Gardman, director del Roald Dahl Museum and Story Center, ha aprovechado que el 13 de septiembre se cumple el centenario del autor galés para explicar en la web de British Council su proceso creativo.

Primero de todo, pónganse cómodos. Para leer este post y para dar rienda suelta a su imaginación. Solo así podrán escribir varias decenas de libros que vendan cientos de millones de ejemplares en todo el mundo. Ese es uno de los primeros consejos de Roald Dahl, que escribía apartado en una cabaña en el jardín de su casa, a lápiz y sentado en un cómodo sillón en cuyos brazos apoyaba una tabla.

A continuación, es útil tener al alcance de la vista objetos que puedan resultar inspiradores por estar vinculados a la vida de cada uno, a sus deseos o sus experiencias.

En el caso de Dahl, su habitación de trabajo contenía recuerdos de su paso por las Fuerzas Aéreas Británicas durante la Segunda Guerra Mundial, una bola de 300 gramos compuesta con cientos de envoltorios plateados de chocolatinas, fotografías de familia y la válvula Wade-Dahl-Till que el autor ayudó a desarrollar para paliar la hidrocefalia que sufría su hijo Theo porque, como explican algunos de sus libros, no todas las infancias son felices.

Para que el trabajo sea fructífero, es necesario estar concentrado y evitar cualquier distracción del mundo exterior. El mejor consejo es cerrar las cortinas, especialmente cuando se vive rodeado de ardillas, pájaros y otros animales como le sucedía a Dahl, que reconocía: «me pasaría la mañana mirándolos y no trabajaría nada».

Es un hecho que el trabajo de escritor se basa en la constancia y en la disciplina. Pero también en el reposo y el descanso. Nadie puede estar todo el día escribiendo y, en caso de poder, no todo lo que escribirá será bueno. Por ello, Dahl dividía su jornada en periodos de dos horas, al cabo de las cuales, se tomaba un respiro para comer algo, pasear y leer la prensa. Como Ernest Hemingway, Dahl pensaba que es muy importante parar a una hora determinada, más aún cuando las cosas están fluyendo como se desea. Así es más sencillo volver al trabajo al día siguiente.

Por último, ser un buen autor no depende tanto de la idea sino de la calidad de lo que se escribe. Según Steve Gardman, Roald Dahl podía reescribir y corregir más de cien veces el mismo manuscrito.

Cada día repasaba el trabajo anterior, pero no del día inmediatamente pasado, sino desde la primera página. Una rutina que podría paralizar la labor de creación si no fuera porque, como contaba Dahl, durante ese proceso «van surgiendo otras cosas. La pequeña semilla va fructificando en la cabeza, van surgiendo los colores de la historia, los dedos que sujetan el lápiz comienzan a temblar… y el libro comienza».

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