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‘Estafas amorosas’ o cómo el amor puede timarte (aunque creas que no te pasará a ti)

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Se conocieron en Tinder y en seguida iniciaron una relación. Él era un sueño: atractivo, rico, emprendedor, romántico… Ella, inteligente, estupenda profesional y bien posicionada económicamente. Un día él le pide ayuda: le ha surgido un problema y necesita dinero urgente para salir de un apuro. Ella, que a esas alturas de la relación confía plenamente en él, se lo presta. Y ahí empiezan los problemas.

Este sería, contado muy resumidamente, el modus operandi de un estafador del amor. La lingüista forense Sheila Queralt ha analizado la forma en la que se comunican estos delincuentes y cómo consiguen enredar a sus víctimas en su trampa. Su intención es ponernos en alerta si llegamos a encontrarnos con uno de estos maquiavélicos donjuanes cuando buscamos amor en redes sociales.

Las conclusiones de su libro Estafas amorosas. El donjuán seduce, convence y manipula (Larousse, 2022) asustan. Porque una de las cosas que quedan claras al leer su ensayo es que cualquier persona puede ser víctima de una estafa.

«Ellos saben muy bien cuál es el momento oportuno para [engañar a] esa víctima. Tendríamos que estar en un momento favorable para él. En un momento en que nos encontráramos bajos, abiertos al amor. De hecho, las víctimas, todas ellas, tienen perfiles totalmente distintos, y son personas con profesiones de abogados, de informática… Hay todo tipo de profesiones y con una economía saludable, que es también lo que le interesa a él. Pero, claro, se tienen que dar distintos factores, de ahí que él tenga esa necesidad de estudiar a la víctima antes de ponerle el anzuelo».

NO ES LO QUE DICEN, SINO CÓMO LO COMUNICAN

Una vez puesto el anzuelo, empieza el juego del engaño a través del lenguaje. Adulaciones, distorsión de la realidad, jurarles un amor repentino y veraz y comenzar discretamente el control coercitivo de la víctima. Con frases como «Buenas noches, princesa, ¿no te vas a dormir ya?» y otras similares, el estafador busca controlar y aislar a su víctima, inculcarle la idea de que nadie la ama como él y que solo él vela por ella. Y una vez que la mujer ha mordido ese anzuelo, comienza la estafa.

Queralt habla de una serie de estrategias comunicativas que son comunes en todos los casos que analiza en su libro, cinco estafadores españoles muy mediáticos. Pero lejos de lo que pueda imaginarse, esas conversaciones y discursos no son lo sibilinos que podría esperarse. «Claro, ellos usan la cotidianeidad como un arma; y la repetición», aclara la autora del libro. «Sobre todo, dar cosas por hecho. Esa repetición de las ideas es lo que hace, realmente, que la víctima se crea esa realidad. Esto, por ejemplo, también lo hacen mucho los partidos políticos. Ellos lanzan un discurso, y a base de repetirlo, la gente al final se lo acaba creyendo. O las noticias falsas».

Aunque son comunes en todos los estafadores del amor que Queralt ha analizado, no son estrategias ensayadas ni estudiadas. «Yo creo que es un sexto sentido innato», teoriza, aunque le sorprendió mucho encontrar en todos los casos los mismos patrones. «Yo he consultado muchísimas fuentes y vemos que son patrones que todos los estafadores comparten. Y parece ser que es algo innato, no hay un manual del estafador. Es un sexto sentido que desarrollan, seguramente, por esa necesidad que ellos tienen de engañar para sobrevivir, en cierto modo, sobre todo al inicio, (después ya no se trata solo de sobrevivir), pero que utilizan esas estrategias comunicativas para el mal».

Lo terrible al seguir leyendo el análisis que hace la lingüista forense es percatarse de que esas estrategias y ese modo de proceder (con fases en la relación que van de la luna de miel a una elevación de la tensión para acabar en violencia) son las mismas que se producen en los delitos de violencia de género. De hecho, a raíz de lo analizado, las estafas amorosas deberían incluirse en este tipo de delitos.

Tanto en estafas como en casos de maltrato, el delincuente ha construido primero una relación jerárquica sobre su víctima, estableciendo un proceso de anulación y de control que la ha llevado hasta ahí. Mientras ha estado engañada, todo ha ido bien. Cuando descubre la verdadera cara del estafador, llegan las amenazas y la violencia. Se acabó el cuento de hadas para convertirse en uno de terror. Y la comunicación cambia también. Empieza la fase de abuso verbal.

Un ejemplo de esas estrategias de control y abuso verbal que emplean estos delincuentes es el uso omnipresente del insulto puta. Y no es una cuestión de limitarlo a un uso machista del lenguaje, sino que va más allá. «Es una teoría general que se puede dar en distintos ámbitos, no únicamente en temas de machismo, sino en temas de politiqueos, económicos… Cómo te presentas», aclara Sheila Queralt. «Y esta relación de ideas, cómo tú etiquetas a las cosas, cuenta. Porque así es como todos lo vamos a entender. No es lo mismo decir “no es muy caro” que decir “es barato”, tenemos una percepción distinta. Y eso nos lleva a otro constructo. Es algo que utilizan mucho en marketing».

Y por eso mismo, porque cómo decimos las cosas importa, no es casual que puta sea el insulto mayoritario entre ellos. Quizá se deba, explica la lingüista forense, a que es una de las cosas que a ellas les va a hacer más resistentes a denunciar. «La sociedad, normalmente, las juzga por sus prácticas sexuales: has conocido a alguien por internet, has mantenido relaciones y ahora te ha pasado esto. Y al llamarlas puta, les están diciendo que no van a tener ningún tipo de veracidad, de credibilidad; te lo has buscado y mira al final qué prácticas sexuales haces. Así te van a ver todos. Y esto hace que las víctimas se lo planteen; si realmente quieren denunciar y exponerse a un juicio social».

EL PAPEL ASESOR DEL LINGÜISTA FORENSE

Una vez que la víctima ha conseguido reunir valor para denunciar la estafa que ha sufrido, llega el juicio. Y aquí, además de la labor de su abogado, la autora de Estafas amorosas destaca el papel del lingüista forense como asesor de la estafada.

«El lingüista forense puede asesorar a la víctima para construir un relato lógico, con coherencia interna y externa, apoyando los hechos narrados con datos objetivos y evitando contradicciones o ambigüedades que pueden ser usadas por el agresor o sus representantes para poner en duda la veracidad de la declaración», explica en un capítulo del libro. Surge entonces una pregunta: ¿no podría considerarse eso cierta manipulación?

«No, claro, es que tienen que ser lingüistas forenses entrenados, al igual que también tienen que ser los asistentes sociales, los abogados», explica Queralt. «Obviamente, siempre hay un límite. Lo que sí que es importante es que las víctimas vayan preparadas para el juicio». En el juicio, tanto los abogados de la parte contraria como la propia fiscalía pueden hacer preguntas capciosas o preguntas con dos preguntas implícitas, y es importante que la víctima sepa cómo responder.

Se trataría de asesorarlas, pero sin decirles, obviamente, lo que tienen que responder. Es simplemente ayudarlas a construir el relato para que se perciba como veraz y coherente. Porque la impresión que cause la víctima tendrá mucho peso en el juicio.

«Los agentes judiciales —todavía hay mucho trabajo que hacer— esperan que las víctimas de estafas amorosas o de maltrato tengan un cierto perfil de mujer sumisa, muy víctima, que en muchos casos no recuerda… En el caso de las estafas amorosas, la mayoría no cumplen con ese perfil. Son profesionales con una gran capacidad de comunicación en muchos casos, incluso muy seguras de sí mismas. Y esto rompe los esquemas, y en muchas ocasiones juega en su contra porque no se perciben como personas creíbles», comenta Sheila Queralt.

«Por tanto, tenemos que tener muy presente este tipo de perfil que se espera hasta que los agentes judiciales, y la sociedad en general, entiendan que no existen ciertos tipos de perfiles, que no todas las víctimas tienen el mismo perfil y que porque nos presentemos de forma segura no quiere decir que no seamos creíbles».

EL PODER SANADOR DEL LENGUAJE

Al final del túnel negro por el que hemos viajado en Estafas amorosas, se abre la luz: el lenguaje, igual que ha servido para engañar y destruir, tiene también un papel sanador. Después del proceso demoledor por el que la víctima ha transitado, necesita reconstruirse. Y, sin dejar de lado que es necesario y tiene que haber un tratamiento psicológico que ayude en ese proceso, buena parte de esa reconstrucción se hace a través de las palabras.

«La manera en la que nos explicamos, nos describimos, es la manera en la que nosotros nos vemos a nosotros mismos y también cómo nos ve la sociedad. Si yo me comunico con un lenguaje dubitativo en una reunión de trabajo, en un entorno profesional, empiezan a entrar las dudas a los demás. Si, en lugar de dudar, te muestras decidida (“Vamos a hacer esto”, “yo creo que debemos hacer esto”), es muy distinto. Cómo perciben esa idea los demás va a ser totalmente diferente. Y esto, en todos los contextos», explica la autora.

«Es muy importante representarnos como personas seguras. Sobre todo, en casos de violencia de género, porque esa representación lingüística que hace la víctima puede servir de alerta o de atracción para futuros maltratadores».

EL JUICIO SOCIAL

En el ensayo, Sheila Queralt incluye un análisis de los comentarios en redes sociales que generaron las noticias sobre las estafas amorosas analizadas. Y el resultado da miedo, porque un buen número de personas, sobre todo hombres, culpabilizan a la víctima de la estafa.

«A mí, la verdad, es que me ha sorprendido. Me lo esperaba mal pero me sorprendió muchísimo», se lamenta Queralt. «Aunque la verdad es que a lo largo del tiempo del proyecto vi que había un cierto cambio. Eso también fue esperanzador, ver ciertos cambios incluso en las sentencias. Pero todavía queda muchísimo trabajo. El objetivo del libro es ese, alertar a las posibles víctimas y cambiar cómo se las percibe».

Y eso es importante, porque si seguimos opinando que las víctimas son tontas que se dejan engañar por el primero que les regala los oídos, no denunciarán y los delincuentes seguirán estafando.

«Como sociedad, tenemos que plantarnos porque son personas que están estafando continuamente, tienen decenas de víctimas detrás, decenas de vidas destruidas… Porque no solo afecta a la víctima, también a su entorno: familiares que se ven amenazados, que sufren las consecuencias económicas… Es una bomba y da rabia».

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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