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Conspiranoicos: ¿nos pueden dirigir mediante la estimulación cerebral profunda?

En El Clic (1983), una de las obras cumbre del cómic erótico, el gran Milo Manara cuenta la historia de la hermosa señora Claudia Cristiani, casada con el anciano Aleardo Cristiani a la que, secuestrada por el doctor Fez, se le coloca un implante en el cerebro que cuando se activa mediante un mando a distancia, la vuelve sexualmente insaciable.

Veinte años antes, en 1963, un científico español detenía a un toro en plena embestida usando el mando a distancia del aparatito que le había implantado previamente en el cerebro. José Manuel Rodríguez Delgado, que así se llamaba el médico español, olvidado durante décadas, fue un pionero de la estimulación cerebral profunda que hoy se usa contra el párkinson, la epilepsia o la depresión.

Alucinante lo del doctor Delgado: médico republicano durante la guerra civil, pasó un tiempo en un campo de concentración y marchó a Estados Unidos, donde desarrolló sus increíbles investigaciones en la Universidad de Yale. Todo un carrerón. Antes de lo del toro, en otro de sus experimentos, Delgado había derrocado al macho alfa de una colonia de gibones controlando mediante estímulos eléctricos en el cerebro la agresividad de los monetes.

No sé si Manara estaba al tanto de los experimentos de Delgado, pero la conexión es obvia: manejar el comportamiento de la gente mediante un mando a distancia que controle nuestros cerebros. Vamos, lo de los chemtrails se queda en juego de niños.

De todas formas, tras los tiempos de la lobotomía, la estimulación eléctrica como intervención directa en el cerebro cayó en el descrédito. No es para menos: Frank Ervin propuso emplear la estimulación cerebral para controlar la violencia de los negros en Estados Unidos y en 1972 un psiquiatra de Nueva Orleans intentó «curar» (sic) la homosexualidad de un señor con estímulos eléctricos en su cerebro mientras se acostaba con una prostituta.

Entre estos experimentos locos, el éxito de la vía química para el tratamiento de enfermedades cerebrales, y que Rodríguez Delgado fue acusado de colaborar con la CIA durante la guerra fría en un programa secreto para controlar el cerebro de las personas, sus investigaciones se sumieron en un silencio de décadas.

Recientemente, sobre todo tras su muerte, se le ha vuelto a poner en valor como pionero de las modernas técnicas de optogenética y de estimulación cerebral profunda que tan buenos resultados están dando en pacientes de párkinson o epilepisa.

Pero yo desde luego creo que a Delgado hay que reivindicarlo también para el tema conspiranoico. Señores de los chemtrails y de los reptilianos, ¿no les parece que seguramente aquellos experimentos secretos de la CIA siguieron adelante y que ahora nos controlan el cerebro mediante estímulos eléctricos enviados a través del móvil? ¿Cómo se explica si no que la gente vaya en masa a los conciertos de ciertos cantantes o a ver ciertas películas y programas de televisión? Nos están manejando, es obvio.

Esperen, esperen, ya puestos, mejor aún, ¿no estaría bien que los gobernantes de los países tuvieran un implante cerebral controlable mediante la mayoría parlamentaria o técnicos especializados para ser usado en situaciones de emergencia? Es que con los machos alfa que estamos viendo últimamente en la presidencia de varios países, hay que pensar en soluciones imaginativas.

A no ser que alguien las esté empleando ya sin que lo sepamos… ustedes me entienden.

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