A menudo, asociamos el estrés al trabajo, a tener que madrugar, ir corriendo a la oficina, tener miles de reuniones, mails y llamadas, atender a las expectativas de los jefes y el equipo, cumplir con las fechas de entrega, comer rápido, salir tarde de trabajar, dormir poco y apenas tener tiempo para ti.
Si, además, tienes hijos o algún familiar dependiente a cargo, la película se complica. Los planes y responsabilidades domésticas y familiares se acumulan para el fin de semana, que se queda corto. Sin darte cuenta, llega de nuevo el lunes, y así durante 11 largos meses.
Deseamos que llegue el idealizado verano para descansar y conquistar la calma ansiada, pero, a la vez, aspiramos a hacer todo lo que no hemos hecho durante el resto del año. Sentir que no llegas a todo y seguir renunciando a lo que quieres o necesitas hacer es un importante motivo de estrés en temporada estival.
La tecnología también puede ser fuente de estrés, no solo porque en muchos casos nos impide desconectar al cien por cien de nuestras obligaciones, sino también porque nos invita a compararnos con los demás, y no necesariamente salimos bien parados.
Además, para muchos el verano no siempre es sinónimo de vacaciones. Los niños tienen 11 semanas de asueto. Las madres y los padres, con suerte, cuatro. Las conocidas dificultades para conciliar, que se complican más, si cabe, en verano, son otra importante fuente de estrés, y las soluciones que encontramos las familias para lidiar con ellas en muchos casos lo incrementan.
Por ejemplo, podemos recurrir a los campamentos, pero escoger el que mejor encaje con nuestros hijos, conseguir plaza, pagarlo y preparar todo lo necesario para que le saquen el mejor partido provocará más de un dolor de cabeza. Levantar el pie del acelerador en lo laboral mediante excedencias o permisos sin sueldo, sintiendo cómo aplazas proyectos u otros lo hacen por ti, dejando de cobrar para dedicarte full time a los hijos, puede llegar a quitarte el sueño.
Teletrabajar para compaginar la actividad laboral con las vacaciones te hará subirte por las paredes si tienes hijos. Y si lo haces desde el lugar de vacaciones, donde suele haber planes apetecibles, es muy probable que seas incapaz de seguir el ritmo. Puede que tengas la suerte de convivir con abuelos, tíos o amigos que te releven en algún momento del día, pero entonces tendrás que enfrentarte a la convivencia y a que no todas las cosas se hagan como a ti te gustaría. Puede que pierdas los nervios y acabes saltando o aprietes los dientes empeorando tu bruxismo para evitar montar un pollo.
Por si tenías alguna duda, sí, es posible y más que probable tener estrés en verano. A los motivos anteriores, podrían sumarse, entre otros muchos, elegir destino de vacaciones, hacer maletas o llegar a tiempo a coger un vuelo.
Sin embargo, hay una buena noticia: el verano, con el cambio de aires, compañía y rutinas, es un buen momento para entrenar habilidades que te ayudarán a reducir el estrés, habilidades que, además, puedas poner en práctica durante el resto del año.
Por ejemplo, puedes rebajar tu nivel de autoexigencia, hacer planes realistas, fijarte en lo que haces en vez de en lo que te falta por hacer, reducir tu consumo de móvil, estar más presente, disfrutar de las pequeñas cosas, valorar lo que eres y tienes en vez de compararte con las demás personas, despreocuparte de aquello que escapa a tu control, delegar, poner límites, decir no, pedir lo que necesitas, conseguir tiempo para ti… No estresarse en verano puede suponer todo un reto, pero merece la pena proponérselo.
Usúe Madinaveitia es autora de El reto del verano y coach.
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