Algo no debía de haberle sentado bien a Magnus Agnarsson. La sensación de pesadez estomacal llevaba días incordiándole. Por eso, en cuanto pudo, se perdió por la floresta para ver si, por fin, podía liberarse de ese malestar… Y lo logró. Siete siglos después, los operarios que trabajaban en la construcción del parking de la sede de Lloyd Banks, en York, lo comprobaron. El zurullo de Magnus estaba ahí, fosilizado y dispuesto a exhibirse en el Centro Vikingo de la ciudad como el coprolito humano más grande y famoso de la historia.
Su réplica se muestra ahora en Madrid, dentro de Excreta. Una exposición (in)colora, (in)odora e (in)sípida del Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. «Probablemente no se llamara Magnus ni se apellidase Agnarsson, es una licencia que nos hemos permitido. Pero gracias a la deposición, lo que sí sabemos de él es que se alimentaba de vegetales y fruta, pero fundamentalmente de carne, y que padecía de una grave infección intestinal. Quién sabe si esa fuese su última deyección…»
Afirma Cristina Cánovas, coordinadora de exposiciones del museo, que la hez fosilizada del vikingo es la gran estrella de la muestra que, pese a girar en torno a la excreta, «y eso incluye cualquier fluido que segregamos, no solo los animales sino también las plantas, por lo que incluyen también gases, oxígeno, lágrimas, etc.», no ha podido evitar centrar el foco en la caca.
Porque pese a ser un tema cuasitabú (o precisamente por eso), la mierda y sus congéneres han dado mucho juego a lo largo de la historia. Genios de la literatura como Swift o Quevedo dedicaron tiempo a indagar acerca de lo beneficiosas que pueden resultar las ventosidades. El último tampoco se olvidó de escribir sobre el ojo del culo.
Más recientemente le han dedicado tratados ensayistas como Florian Werner y ha sido dibujada por ilustradores como Juan Díaz-Faes, cuyo Diccionario enciclopédico de cacas, editado por Yorokobu, también forma parte de la exposición…
Algo cuanto menos curioso en nuestra sociedad donde la mierda, hace mucho tiempo, fue repudiada por el asco. «Es un mecanismo fundamental en el proceso evolutivo. El asco condenó a la caca a la parte más discreta de nuestras vidas, pero gracias a él hemos sabido gestionarla de la forma más conveniente para garantizar nuestra supervivencia, evitar infecciones…». Desde las letrinas romanas hasta los inodoros actuales con sistema de cierre en S, patentado por Alexander Cumming en el siglo XVIII, que evita la subida de olores desagradables, la evolución del retrete ha servido para mantenernos protegidos frente a los efectos nocivos de nuestras deposiciones.
Pese a la medidas higiénicas con las que conviene ‘tratar’ con nuestras boñigas, resulta imprescindible no ignorar su forma, color, textura, etc., ya que pueden decir mucho de nuestro estado de salud.
Y sí, eso de no poder hacer pis en baños públicos ni defecar cuando nos vamos de vacaciones son trastornos conocidos como paruresis, el primero, y parcopresis, el segundo, y son mucho más frecuentes de lo que nos imaginamos («Se calcula que unos 200 millones de personas en el mundo sufre de paruresis..»). No era el caso del presidente de EE UU, Lyndon B. Johnson, quien, al parecer, no tenía ningún reparo a la hora de atender los asuntos del día con sus secretarios y colaboradores mientras aligeraba su estómago…
La excreta en la naturaleza
Tratándose de un museo de ciencias naturales, la labor de la caca y demás fluidos en la naturaleza merece un capítulo aparte en la exposición. «La excreta es fundamental porque es un método no invasivo para examinar y controlar numerosas especies animales que, bien por estar en peligro de extinción o por su difícil manejo, nos resultan difíciles de evaluar».
Por la cantidad de cacas depositadas por los miembros de una especie en un determinado territorio se puede tener una idea del grado de amenaza de la misma. En casos como el del lobo, además, la concentración de hormonas en sus heces demuestra el elevado grado de estrés al que están sometidos aquellos ejemplares que viven cerca de los humanos. «Todo ello es una información valiosísima a la hora de emprender determinados programas de conservación».
Pero las deposiciones animales no solo resultan valiosas para los científicos. «No hay que olvidar que a la Guerra del Pacífico entre Perú, Bolivia y Chile también se la conoció como la Guerra del Guano». Eso sin mencionar la cotizada excreta del cachalote, el ámbar gris, producto de lo mal que suele sentar a estos animales uno de sus alimentos favoritos: los grandes calamares. Otra joya que procede de secreciones animales son las perlas. Son las ostras las que cuando se sienten amenazadas por algún cuerpo extraño en su interior, excretan capas de carbonato cálcico que dan lugar al nácar.
Caca, pis, egragópila… Las vitrinas del museo seguirán mostrando curiosidades sobre los fluidos más o menos sólidos de todo tipo de animales y plantas (porque estas también excretan) hasta el 15 de abril. «La pusimos en marcha con motivo del Día Mundial del Retrete, el pasado 19 de noviembre. Era una forma de sumarnos a la preocupación de la ONU sobre el gran número de personas que no dispone a día de hoy de un inodoro. Y, de paso, hacíamos realidad un proyecto al que llevábamos mucho tiempo dándole vueltas: llevar la excreta al museo», explica el investigador y comisario de la exposición, Antonio García Valdecasas.
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