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Creatividad

Las fábricas de chocolate se transforman en centros culturales

Willy Wonka disfrutaría paseando por la Fábrica Bhering de Río de Janeiro y no precisamente por las golosinas que hace tiempo se elaboraban en sus instalaciones.

Más bien Willy Wonka se dejaría seducir por los cuadros, los muebles de diseño y las instalaciones de esta fábrica, situada en la zona portuaria de Río y hoy convertida en un macrolaboratorio de artistas.
Fundada en 1880, la Fábrica de Chocolate a Vapor, propiedad de la empresa A. Bhering, abasteció al mercado carioca con toneladas de dulces durante décadas. Ubicada inicialmente en la calle Siete de Septiembre, en el centro de la ciudad, representó una gran novedad en Río de Janeiro porque empleaba por primera vez una caldera a vapor, en una época en la que en Brasil todavía no había electricidad. De hecho, el dueño de la empresa, Antonio José Ribeiro Bhering, tuvo que importar de Europa el generador. Fue  la primera fábrica que usó energía eléctrica en Brasil y llegó a ceder parte de su excedente para imprimir el diario O País e iluminar la calle Siete de Septiembre.
A principios del siglo XX, la fábrica fue demolida. El Ayuntamiento de Río de Janeiro acababa de levantar la Avenida Rio Branco, hoy arteria principal de la urbe. La obra, al igual que en la Gran Vía de Madrid, se llevó por delante decenas de edificios. En 1904 la nueva sede de la fábrica fue inaugurada en la Avenida 13 de Mayo. Pero enseguida surgió otro problema: la construcción del Teatro Municipal, aclamada por la burguesía carioca, resultó ser incompatible con la agitada actividad de la fábrica. Su ruido, sus vapores pestilentes y las 40 carrozas que distribuían productos por toda la ciudad, con 80 burros que defecaban en plena calle, terminaron exasperando a los artistas del lujoso teatro.


Por esta razón, en 1930 fue publicado un decreto que impedía el funcionamiento de fábricas en el centro de la ciudad. Por tercera vez la factoría tuvo que mudarse, esta vez hacia la zona portuaria, donde funcionaría incansablemente hasta su cierre, a principios de la década de los 90. Su construcción fue todo un hito: el dueño de Bhering participó en una feria en Düsseldorf, en Alemania, y quedó tan impresionado con la estructura en hierro, que decidió embarcar todo el material rumbo al puerto de Río para erguir su nueva fábrica. La familia Bhering de Mattos la administró hasta 1974, cuando fue comprada por Café Solúvel Brasília. El presidente, Ruy Barreto, adquirió la Bhering, entre otras cosas, porque poseía Café Globo, la única marca de café del mundo que participó como producto oficial en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980.
Tras su cierre, la fábrica ganó los primeros inquilinos hace una década. Primero llegó el artista Dudu García, que casualmente se encontró con un viejo amigo de infancia en un avión rumbo a Bahía. Era el hijo del dueño de la fábrica. Dudu le habló de su necesidad de espacio y terminó alquilando un estudio.
Hoy en los 20.0000 metros cuadrados de la fábrica hay 52 talleres y 21 pequeñas empresas. Son artistas plásticos, fotógrafos y artesanos que han montado aquí sus estudios, abiertos al público. La maquinaria y las antiguas instalaciones de la fábrica sirven de inspiración para la creación y algunas veces son incorporados a los trabajos artísticos. Hay talleres de escultura, pintura, literatura, fotografía, vídeo, performance, instalaciones, restauración, diseño y trabajos multimedia.

«La Fábrica Bhering es una propuesta diferente en América Latina», asegura René Machado, artista plástico, publicitario y organizador de un macroevento cultural durante la Semana del Design de Río de Janeiro. René trabajó durante 24 años como jefe de creatividad en varias agencias de publicidad brasileñas. Llegó incluso a crear la suya en el sur del país, hasta que un día decidió retomar su sueño de infancia: dedicarse al arte. Un proyecto que le ha salido de vicio, teniendo en cuenta que el próximo mes de diciembre expondrá en Art Basel, la feria de arte más importante del mundo.
Sin embargo, su faceta de publicitario y de organizador de eventos le persigue. El año pasado, el grupo O Globo, que está detrás de la Semana del Design de Río, le ofreció crear una extensión del evento en la Fábrica Bhering. La jugada ha tenido tal éxito que ha contribuido a consolidar la Fábrica en la escena artística de la Cidade Maravilhosa. «Yo había venido aquí varias veces, pero la mayoría de los talleres estaban cerrados. Es un lujo tener un fin de semana de puertas abiertas para conocer ese lugar», afirma Bel Mercês, guionista de TV.
El camino no ha sido sencillo. Hubo un periodo de incertidumbre, cuando los artistas recibieron una orden de desalojo y la instalación fue subastada por 3,2 millones de reales (un millón de euros), por un impuesto que los dueños no habían pagado. Finalmente, en julio de 2012, el Ayuntamiento de Río de Janeiro, empecinado en recuperar esta área de la ciudad de cara a los Juegos Olímpicos de 2016, declaró el edificio patrimonio de la ciudad y expropió la fábrica.

Desde entonces, artistas como René Machado o el colombiano Jorge Rodríguez-Aguilar pueden respirar aliviados. Ambos invirtieron una suma importante en la obra de sus talleres. «Yo estaba buscando un lugar amplio para mis esculturas, que son muy grandes. Estoy muy feliz aquí. He llegado a un acuerdo para descontar el coste de la obra del alquiler, la jugada me ha salido bien», cuenta Jorge.
La Fábrica de Bhering, que también hizo parte del recorrido oficial de Art Río, la feria del sector más importante de la ciudad, no es la única fábrica de chocolate convertida en taller artístico.
En Moscú la Krasny Oktyabr, cerca de la Plaza Roja y de la catedral de Cristo Redentor, se ha convertido en una de las referencias culturales de la ciudad. Inaugurada en octubre de 2008, durante décadas funcionó como lo que era: una fábrica de chocolate. Su edificio de ladrillo rojo se remonta a finales del siglo XIX, cuando una compañía alemana abastecía a los zares de chocolatinas, y conserva un cierto aire neoyorquino.

En su interior, hay tiendas de diseño, varias galerías de arte, un estudio de fotografía, una librería, alguna agencia de viaje y muchos bares, clubes y restaurantes. Además de un ser un punto de referencia para la escena artística de la capital rusa, también funciona como polo comercial alternativo. Su terraza es muy cotizada entre los hipsters y los expats que viven en Moscú y en el patio acontecen varios eventos culturales, como el Festival de Cine Latinoamericano.
En España también hay una fabrica de chocolate habilitada como centro cultural. Está en Zaragoza y da cobijo a varios artistas. La antigua fábrica de chocolates Zorraquino, en el barrio de Jesús, es un centro de creación, local de ensayo y espacio para distintas actividades creativas.

Carla Giampaolo, actriz milanesa, pintora, trapecista, coreógrafa, diseñadora y doctora en Ciencias Naturales, y Karlos Herrero, donostiarra, titiritero, director de teatro y escenógrafo, se encargaron de la reestructuración, hace ahora cuatro años. Las obras duraron un año, todo 2011. El resultado: una sala principal de unos 150 metros cuadrados y 9 metros de altura. El trapecio cuelga del techo, hay un piano, espacio para danza, cuadros, máscaras, títeres, un baúl, viejas máquinas de pastelería… También han rehabilitado una cocina, baños y un almacén. Hoy funciona como centro cultural alternativo y acoge varios tipos de eventos, desde obras teatrales hasta exposiciones.


En Londres, la Chocolate Factory N16 es el refugio de 27 artistas, ilustradores, ceramistas, diseñadores, pintores, fotógrafos y cineastas. Funciona desde 1994 y arrancó como todas, con una artista, en este caso Keith Ashley, en busca de un estudio bueno, bonito y barato.
Keith dio con un edificio de estilo victoriano que había servido para producir chocolate hasta 1959 y que estaba en desuso. A pesar del estado de decadencia, todavía conservaba un cierto encanto. La artista decidió comprarlo y convertirlo en una colmena de 13 estudios. El centro se llenó en muy poco tiempo y Keith tuvo la oportunidad de adquirir y restaurar el edificio contiguo, que actualmente alberga otros 14 estudios. Las obras acabaron en 2007 y desde entonces la Chocolate Factory N16, en el barrio multicultural de Stoke Newington, es un centro de creación reconocido en toda la ciudad.

Finalmente, cabe mencionar el Chocolate Factory Theater de Nueva York, una instalación de 5.000 metros cuadrados donde artistas de distintas procedencias trabajan de forma multidisciplinar con teatro, danza, música, vídeo y texto, sin olvidar las nuevas tecnologías.

Willy Wonka tenía cierta predilección por lo teatral y la estética. Seguramente estaría satisfecho con la evolución de estas fábricas de chocolate.
Fábrica Behring de Río de Janeiro

































 

Krasny Oktyabr (Moscú)








Por Valeria Saccone

Periodista, fotógrafa y políglota. Mis dos pasiones: Brasil y Rusia.
Tengo dos blogs: Historias de la pacificación y Viaje al Corazón de Rusia

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