Traductor simultáneo: Si te llaman fachero no se están metiendo con tu ideología política

Las primeras cosas que nos aportó Latinoamérica fueron las patatas, los tomates y una cosa amarilla llamada oro que sirvió para seguir pagando guerras. También un montón de palabras que –estas sí– enriquecieron nuestro mayor tesoro: la lengua.

Nosotros también les llevamos unas cuantas cosas desde este lado del océano que no vamos a calificar para no entrar en jardines de los que cueste salir. También palabras, unas más bonitas que otras. Ahora vuelven a llegarnos desde América nuevos vocablos que dan vidilla a este idioma veterano para llenarlo de futuro, algo mucho más del gusto de los más jóvenes, dispuestos a abrazar sin reparos cuanto les llega de ese proceloso mar que es internet y los videojuegos.

Fachero es una de esas palabras que ha viajado en carabela digital desde Argentina, Bolivia y Uruguay hasta España para pegarse al habla de los que forman la Generación Z. Para los americanos no es nueva, pero sí para los españoles, que han decidido adoptarla con el mismo entusiasmo con el que aquellos primeros colonizadores añadieron los tomates a sus ensaladas.

Dice el Diccionario de Americanismos de la RAE que pertenece al habla coloquial y que, referido a una persona, la define como «que tiene buen gusto, que se preocupa mucho por el arreglo y el vestido». Si se refiere a un objeto, este es «de apariencia vistosa». Una persona puede ser fachera sin ser guapa, solo por mostrar un estilazo que ríete tú de Dulceida, pero también son facheros una canción, un videojuego o unos vaqueros. Fachero es todo aquello que mola, que está guay y que es vistoso. Y aplicado en grado superlativo, es refachero o refacherito.

La carabela que atracó en el puerto del joven español coloquial se llamaba Tik Tok, y soltó la palabra como un disparo de cañón. Un niño con acento argentino tuneaba su triciclo. «Mira cómo está quedando. ¿Fachera, no? Facherita». ¡Bum! La bala atravesó las pantallas de los smartphones de miles de usuarios de esa red social y ya estaba. Saltó el charco con agilidad y garbo en las bocas de quienes vinieron de allá para buscarse un futuro mejor acá, y el milagro de la interculturalidad hizo su magia. No suena bien en el castellano senior la palabra facha, pero aquí llegó fachero para cambiar la melodía. ¿Hay manera más refacherita de colonización que la del intercambio cultural?

Autor: Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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