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La fuerza narrativa de las falsas creencias: Así nacen los mitos como el de Ricky Martin, la mermelada y un perro

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El libro más leído del año pasado en realidad no existía. No existía porque nunca fue escrito, y sin embargo alcanzó tal fama que todo el mundo juraba haberlo leído y aseguraba guardar celosamente un ejemplar en la biblioteca de su casa. De hecho, se convirtió en un libro muy comentado, y no había reunión en la que no se discutiera su novedoso estilo y sobre si el final era sorprendente o decepcionante.

Se puso de moda entre los políticos usar citas sacadas de sus páginas, que todo el mundo alababa porque se ajustaban como un guante a cualquier crisis tanto nacional como internacional. Posteriormente, la costumbre se extendió entre los ciudadanos de a pie, que empezaron a incorporar aforismos sacados del libro siempre que una conversación se ponía fea, porque eran de tal sabiduría que cortaban cualquier discusión de cuajo.

Pronto su autor, Walter Expósito, alcanzó una fama tal que rivalizaba con los artistas de cine americano. Expósito, que por supuesto jamás había escrito el libro, en realidad tampoco existía, aunque eso no importaba, de hecho podría decirse que hasta le favorecía y hacía que su leyenda creciera cada día más. En muy poco tiempo las anécdotas y los chascarrillos sobre Expósito se multiplicaron, y no había marquesa ni dama de la alta sociedad que no jurase haber contado recientemente con él en una fiesta o una tertulia literaria.

Era un hombre misterioso, pero irresistible. De hecho, la cicatriz que cruzaba su cara hacía que las señoras, lejos de sentir repulsión, experimentasen un intenso furor en sus partes más íntimas, sobre todo si eran casadas.

Esta fama también le creció, y los programas de televisión y las revistas más rosas aportaron pruebas testimoniales, e incluso fotos (muy borrosas, claro) de sus romances con una cantante mexicana, con la esposa de un ministro, con la ex de un torero y con las dos hijas de un magnate de la informática americano (aunque nunca se aclaró si este doblete se produjo de forma sucesiva o simultánea).

En esta época todos estos rumores provocaron varios divorcios sonados y algún que otro embarazo indeseado (se le adjudicaron hasta tres hijos ilegítimos, uno de los cuáles, según decían, era su vivo retrato).

Claro que como Walter Expósito en realidad no existía y cada vez se sabía menos de él, pronto se extendió el runrún de que, harto de la persecución mediática y de la fatuidad de las personas, el autor se había marchado del país huyendo de todo, hasta de la literatura. Se habló de una isla caribeña, de un monasterio budista y de un cafetal en África. El hecho es que, de la noche a la mañana, el autor más famoso del mundo se había esfumado sin dejar rastro.

De haber existido hubiera sido una jugada maestra por su parte, porque su aura se agigantó, y se empezó a barajar su candidatura para el Nobel, se crearon cátedras con su nombre en varias universidades de todo el mundo y la lectura de su única obra se convirtió en obligatoria a partir del segundo ciclo de educación. Su retiro voluntario también tuvo unas consecuencias excelentes sobre las ventas de su libro, que en realidad no existía, y lo volvió a aupar a lo más alto de las listas.

Se publicó que su novela estaba siendo adaptada para una serie que iba a ser protagonizada por un firmamento de estrellas, y la noticia literaria del año era que una editorial argentina había conseguido ponerse en contacto con el autor, a través de una antigua amante, y había iniciado conversaciones para convencerle de escribir la segunda parte de la novela a cambio de una cantidad extravagante de dinero.

Admitir que no se había leído el libro de Expósito equivalía a condenarse socialmente. Era tal la presión que yo mismo, que al principio había demostrado cierta desconfianza hacia un libro que en realidad no existía, no tuve más remedio que acabar leyéndomelo.

Y, la verdad, no me pareció para tanto.

Carlos Sanz de Andino es presidente creativo de Darwin & Verne 

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