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La masturbación: un eterno tabú en la convivencia en pareja

 

Que la masturbación puede dejar ciega a una persona es ya un falso mito casi erradicado. De hecho, cada vez se difunden más las virtudes del autoerotismo: se llega más rápido al orgasmo porque solo te concentras en tu placer, se evita el contagio de infecciones de transmisión sexual y ayuda a mejorar el estado de ánimo debido a que, aunque sea a solas, nuestro cuerpo segrega igualmente endorfinas. Si hablamos de sexualidad, también parece lógico pensar que si se conoce mejor el propio cuerpo, es más fácil guiar a la pareja, bien sea puntual o habitual.

Aunque parece claro que masturbarse es positivo, lo cierto es que la masturbación sigue siendo un tabú en la pareja, sobre todo cuando comienza la convivencia. Porque si en la adolescencia se tiende a esconderse de los padres para gozar de un rato de placer egoísta, cuando se es adulto y se vive en pareja también resulta bastante complicado buscar cómo, cuándo y dónde tener un momento para masturbarse.

Algo similar se describe en el libro Ahora me toca a mí, de Selma Lonning Aaro. Es la historia de una mujer que se encierra en su habitación con su nuevo vibrador en busca del orgasmo que nunca ha alcanzado. Pese a sus intentos por tener un rato de intimidad y soledad, siempre aparece algo o alguien que la interrumpe. Y el problema es que ella no puede contar qué es lo que realmente está haciendo.

Hablar sobre masturbación en pareja

Hay temas incómodos de los que cuesta hablar con la pareja. En un primer momento de la relación son «las cosas que haces en el baño». Más adelante es el dinero, y finalmente, el peor tema de conversación es opinar sobre la familia política. Pero todos ellos se acaban abordando en algún momento. Sin embargo, no todas las parejas han tenido una conversación sobre sus rutinas en cuanto a masturbación.

«¿Te gusta hacerlo en el baño? ¿Por eso tardas más en la ducha? ¿Prefieres hacerlo en la cama, para relajarte antes de acostarte? ¿Te dejo un momento a solas?»

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Lo cierto es que hay quien aprovecha que su compañero de cama no está para masturbarse en casa. Como si fuera una travesura. La cuestión, tal y como la expone la sexóloga Emma Placer, es que la masturbación sigue abordándose con «vergüenza», incluso con la pareja con la que mantenemos relaciones sexuales. La razón, según la experta, «es esa falsa creencia, muy arraigada, de pensar que si se tiene pareja, no hay necesidad de masturbarse».

En este sentido, Placer explica que a su consulta llegan personas «muy preocupadas porque han pillado a sus parejas masturbándose y lo consideran una traición». Así, pese a que se conocen las virtudes de la masturbación, parece estar solo permitida a los jóvenes y a las personas solteras. Se sigue pensando, como explica la sexóloga, que «si lo hace, es que conmigo no tiene suficiente».

Espacios personales y compartidos

Aprender a delimitar tiempos y espacios es uno de los temas que se suelen trabajar en las terapias de pareja. Entre dos personas que conviven es importante aprender a respetar momentos y lugares personales, propios, pero también tener algunos en común. Esto mismo puede aplicarse al sexo. Habría que entender que hay una sexualidad propia de cada individuo que, independientemente de su situación sentimental, seguirá disfrutando a solas; y otra que es compartida.

«Las parejas que mejor funcionan son las llamadas interdependientes; y si tuviera que poner un porcentaje de reparto de tiempo entre ellos, diría que el 33% sería para la pareja y el resto, para la persona». Ahí entra igualmente el espacio que se pasa con el compañero sexual, con los amigos y la familia, la importancia de la pareja respecto a otras metas como las profesionales, pero también el peso que tiene la sexualidad individual y la compartida.

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Los hombres parecen tenerlo más fácil en ese sentido. Sobre todo porque desde muy jóvenes han aprendido a conseguir desahogos rápidos y discretos en el cuarto de baño, que pasan más inadvertidos. Sin embargo, también es un mito falso que las mujeres no pueden hacerlo igualmente.

«Es una cuestión también de aprendizaje y una generalización estereotipada de cómo funciona la masturbación femenina. Tampoco es que necesitemos velas y música relajante. El clítoris es tan poderoso que con el baño y acceso a nuestro ajuar erótico mental podemos tardar lo mismo o menos que los hombres».

Sin embargo, la cuestión no es demostrar quién es capaz de hacerlo más rápido y más discretamente para que el otro no se entere, sino ser capaces de decir que vas a masturbarte un rato con la misma naturalidad que comentas que vas a ver una serie o echarte una siesta.

De esta forma, la sexóloga concluye que «podría ser incluso un reavivante del erotismo y una forma de cambiar de rutinas sexuales. Es decir, puedes comunicar tu deseo de tener un momento de masturbación vía teléfono o whatsapp, en plan: “de tal hora a tal hora estaré ocupada con mi placer. Nos vemos después”».

«La masturbación nos ayudará a tener más deseo y aumentar nuestra libido para poder compartir también en pareja», nos recuerda Emma Placer. «Todo son ventajas».

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