La mayoría de personas lo sabe, pero no lo ha visto con sus propios ojos. Cuando llega el mes de septiembre, los lugares cercanos al mar donde se suelen pasar las vacaciones se vuelven decadentes y solitarios. No por eso quedan totalmente despoblados. El ilustrador Felip Ariza trabajaba en Menorca. En invierno. Allí, con los bares y los hoteles cerrados por final de temporada, dedicó el mucho tiempo libre disponible a aprender a dibujar.
Con el otoño, los vientos que azotan un lugar como Menorca dejan de ser amables, dejan de ser la caricia adecuada que ofrece su arrullo en plena vacación. Es el momento de buscar quehaceres en un lugar que, durante el verano, los ofrece en volumen hemorrágico.
Cuando Felip Ariza llegó a la isla para trabajar en un diario local, necesitó llenar los huecos libres que quedaban en el reloj fuera de las horas pagadas. «Fue así como comencé a formarme en las distintas técnicas de dibujo por ordenador. Después he hecho algunos cursos de Illustrator y de animación, pero en lo que se refiere a las bases del dibujo soy completamente autodidacta».
Así, en soledad, es como el Felip Ariza periodista se convirtió en el Felip Ariza ilustrador. Se impuso este objetivo cuando estudiaba en Barcelona, su ciudad de nacimiento, algunos años atrás. «Allí administraba un blog con ilustraciones y textos que me reportaba más satisfacción que cualquier otra cosa que hiciera».
Ahora dedica todo su tiempo a trazar millones de líneas, atributo que caracteriza su preciso y minucioso estilo. «Desde pequeño representaba las sombras con rayitas y ponía líneas en las caras de mis personajes. Tengo claro que, lo que era casual hace años, se ha convertido en algo fundamental para definir mi estilo propio», cuenta.
El barcelonés se encuentra en pleno proceso de creación de una serie de retratos de ilustres, su propio bestiario de celebridades que, dice, crea a partir de cuatro o cinco fotos de cada personaje. «Normalmente, ya los tengo muy vistos. Realizo un dibujo a lápiz sobre papel lo más detallado posible, al estilo tradicional, sin líneas ni nada. Cuando se me aparece su expresión y ya es identificable, suelo trabajar en su mirada, dirigiéndola hacia donde me interesa», explica. Finalmente, el ilustrador da los últimos retoques con su tableta digital, en la que despliega lo que él mismo denomina como un «festival de líneas».
Felip Ariza ha construido línea a línea las miradas de Hayao Miyazaki —uno de sus referentes junto a Moebius o Joe Sacco—, Matthew McConaughey, Woody Allen, Angela Merkel o Saul Berenson. Confiesa que, a la hora de elegir, se deja llevar por sus filias, pero también por lo que la actualidad sirve sobre la mesa. «Como periodista siempre estoy pendiente», dice. De hecho, Ariza consume cada mañana los informativos y las tertulias de la radio. «Me hacen sentirme acompañado en mi lucha solitaria y calman mi sed de actualidad periodística».
Se sienta a trabajar en casa, a primera hora, «tratando de modificar los horarios nocturnos que tanto nos gustan a muchos dibujantes, pero que acaban por dejarte agotado al cabo de la semana».
Ha dividido su estudio en dos partes: la digital, en la que el ordenador y la tableta tienen su espacio, y la ‘manual’, la de los lápices. El territorio en el que, según confiesa, descansan sus primeros propósitos para 2015. «En Menorca me dediqué sobre todo a dibujos de gran tamaño, algunos tan grandes que todavía los tengo por terminar». Son el remate a los «siete ventosos inviernos» que pasó en la isla, los siete años en los que Felip Ariza se hizo ilustrador.
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