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Feminista tenías que ser: el machismo en datos

Una muerte es una tragedia; un millón es estadística. La frase la dijo Stalin para explicar las purgas soviéticas, pero encierra una idea poderosa. Una idea que lo mismo sirve para justificar una masacre que para concienciar sobre ella. Cuando los dramas se convierten en endémicos, los números pueden ayudarnos a sondear su profundidad, pero no sirven para empatizar. Domestic Data Streamers lleva años luchando contra la frialdad de los números, modelando con sus instalaciones la realidad que encierran las estadísticas.

Este estudio multidisciplinar, con sede en Barcelona, trabaja transformando cifras en emociones a través del diseño. «Hablamos de realidades trascendentes pero que ignoramos», explica Pau García, director creativo del colectivo. «Cuando nos dicen que son 200 inmigrantes los que han muerto en el Mediterráneo, seguimos comiendo; y lo haríamos igual si fueran 2.000. Nuestro cerebro no ha evolucionado para darle sentido a esas cifras». Su misión es ayudarnos a hacerlo.

Feminista havies de ser (Feminista tenías que ser) es su último trabajo, que han comisariado junto a la periodista y escritora Natza Farré. La exposición, instalada en el Palau Robert de Barcelona hasta el 29 de noviembre, se sirve de una estética pop muy instagrameable para presentar una realidad mucho menos fotogénica. Combina el cromatismo chillón con el sentido del humor y se sirve de datos extraídos de informes oficiales y artículos científicos para construir un relato bonito de ver y desagradable de asumir.

El machismo se presenta en fríos datos que atraviesan como puños la conciencia del visitante. «No son muchos», reconoce Marta Handenawer, directora creativa del proyecto, «pero están muy bien escogidos». Esta ha sido una decisión consciente. Explica Handenawer que no querían abrumar al espectador con números, sino despertar su conciencia con unos pocos: «La idea era que dieran mucha rabia, que se recordaran, que la gente saliera de ahí enfadada. Porque no solo nos interesa el contenido, nos interesan las conversaciones que este puede generar».

Feminista havies de ser se ha presentado en un contexto extraño. Pero Domestic Data Streamers ha jugado sus bazas de la mejor manera posible para incluir las limitaciones de la pandemia dentro de su narración. «Hemos convertido los botes de hidrogel de la entrada en una datificación», explica Handenawer. «Cada uno tiene impreso un dato que explica cómo ha afectado la pandemia a las mujeres. Pedimos a los visitantes que voten cuál es el dato más sangrante echándose el gel».

La pandemia y el confinamiento han afectado también a la exposición de formas más sutiles e inesperadas. «El haberla diseñado desde casa con el ordenador en lugar de con las manos, ha acabado dándole una estética muy digital», reconocen los autores. «Mucha gente nos dice que da la sensación de estar en un render».

Esta sensación es especialmente acusada en el primer espacio de la expo, una enorme manzana roja iluminada por neones rosas. Es un entorno inmersivo y brillante. Está salpicado de frases machistas. «Para hablar de feminismo antes hay que partir del machismo», explica Handenawer. Querían introducir cierta rabia en su narrativa y para ello había que compartir los motivos.

Vídeos, frases, datos, juguetes e incluso motivos religiosos sirven para hacerlo. «Partimos de la manzana de Eva, de la única persona curiosa en el Paraíso. Pero a Eva no le dijeron, «qué fuerte, eres la primera entrepreneur de la historia». No. Le dijeron: «Eres una pecadora y nos has arruinado a todos». La idea de la mujer como culpable ya viene de ahí». El machismo no es nuevo ni exclusivo del cristianismo. Esta historia se puede exportar a casi cualquier cultura, a otras narrativas antiguas y otras religiones.

NO ES PARA TANTO

Las palabras flotan en neón y bañan de luz la habitación. «No n’hi ha per tant» (no es para tanto). Es lo que se le dice a una mujer cuando se queja de situaciones injustas, cuando empieza a combatir el machismo. Y se le dice mucho. «Mismamente, mi abuela cuando le expliqué de qué iba la exposición», comenta divertida la comisaria. La opinión de su abuela era importante. La del vecino, la de la frutera, la del portero. Domestic Data Streamers quería hablar desde el conocimiento, pero de forma accesible. «Nuestra idea es dirigirnos a todo el mundo, no solo a quien sepa mucho de feminismo. Al final estamos jugando con la cultura pop y le estamos metiendo el feminismo de forma muy visual», interviene Pau García.

Feminista havies de ser propone un viaje a través de cinco espacios diferenciados por bloques de color. «Así pasamos de la oscuridad del machismo a la luz del feminismo», señala Handenawer. Destaca entre todos ellos una extraña sala de espera. Representa lo que tardan las mujeres en conseguir cosas que a los hombres les vienen dadas. Cuántos años pasaron hasta que ellas pudieron abrir una cuenta en el banco, cuántos pasarán hasta que alcancemos la igualdad salarial (unos 250 años, a nivel mundial). Hay un calendario, una máquina que da la vez, unos relojes, un contador… Han hackeado cada uno de los elementos de una sala de espera normal, que ahora muestran datos que ponen en contexto los machismos pasados y presentes en la sociedad. Incluso se escucha un inquietante tic tac para subrayar esa metáfora del tiempo.

La esperanza es una acción radical. Es lo que muchas feministas han sentido cuando, al intentar cambiar las cosas, las han acusado de exageradas. Y es lo que siente el espectador en la siguiente sala. Todos los números van filtrándose en su conciencia, creando cierto malestar, cierto desasosiego y enfado. «Es entonces, cuando ya estás enfadada, cuando ya has tenido suficiente y lo dices; es entonces cuando te llaman feminazi», comenta Handenawer. También lo hace Feminista havies de ser.

Cuando entras en la siguiente sala lo primero que ves es la palabra «feminazi». La palabra está compuesta por blocs, y se anima al visitante a arrancar una página de estos, ya que, en ellas hay diez consejos para desactivar un discurso machista. «Es algo que te puedes llevar a tu casa, así tienes las herramientas para generar conversación y acabar con las falacias machistas en, por ejemplo, una cena de Navidad», apunta García .

Toda la exposición busca interpelar al visitante. La instalación final lo hace de manera directa, invitando al público a construir un relato conjunto sobre cómo afecta el machismo a nuestras vidas. «En realidad, es una traslación de un ejercicio interno que hicimos nosotras para preparar la exposición», comenta su comisaria. «Queríamos sentir lo que íbamos a generar en el espectador, así que pedimos a todas las chicas que compartieran, que compartiéramos, nuestras experiencias». El resultado fue duro, fue intenso y desagradable. Pero también fue extrañamente normal. Esperable. «He de decir que no me sorprendió», reconoce Handenawer. «Fue como «es una mierda y es terrible, pero es normal». Nuestra misión con Feminista havies de ser es explicar por qué lo percibimos como normal. Porque hemos normalizado esto».

Por Enrique Alpañés

Periodista. Redactor en Yorokobu y otros proyectos de Brands and Roses. Me formé en El País, seguí aprendiendo en Cadena SER, Onda Cero y Vanity Fair. Independientemente del medio y el formato, me gusta escuchar y contar historias. También me interesan la política, la lucha LGTBI, Stephen King, los dinosaurios, los videojuegos y los monos, no necesariamente por ese orden. Puedes insultarme o decirme cosas bonitas en Twitter.

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