Categorías
Cine/TV

El cine dice sí a la diversidad, pero no a un James Bond feo

Cuando un actor culmina su ciclo como James Bond, el público y la prensa especulan sobre quién protagonizará la saga y, además, qué cambios introducirá la franquicia cinematográfica para adaptarse a los tiempos. En los últimos años, se ha sugerido que el personaje podría ser una mujer, un hombre negro o  un gay. En ningún caso, nadie ha planteado que James Bond pudiera ser un tipo feo, aunque con su aquel. Por supuesto, está descartado que tenga sobrepeso, sea desgarbado, mucho más alto o más bajo que la media. 

Un físico convencional, según los estándares actuales, no encaja en el canon Bond. Ian Fleming describió al espía británico en Casino Royale con un aire a Hoagy Carmichael, un actor y cantante de Hollywood de los años 50, cuyo rostro recuerda de alguna manera al de Jon Hamm (Don Draper en Mad Men). Fleming indicó que tenía «algo frío y cruel en los ojos» y una cicatriz vertical que le cruzaba la mejilla derecha, otorgándole un aspecto «algo de pirata».

Ciertamente, James Bond es un personaje estereotipado, aunque Daniel Craig le ha aportado más humanidad que sus predecesores. Pero este estereotipo es un ejemplo de los límites de la diversidad en el cine: el héroe o la heroína, románticos, dramáticos o de cine de acción, podrá ser hombre o mujer, de cualquier raza y orientación sexual, pero necesariamente atractivo en cuanto a físico. Este último aspecto de los protagonistas forma parte del ADN del cine. 

«Una chica guapa es mejor que una fea» es la primera ley del decálogo para hacer una comedia del guionista y director Preston Sturges (Los viajes de Sullivan, Las tres noches de Eva). Ninguna línea del decálogo menciona la belleza del actor protagonista de una comedia, que puede ser incluso mediocre. Sin duda, nos vienen a la cabeza no solo películas de Hollywood de antes y ahora, sino lo que comúnmente se conoce como españolada, donde «mujeres estupendas» o «mujeres de bandera», según se decía entonces, sofisticadas, tenían esposos poco o nada agraciados que, para más inri, mostraban comportamientos ridículos e infantiles. Homer Simpson ya estaba ahí. Igual que el café no es para todos, la diversidad no es para todos.

Aunque la falta de diversidad estética afecta tanto a hombres como a mujeres, las actrices tienen menos oportunidades para trabajar en ciertos géneros. ¿Qué es una chica guapa según este decálogo? Si tomamos como referentes a las actrices escogidas por Sturges (Claudette Colbert, Veronica Lake, Barbara Stanwyck, una chica delgada pero curvilínea, con cutis claro, rasgos faciales simétricos y cabello saludable. (Aunque inoportuno, en el caso de Veronica Lake, para trabajar en las cadenas de montaje de las fábricas).

Seguimos pegados al mismo concepto de chica bonita: chica delgada, pero curvilínea, con cutis claro, rasgos faciales simétricos y cabello saludable. Para ajustarse a este canon, el cine prefiere que las actrices negras que ejerzan como chica bonita tengan la piel más clara acorde con el gusto occidental.

¿Acaso los actores y actrices que no cumplen con los cánones estéticos tradicionales son rechazados por la industria cinematográfica y el público? Definitivamente no, pero sí están confinados a determinados roles y géneros cinematográficos. Géneros como el drama romántico, la comedia sofisticada o la acción no paródica parecen estar vetados para aquellos rostros y cuerpos que no se ajustan a la perfección estereotipada. Actrices como Octavia Spencer, Melissa McCarthy o Rebel Wilson tienden a protagonizar una gran cantidad de comedias extravagantes; en contraposición, sus interpretaciones dramáticas son notables pero escasas. 

De hecho, durante la promoción de La boda de mi mejor amiga, un periodista insistió en preguntar a la actriz Melissa McCarthy: «¿Te sorprende que trabajes en este negocio con tu considerable talla?». McCarthy respondió indignada que «ningún periodista se atreve a preguntar a John Goodman por su peso».

Pero esta falta de diversidad no solo se debe a que la industria tenga reparos en mostrar rostros y cuerpos que no siguen el canon estético que marcan la industria cosmética y las revistas de moda. El público tiene gran parte de culpa. Una prueba la encontramos en las redes sociales.

En ellas se muestra qué cruel puede ser sobre la idoneidad de los actores y las actrices para determinados papeles según su belleza. El público incluso puede ser cruel con la elección de pareja del actor o actriz: «Qué hace con esa mujer si es del montón» o «Ella podría salir con cualquier tío, pero sale con ese tío».

El absurdo llega con los programas basados en crímenes reales. Un argumento clásico es un hombre casado que contrata para su pequeño negocio a una mujer con la que acabará teniendo una relación clandestina. La empleada se retrata a menudo como una mujer sensual, con un viento propio que mece su cabello incluso en una pequeña habitación cerrada.

El hombre casado también tiene cierto atractivo y su esposa representa, por lo general, el cliché del ama de casa bonita pero discreta. (Aquí tenemos otro cliché en el que si la protagonista es «bonita, pero hasta cierto punto», la antagonista es «espectacular», como ocurre en Mogambo: frente a la belleza glacial de Grace Kelly está la belleza exuberante de Ava Gardner).

El público de los crímenes reales considera realista que una mujer realmente bella con viento propio se entrometa en un matrimonio ajeno, o que un médico atractivo seduzca a sus pacientes. La realidad rara vez es así, como muestran las fotografías de los verdaderos protagonistas que brevemente se insertan en el programa.

El hombre casado quizá tenía un repulsivo bigote de marsopa y gafas de culo de botella, y la empleada era una «chica corriente» o incluso «poco agraciada», con el pelo como un estropajo usado. Estas imágenes a menudo desconciertan al público («¿pero cómo…?»); aun así, retoma de inmediato la historia en cuanto aparecen los actores.

Sea como fuere, los actores rara vez se parecen o recuerdan a las verdaderas víctimas, a los testigos o a los investigadores. Aunque la narrativa del episodio lo sugiera, lo cierto es que el físico de los personajes reales no influyó en el desarrollo de las historias. Las cosas pasaron porque tenían que pasar: la gente está cerca de otra gente; el roce hace el cariño, que puede acabar en pasión y conspiración para cometer un asesinato.

Entonces, ¿por qué en estos programas se muestra sin reparos las grandes diferencias físicas entre los personajes reales y los actores? Quizá porque la belleza es un atajo para la recreación de los hechos. En el cine y las series —sobre todo en el cine—, como mencionamos antes, aceptamos como probable que una femme fatale con un físico deslumbrante seduzca a un pardillo.

Es cierto que esta estética restrictiva del cine y de las series a veces contribuye a que el público se acerque a realidades que son ajenas al conjunto de la sociedad. El atractivo de Heath Ledger y Jake Gyllenhaal influye en la percepción positiva de Brokeback Mountain por parte del público heterosexual. Aunque en una verdadera historia de amor el físico no siempre es lo que atrae, en el caso de la película dirigida por Ang Lee, la belleza de los actores es una elección inteligente para un filme comercial.

Pero la mayoría del desarrollo de las historias no dependen de la belleza de los personajes. Y, sin embargo, los guionistas, que son parte del público antes que escritores, también caen en la trampa al describir la belleza de una ejecutiva o el porte atlético de un jardinero. Este atajo de la belleza es lo que perpetúa una estética restrictiva, y con ello la pobreza de las historias. Es un atajo contra el que deberíamos rebelarnos tanto el público como los creadores, porque si el cine es una fábrica de sueños, debería serlo para todos.

Por Javier Meléndez Martín

Soy guionista desde 1998. He trabajado en producciones de ficción y programas para Canal Sur, ETB y TV3.

Co-escribí el largometraje para televisión Violetas (Violetes), una película para Televisió de Catalunya, Canal Sur Televisión y Canal 9. (2009).Violetas consiguió dos premios y dos menciones.

Imparto talleres de guion desde 2010.  Ahora, en Portal del escritor.

Puedes leer mi blog La solución elegante (recomendado por la Universidad Carlos III de Madrid para estudiantes de guion).

Puedes seguir las actualizaciones del blog en Facebook y en Twitter.

Salir de la versión móvil