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Una revista para convertir a jóvenes y culturetas a la pelota valenciana

Es la Panenka de la pelota valenciana. La revista Ferida nace para ofrecer un periodismo literario que expanda un deporte ancestral hacia gente joven y con gusto por las publicaciones selectas. El cómico Eugeni Alemany bromeó así sobre esa idea: «La pelota será hipster o no será». No es nuevo ni imposible, esta conversión ya ocurrió con la petanca.

Diseño de calidad, fotografía artística y buenas historias. Con ese sello, los fundadores de la nueva publicación se enfrentan al reto. «Ni siquiera nosotros sabíamos si podía salir adelante. Si una revista en papel parece una locura, una revista en papel sobre pelota valenciana es una locura doble», confiesa a Yorokobu Àlex Martínez, uno de los fundadores del proyecto.

Aquí va una de las historias que están rastreando los cuatro impulsores. En uno de los números homenajearon a Álvaro de Tibi, un pelotari que sacaba tan fuerte que él solo obligó a alterar las reglas internacionales de una modalidad del juego. «Cambió el saque, le dio más altura, como en un saque de voley; nadie podía devolverla y marcaba puntos sin parar. En un mundial, los jugadores del equipo de Bélgica se subían a hombros unos a otros para tratar de devolverlas».

Como este, hay cientos de relatos perdidos. «Es un mundo muy invisibilizado de cara al conjunto de la sociedad. Nuestra intención es darle unas perspectivas nuevas, mezclarlo con otros sectores artísticos o culturales para ampliar el público», cuenta Martínez. «Es un universo que atrapa mucho».

No obstante, la cabecera no solo busca abrirse a nuevos aficionados, también ofrece un buen escaparate a quienes siempre han estado ahí. Las dos vías importan. «Queremos darles más voz y repercusión social que es lo que merecen como deportistas, al igual que los jugadores de fútbol».

Foto de la Revista Ferida: Vidal Orga

La pelota es un deporte que se presta bien al relato literario y periodístico. Los pelotaris, antes de cada encuentro, cumplen el ritual de construirse manos de titanes. Utilizan dedales, chapas, cintas adhesivas. Después, al ver una partida, impresiona mirar sus brazos como látigos y sus reflejos al atizar a la pelota. Al ojo del espectador le cuesta trabajo seguir lo que ellos ejecutan con una concentración minuciosa.

Los fotógrafos de Ferida se contagian de todo esto. «Invertimos gran parte del presupuesto en fotógrafos que, en general, no son fotoperiodistas. Son fotógrafos con una sensibilidad y una visión del mundo particular. Intentamos buscar gente que nunca ha estado en un trinquet [una suerte de cancha de frontón]», explica. «La pelota es muy visual, tiene un punto épico, tradicional y arcaico que creo que suele inspirar».

Ferida practica un periodismo que no está centrado en la actualidad, sino en las historias. «Hay un montón de cosas por contar que nunca se han relatado, al menos de manera más pausada; queremos hacer una revista de consumo reposado, escrita con cariño». Salen trimestralmente. En cada número van unas 6 o 7 piezas. Trabajan entrevistas literarias, perfiles, crónicas, reportajes. Introducen a personajes famosos como el cantante Miquel Àngel Landete Senior en el mundo de la pelota y cuentan la experiencia; incluyen también, en cada número, un relato de ficción. «Cuidamos cada texto. No podemos cojear ahí. Aunque al lector le atraiga lo visual, si luego el contenido es flojo, no volverá a comprar la revista».

Foto: Vidal Orga
Foto: Vidal Orga

Uno de los grandes valores añadidos de Ferida es la preocupación artística. «Aprovechando que es en papel, le damos valor como objeto. Le damos importancia al diseño. Usamos un formato en A3 con papel reciclado de gramaje alto».

Con respecto al público por conquistar, desde esta nueva revista han comprobado una distorsión que se da en muchos otros aspectos de la cultura. La brecha entre el campo y la ciudad. Asumimos como relevante lo que ocurre en las ciudades y se dedican menos esfuerzos a visibilizar lo que sucede fuera de las capitales. Menos esfuerzos: menos medios.

Parece cierto que en la ciudad, el perfil de los pelotaris alcanza una media de edad más alta; sin embargo, en los pueblos este deporte representa un papel vertebrador. «Estuvimos en Sella, un pueblo de 500 habitantes. Allí, en la escuela de pelota hay 40 niños y los jugadores adultos rondan los 50. Una cuarta parte del pueblo juega. Es una barbaridad», destaca.

En los últimos tiempos, quizás por un empacho de sofisticaciones que pasan de moda cada mes, se busca con ahínco la autenticidad. En el mundo de la pelota, el equipo de Ferida ha encontrado un universo sin explorar donde no solo habita el deporte, sino también, y sobre todo, cientos de historias humanas.

Por Esteban Ordóñez Chillarón

Periodista en 'Yorokobu', 'CTXT', 'Ling' y 'Altaïr', entre otros. Caricaturista literario, cronista judicial. Le gustaría escribir como la sien derecha de Ignacio Aldecoa.

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