Les gustaba leer, pero nunca encontraban tiempo. También les gustaba quedar y divertirse juntos, pero esa vida social y todo ese montón de estímulos externos (pantallas, redes sociales…) parecía estar reñida con el hábito de leer. ¿Y si pudiéramos hacer las dos cosas a la vez, la fiesta y la lectura?, se plantearon Ben Bradbury, Charlotte Jackson, John Lifrieri y Tom Worcester, los cuatro amigos lectores que siempre iban juntos a todos lados. Así nacieron las reading parties o fiestas de lectura en Nueva York en 2023, la ciudad donde viven los cuatro protagonistas de esta historia.
Bradbury y Worcester, que eran compañeros de piso, organizaron la primera quedada lectora en la terraza de su edificio. Invitaron a 10 amigos bajo una premisa muy sencilla: que cada uno llevara su libro y compartieran 30 primeros minutos de lectura en silencio, con música de fondo relajante. Después, 15 minutos de charlas individuales en las que los participantes pudieran presentar sus libros a otra persona y profundizar en ellos; otros 30 minutos de lectura en silencio y un debate final en grupo en el que todos compartieran sus ideas y descubrir, así, nuevas perspectivas. Normalmente, esos debates se centran en un tema propuesto.
Bautizaron su proyecto como Reading Rythms y resultó un éxito que se hizo viral tras la publicación de uno de esos encuentros en un vídeo de TikTok. De las azoteas saltaron a otros espacios (bares, bibliotecas, incluso Times Square) a medida que el número de asistentes aumentaba. Hoy, cuenta Ana Vidal en un artículo para El País, llevan ya más de 150 eventos —por los que cobran entrada, lo que convierte a estas fiestas de lectura en una actividad comercial— que desarrollan no solo en Nueva York.
«Hemos diseñado nuestro formato para equilibrar el placer de la lectura solitaria con el poder de la conexión compartida —aclara Ben Bradbury—. El tiempo de lectura individual permite a cada participante centrarse profundamente en su libro, disfrutar de la tranquilidad y comprometerse plenamente con lo que está leyendo. Luego, al entretejer momentos de conversación, creamos un espacio para que los lectores compartan sus pensamientos y se recomienden nuevos libros. No creo que nuestro evento fuera tan agradable si se tratara de una hora de lectura y luego una hora de conversación: nuestras ajetreadas mentes no tienen la capacidad de atención necesaria, y dividirlo hace que todo resulte más dinámico».
«Nuestra comunidad mundial está dividida en secciones —explica el cofundador de Reading Rythms—. Tenemos delegaciones en Londres, Nueva York, Roma, Los Ángeles y muchas más en todo el mundo. Nuestras fiestas de lectura están dirigidas por nuestros Chapter Leads, que organizan eventos al menos una vez al mes en su Chapter». Su intención ahora, por tanto, es ampliar esos Chapter y traerlos también a España, si se da la ocasión.
La música, añade, es un elemento esencial en estos encuentros de lectura comunitaria. «Las listas de reproducción cuidadosamente seleccionadas marcan la pauta, creando una atmósfera cálida y acogedora que ayuda a todos a asentarse en el momento. Tanto si se trata de instrumentales suaves como de melodías ambientales, la música favorece la introspección, al tiempo que hace que el entorno se sienta vivo y conectado».
Pero ¿por qué son necesarios, en opinión de los fundadores de Reading Rythms, este tipo de eventos? ¿Realmente somos incapaces de encontrar un hueco para leer tranquilamente? «El tiempo de calidad para leer sigue existiendo, pero es más difícil que nunca encontrarlo —comenta Ray Bradbury—. Las ajetreadas vidas en la ciudad hacen que sea demasiado fácil distraerse de nuestros libros, y para muchos miembros de nuestra comunidad, la lectura es una parte importante de nuestra salud mental». El cofundador de Reading Rythms define este colectivo como «una fiesta de la lectura en la que puedes perderte en un libro sin dejar de relacionarte con otras personas. Es lo mejor de los dos mundos para los lectores: soledad y conexión».
El concepto puede parecer, a priori, contradictorio. Leer suele considerarse como una actividad individual, solitaria, que parece incompatible con la socialización.
«Mucha gente cree que los libros son solitarios, nosotros creemos que son sociales —explica Bradbury—. En lugar de preguntar a un lector “¿A qué te dedicas?”, puedo preguntarle “¿Qué estás leyendo?”, e inmediatamente obtengo una respuesta increíble moldeada por lo que a ellos les entusiasma en ese momento. Nuestros eventos utilizan los libros como herramienta para crear una conexión genuina, y por eso nuestra misión es crear pertenencia y comunidad a través de la lectura».
También Alba Colombo, profesora de los Estudios de Artes y Humanidades de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), considera positivo el hecho de leer en comunidad. En su opinión, la experiencia de poder compartir el tiempo de lectura entre iguales es lo que hace especiales y exitosas a estas fiestas de lectura. Para la experta en gestión cultural de la UOC, «el hecho de estar en comunidad, compartiendo un espacio, con personas que hacen una misma actividad que en este caso es leer, es el valor añadido e intangible que comportan este tipo de eventos». Además, «generan mucha comunicación, porque la gente habla de ellos. Las fiestas de la lectura generan, por lo tanto, un impacto de difusión enorme en el sector literario y editorial», concluye Colombo.
En un sentido parecido se expresa Lara Sánchez, directora ejecutiva de Soy de la Cuesta, la asociación que reúne a los libreros de la Cuesta de Moyano de Madrid. «La ventaja de encontrarse en persona, hablar con alguien, conocerse, intercambiar ideas, intercambiar información sobre lo que uno está leyendo, lo que está leyendo otro, descubrirle un autor, un libro… es algo sanísimo».
Y va un paso más allá: «¿Sabes por qué se plantea en comunidad y por qué nos gusta esa idea? Porque es una reivindicación. Tú no estás leyendo en compañía y en silencio porque eso tenga una ventaja específica en concreto, sino que lo que estás haciendo es una reivindicación de la lectura. Es como una sentada en una manifestación. Yo lo veo así y creo que la gente lo ha entendido también en ese sentido».
A pesar de la semejanza, una fiesta de lectura no es un club de lectura, algo en lo que en Reading Rythms hacen mucho hincapié.
«Una pieza clave de una fiesta de lectura es que cada uno trae su propio libro —detalla Ben Bradbury—. Los clubes de lectura te dicen qué leer, nosotros dejamos que los lectores decidan. Aunque nos encantan los clubes de lectura y las conversaciones que suscitan, nuestros eventos pretenden fomentar un sentimiento de comunidad sin la estructura formal de un club de lectura tradicional. Nuestra combinación de listas de reproducción seleccionadas y lugares acogedores crea una experiencia única».
Esas fiestas de lectura comienzan a llegar a España también. En Madrid, Soy de la Cuesta organizó en diciembre su After Lector, conducido por la poeta Helena Mariño y englobado en las actividades que llevaron a cabo en el Book Friday, la contrapartida del consumista Black Friday, que ellos aprovechan para fomentar la visita a librerías e incentivar la lectura en papel. También en Barcelona tuvieron lugar dos sesiones de lectura compartida, y en Girona y Olot se desarrollaron dentro del programa del Festival de Literatura MOT. La diferencia entre las organizadas aquí y las neoyorquinas es el aspecto comercial, ya que las españolas fueron, en todos los casos, actividades gratuitas.
«No es lo mismo una iniciativa por la lectura en la literatura para hacer negocio de ella que una que no hace negocio —aclara Lara Sánchez—. Y yo creo que la diferencia en nuestro caso fue palpable. Teníamos a Helena Mariño, quisimos darle a la cita un toque festivo y lúdico con esa quedada, pero, a la vez, bañado de una calidad literaria. En una de las quedadas de Nueva York, en Times Square, llegó un escritor de Penguin y se puso a repartir su libro. Eso tiene un toque más comercial, también en términos de literatura».
Pero reconoce que, en cualquier caso, este tipo de eventos suponen un impulso para el sector del libro. En las fiestas de lectura americanas, se generan iniciativas patrocinadas por importantes grupos editoriales. Es lo que Ana Vidal distingue como los red carpet (eventos de alfombra roja), que congregan a un mayor número de personas y en los que estas editoriales aprovechan para presentar novedades, distribuir algunas copias gratuitas entre los asistentes e invitar al autor para charlar con el público.
Más allá de eso, Lara Sánchez encuentra otro tipo de atractivo como dinamizador del sector literario, especialmente en encuentros como el que su asociación organizó el pasado mes de diciembre. «Imagina lo que es que no solo intercambies durante esos 15 minutos tus impresiones sobre lo que estás leyendo y puedas atraer a otro lector que se compre ese libro. O si es un clásico, que se vaya a Moyano, o a una librería de segunda mano, o de antiguo… O que compre, por ejemplo, en sellos como Alianza Editorial ese clásico. Así que sí, fortalecen al sector».
Pero se queda con el aspecto reivindicativo que estas fiestas ofrecen, ya tengan un formato comercial como las de Nueva York o sean de libre acceso, como las españolas. «Nueva York sigue siendo también una reivindicación frente a California y Silicon Valley. Si lo piensas, es una reivindicación ponerse a leer en un espacio público frente a estar solo, que es lo que hoy impera desde Silicon Valley: estar en soledad, aislados, usando las aplicaciones, redes sociales y pantallas».
Así pues, leamos; también en comunidad.
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